Esta frase, u otras similares, las llevo escuchando desde que me convertí en un adulto de mediana edad. Madres y padres, tíos y tías, abuelos y abuelas utilizan la delegación de su poder y autoridad sobre sus vástagos en un tercero, desconocido y supuestamente regañador llamado “hombre”.

Este hombre que soy yo, puede que esté molesto con la actitud del nene o la nena que se ha encaramado a una silla y pone el peligro uno de los ordenadores donde ejerzo mi actividad laboral o se ha subido con las botas sucias a un banco de un parque público sobre el que no ejerzo ningún poder o autoridad y al que no me une ninguna relación laboral.

Lo que está bastante claro en este tipo de situaciones es que la persona o personas que deben actuar para frenar una mala conducta de sus vástagos prefieren delegar en un tercero desconocido el reproche.

Si, en una de las pocas ocasiones en que la autoridad y el poder ejercerla es natural, los sujetos delegamos en un tercero desconocido, ¿sobre qué situación no vamos a delegar?

Existe el caso clásico de la delegación política, el vota y calla porque la persona votada es la que va actuar en la vida política por sus votantes. Existe el caso de la propia educación de hijos e hijas, que delegamos tras decidir entre llevarlos a un centro educativo con personal docente seleccionado en base a criterios de mérito y capacidad como las oposiciones o llevarlos a centros educativos con personas que se van a encargar de la infancia y juventud tras ser seleccionados por un obispo.

El caso es que parece que estamos ejerciendo nuestro papel como madres y padres siguiendo el clásico elemento de la democracia liberal que considera fundamental la separación de poderes. Un poder ejecutivo, ejercido por el gobierno, un poder legislativo, ejercido por los parlamentos, y un poder judicial ostentado por jueces y magistrados. Esta división de los poderes ha sido sacralizada por el sistema político de las democracias liberales dando por hecho que los jueces y magistrados no hacen política, aunque salgan con sus togas a las sedes de las audiencias a protestan contra una ley del gobierno, y que el poder ejecutivo no ejerce el poder judicial aunque los ministerios de interior sigan removiendo las cloacas del Estado. Pues bien, yo, el “hombre” al que se me ha delegado tantas veces el reproche de los hijos de terceros, me gustaría ejercer mi derecho como autoridad y ácrata en funciones para proponer la no separación de poderes, porque el poder, en estos casos el poder judicial, ejecutivo y legislativo a diferencia de en los casos narrados en el comienzo de mi articulillo (madre o padre con hijo o hija) no es natural.

Según los últimos datos estamos 8.000 millones de personas en el planeta tierra y por tanto a cada persona nos corresponde de forma natural una parte entre 8.000 millones de poder. Es cierto que los adultos tendremos que tener una parte ligeramente mayor a la proporcional debido simplemente a factores biológicos, no ejecutivos, legislativos o judiciales y lo que también es cierto que como es natural en la vida humana y en el resto de las especies que conviven en la tierra, conforme aumenta la edad hasta la edad adulta el poder de decisión y autonomía aumenta.

De esta forma tan sencilla como es aplicar las matemáticas a las ciencias sociales, podemos encontrar el equilibrio, la verdadera acracia, si nadie es más que nadie ni menos que nadie en las tomas de decisiones acabaríamos con los conflictos antinaturales y nos podríamos centrar en la vida.

Y es que no hay nada más antinatural que una persona por ser hija de uno que a su vez es hijo de uno que fue puesto de jefe de estado por un dictador en cuanto cumple la edad en la que ya está feo decir en público “nena, no te subas ahí que te regaña el hombre" tenga tanto poder que casi todo el ejecutivo legislativo y judicial se reúnan para celebrar su cumpleaños y rendirle pleitesía.

La princesa con sus dieciocho años recién cumplidos es franqueada en la gala de degustación de la sopa de pularda y los salmonetes por Herrero de Miñón y Miquel Roca, dos padres de la Constitución con suficiente edad para demostrar con un simple pie de foto lo envejecida que está la carta la magna y lo caduco que está un sistema de división de poderes que llevó a ejercer al propio Miquel Roca de abogado de la tía de Leonor en un episodio representativo de las sinvergonzonerías borbónicas.

En definitiva el poder, los poderes y la autoridad si no son naturales son como las latas de conservas hinchadas, hay que desecharlas porque puedes enfermar de botulismo. Si queremos poder, ejerzamos nuestra parte proporcional mundial y no deleguemos en el hombre desconocido que puede ser un Milei, un Borbón o cualquier otro señor o señora al que no les interesa ni les importa lo más mínimo el futuro de nuestros hijos.

Políticos locos guían a las masas
Que les dan sus ojos pa' no ver qué pasa
Aún con tu ceguera verás a los listos
Contar su dinero; listos, ¡pero muertos!

Letra de “Sí hay futuro” de la Polla Records

QOSHE - El “hombre”, la autoridad, los poderes y la proporción - Arturo Gómez Fernández
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El “hombre”, la autoridad, los poderes y la proporción

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27.11.2023

Esta frase, u otras similares, las llevo escuchando desde que me convertí en un adulto de mediana edad. Madres y padres, tíos y tías, abuelos y abuelas utilizan la delegación de su poder y autoridad sobre sus vástagos en un tercero, desconocido y supuestamente regañador llamado “hombre”.

Este hombre que soy yo, puede que esté molesto con la actitud del nene o la nena que se ha encaramado a una silla y pone el peligro uno de los ordenadores donde ejerzo mi actividad laboral o se ha subido con las botas sucias a un banco de un parque público sobre el que no ejerzo ningún poder o autoridad y al que no me une ninguna relación laboral.

Lo que está bastante claro en este tipo de situaciones es que la persona o personas que deben actuar para frenar una mala conducta de sus vástagos prefieren delegar en un tercero desconocido el reproche.

Si, en una de las pocas ocasiones en que la autoridad y el poder ejercerla es natural, los sujetos delegamos en un tercero desconocido, ¿sobre qué situación no vamos a delegar?

Existe el caso clásico de la delegación política, el vota y calla porque la persona votada es la que va actuar en la vida política por sus votantes. Existe el caso de la propia educación de hijos e hijas, que delegamos tras........

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