Hay algo diferente en estas elecciones y es que nunca habíamos visto al PP tan desnortado. Las campañas anteriores exhibían esa malignidad lúcida suya tan característica y producían un efecto de firmeza y solidez. En esta ocasión, sin embargo, trasladan la sensación contraria: de fragilidad, de estar perdidos, de no enterarse de nada, como un boxeador sonado que no acierta a saber de dónde le caen los golpes.

Dice el refranero: “El padre la crea, el hijo la mantiene, el nieto la cierra”, y la estadística demuestra que apenas un 20% de las empresas familiares resiste el paso a la tercera generación. La causa principal es la gandulería de unos nietos acostumbrados desde su nacimiento a la opulencia y que, llegado el momento de la sucesión, se revelan como gestores incompetentes y alegres vividores. El dilema sucesorio de Michael Corleone demuestra que la regla incluso se cumple en las estructuras mafiosas.

En el lucrativo negociete familiar del PP gallego, Rueda es el tercero en la línea sucesoria tras Fraga y Feijóo. Y todo apunta a que ha resultado ser ese vástago haragán que en su vida dio un palo al agua y al que la Presidencia de la Xunta le cayó del cielo.

Desde luego, no se puede decir que parezca un abanderado del esfuerzo y la previsión. Rueda convocó las elecciones para que coincidiesen con el Entroido, sin duda para darles un ambiente colorido y festivo; ordenó reducir las informaciones políticas en los medios de comunicación que controla para no dar la lata y anunció que solo iría a un único debate, que más cansa.

Como no iba a haber campaña con la gente tan ocupada eligiendo los disfraces, pues para qué molestarse mucho en prepararla. Así que las mentes pensantes del PP se juntaron un ratito en alguno de los antros que frecuentan y decidieron que con hacer lo de siempre y repetir de vez en cuando la matraca de la amnistía, Cataluña, puchdemón y el sanchismo, pues todo solucionado. Si estos temas parece que interesan a los madrileños, ¿por qué no iban a interesar también a los gallegos? ¡Acaso vamos a ser menos! Y tienen la ventaja de que ya se los dan escritos desde Madrid y es menos trabajo.

Solo les faltaba una medida estrella para enardecer a las masas. ¿Algo relativo a la transición verde? No, hombre, de eso ni palabra que los gallegos son gente práctica. Así que, con sonoro redoble de tambores, anunciaron al mundo que iban a reducir un poquito el impuesto de sucesiones a los primos. Cuando lo oí, se me saltaban las lágrimas de emoción y grité al firmamento: “Señor, ¿Qué he hecho yo para merecer estos dones?”. Y eso que ni tengo primos.

El debate elegido sería el organizado por la CRTVG. Evidentemente, para manipularlo a su gusto, pero sobre todo, porque así no tenía que coger el coche y hasta te puedes tomar algo por allí cerca al salir. Como todos los vagos, Rueda imaginó en su cabeza lo fenomenal que le iba a salir todo: llenaría el plató de partidos de izquierda y estos, como son tan gilipollas, empezarían a despellejarse entre sí mientras él podría fumarse un pitillito o pensar en sus cosas mientras se echaba unas risas viendo el show. Si por acaso a alguno de aquellos rojos se le daba por decirle algo a él, pues para eso ya tenía a los moderadores, que se lanzarían raudos a pararles los pies.

Por desgracia, las cosas no fueron tan bien como esperaba. Y resultó que justo ese día, y ya es mala suerte, a los de la izquierda no les dio por pelearse. Al contrario, no hacían más que decirle: Señor Rueda esto, Señor Rueda lo otro, echándole en cara que si era un inútil, que si no hacía nada. La cosa se empezó a poner fea, la moderadora trataba de cambiarle los turnos a Ana Pontón, no una, ni dos, sino hasta tres veces y ponerlos como a ella le daba la gana, pero ni así. Y el pobre Rueda trataba de farfullar, con una dicción bastante ininteligible y que me recordaba un poco al chapurreo de cubatas, su batiburrillo de amnistías, cataluñas, solo sí es sí, bildus, puchdemones, etas y el resto de temas que cree objeto de preocupación en la sociedad gallega.

Por momentos parecía una parodia cómica, sobre todo cuando intentaba colocar la palabra Cataluña en cualquier asunto, ya fuese en los peajes de la autopista, el cuidado del litoral o el precio de los grelos. Me recordaba a aquellos humoristas que acudían al Un, Dos, Tres y repetían siempre la misma muletilla: ¿Cómo estaba la plazaaaa? Abarrotaaaaá y veintidó, veintidó, veintidó. Rueda es de mi generación, el hombre había visto esos mismos programas de niño y eso marca. Quizá imaginaba que el publico se iba a partir de risa con su estribillo “¡Todo para Cataluña!” pero, ¡ay! ¡el humor ha cambiado, Alfonso! ¡Si ya no se puede hacer chistes de nada!

La traca final de su memorable intervención la dejó para su pasmoso último minuto que pasará a la historia de los debates televisivos y en el que llegó a repetir varias veces: “Non me votes, non me votes, non me votes...”, pues, según parece, en su círculo no se habían leído aquello del elefante.

Burlas aparte, nunca habíamos visto al PP exhibiendo tan pobres prestaciones y mostrando tanto nerviosismo. Incluso los intentos de manipulación de la TVG en el debate y en los informativos siguientes han sido tan groseramente zafios, muestran una desesperación y una urgencia tan evidentes que, lejos de contribuir a sus objetivos, no han hecho más que acrecentar la sensación de pánico que se percibe en sus filas. Esto es algo novedoso que llama mucho la atención y parece sugerir que en el PP tienen datos que nosotros no tenemos. Datos que les infunden terror. Por primera vez en quince años saben que pueden perder.

Así las cosas, esta vez cada voto cobra una importancia capital y abre complicadas disyuntivas para los votantes de Podemos y Sumar cuya presencia en el Parlamento diría que es prácticamente imposible.

Hay muchas y buenas razones para afirmar que las posibilidades de Sumar son casi nulas: hace cuatro años se presentó a las elecciones bajo la marca Galicia en Común junto a Podemos y parte de la izquierda nacionalista. Entonces se quedaron fuera del Parlamento y las encuestas afirman que el 50% de aquellos votantes apoyaría hoy al BNG. Así las cosas, separados de Podemos y con Anova pidiendo el voto para el BNG, pensar en obtener representación se antoja poco menos que una quimera. El que La Voz de Galicia y algunas casas de encuestas muy vinculadas al PP gallego le ofrecieran un hálito de demoscopia asistida no habla tanto de sus verdaderas opciones como del torticero intento del ecosistema mediático conservador de tratar de restar votos a quien consideran el verdadero enemigo: Ana Pontón.

Creo que también hay otros factores intangibles que dicen más que lo que puedan vaticinar encuestas más o menos tramposas. Cuando se convocaron las elecciones Sumar no tenía candidato y, peor aún, se hizo público que varias personas rechazaron ese cometido. La elegida fue una desconocida para la ciudadanía galega y su estructura de partido —igualmente anónima— se había anunciado unos días antes sin ningún tipo de refrendo, entre otras cosas porque Sumar carece de militancia. Para más penurias, el anuncio electoral coincidió con lo más agrio de su separación con Podemos sin que, por otra parte, a día de hoy su campaña electoral sea muy memorable, por decirlo suavemente. Y me temo que el debate electoral no va a contribuir precisamente a relanzarla.

Por su parte el BNG, que es el partido que absorbe sus votos, muestra una imagen antagónica. Su candidata lleva cuatro años fajándose con éxito contra el PP y es la política más conocida y valorada de Galicia por encima del candidato popular. El BNG tiene el músculo de una militancia enardecida y con moral de victoria que cree sinceramente que esta vez puede hacer historia. Y no solo no mostró ninguna desunión ni bronca interna sino que, al contrario, cosió viejas heridas con Anova y Xosé Manuel Beiras, en lo que para muchos fue un emocionante acto de reconciliación. Para cerrar su círculo virtuoso, su campaña está siendo deslumbrante, y la exhibición que ofreció Ana Pontón en el debate, incontestable.

Mi sensación es que el ruido de mar de fondo a favor del BNG empieza a ser ensordecedor y que, según avance la campaña, la tentación del voto útil que este partido representa aumentará de forma incontenible. Ya lo está haciendo.

El caso de Podemos es un poco distinto. De una forma extrañamente paradójica, los casi testimoniales resultados que les auguran las encuestas de algún modo los liberan de responsabilidad. Su candidata tuvo en el debate un desempeño más que meritorio y se apuntó un tanto con respecto a Sumar, pero hasta entonces parecían estar ofreciendo un perfil de campaña tan bajo que cabía incluso sospechar que el llamamiento de Pablo Iglesias a votar al BNG, que en su momento pudo parecer una excentricidad, hubiese sido aceptado por Podemos como una estrategia de facto. Desde este punto de vista, curiosamente, el mejor resultado de Podemos sería el que les acercase al cero absoluto, toda vez que podrían aducir que, por sentido de la responsabilidad, su militancia no quiso obstaculizar la posibilidad de cambio político.

Pero Sumar, sin embargo, se encuentra en una encrucijada perversa porque ellos sí se presentan de verdad. Y además tienen otros intereses como son vencer a Podemos en su lucha de dos pensando en elecciones futuras. Pero en el actual estado de cosas, perdido el tren de sus posibilidades de representación, no me parece que esa posible victoria pírrica tenga valor alguno. E intuyo que su mejor opción pasaría también porque sus votos terminen siendo irrelevantes, ya sea porque el PP gane de calle, ya sea porque BNG y PSOE sumen igualmente. En el primer caso, el fracaso sería de todos y ninguno, dejando la competición de las izquierdas para otro día. En el segundo, sus votantes se quedarían un poco como ese colega cenizo que decide no salir de casa justo el día en que la juerga es apoteósica. Ellos se lo perderían, pero no se habría roto nada.

El problema es que la diabólica posibilidad que aumenta cada día es la de que una temible victoria por los pelos del PP les pueda pasar a ellos la factura. ¿Y qué ocurriría si, como parece plausible, al día siguiente de las elecciones, con Rueda y Feijóo brindando entusiasmados y con sensación de alivio, empezasen a aparecer gráficas y cálculos de la Ley d´Hont que responsabilizasen de esa victoria a los “votos perdidos” de Sumar y, en menor medida, de Podemos? ¿Cómo sería posible asumir esa catástrofe? Creo que ninguna hipotética victoria del uno sobre el otro repararía ese daño.

¿Qué hacer entonces? ¿No tiene legítimamente derecho Sumar a tratar de implementarse en Galicia? Y, pese a todas sus improvisaciones, ¿no presentan ambos partidos dignas candidatas? ¿Y no estamos en la izquierda acostumbrados a votar en conciencia por nuestros valores sin que nos importe perder?

En el universo mediático progresista encontramos a veces ingeniosos símiles cinéfilos para retratar la realidad política. La película de este instante podría ser esa en la que un pueblo entero se vuelca en el partido del siglo, el que decide un título inalcanzable. El encuentro llega épicamente igualado a su final y el equipo local tiene la oportunidad que podría redimir una inacabable historia de derrotas. El reloj avanza en su cuenta atrás, la imagen se congela en los rostros expectantes, llega el último segundo y ... el infortunado protagonista yerra el tiro. A partir de entonces, la memoria del fracaso le perseguirá su vida entera.

En Galicia tenemos nuestra propia versión de este drama: el inolvidable penalty de Djukic. Entonces, aquel único fallo, solo ese y no todos los que protagonizaron sus compañeros a lo largo de las jornadas anteriores, dio nombre a la frustración colectiva, puso fin al sueño de una ciudad pequeña de vencer al rival poderoso y se fundió a su biografía como un estigma indeleble. ¿Podrían Sumar y Yolanda Díaz sobreponerse a algo así? A Djukic, 25 años después, aún lo recordamos.

QOSHE - Sumar en Galicia o el penalti de Djukic - Jorge Armesto
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Sumar en Galicia o el penalti de Djukic

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10.02.2024

Hay algo diferente en estas elecciones y es que nunca habíamos visto al PP tan desnortado. Las campañas anteriores exhibían esa malignidad lúcida suya tan característica y producían un efecto de firmeza y solidez. En esta ocasión, sin embargo, trasladan la sensación contraria: de fragilidad, de estar perdidos, de no enterarse de nada, como un boxeador sonado que no acierta a saber de dónde le caen los golpes.

Dice el refranero: “El padre la crea, el hijo la mantiene, el nieto la cierra”, y la estadística demuestra que apenas un 20% de las empresas familiares resiste el paso a la tercera generación. La causa principal es la gandulería de unos nietos acostumbrados desde su nacimiento a la opulencia y que, llegado el momento de la sucesión, se revelan como gestores incompetentes y alegres vividores. El dilema sucesorio de Michael Corleone demuestra que la regla incluso se cumple en las estructuras mafiosas.

En el lucrativo negociete familiar del PP gallego, Rueda es el tercero en la línea sucesoria tras Fraga y Feijóo. Y todo apunta a que ha resultado ser ese vástago haragán que en su vida dio un palo al agua y al que la Presidencia de la Xunta le cayó del cielo.

Desde luego, no se puede decir que parezca un abanderado del esfuerzo y la previsión. Rueda convocó las elecciones para que coincidiesen con el Entroido, sin duda para darles un ambiente colorido y festivo; ordenó reducir las informaciones políticas en los medios de comunicación que controla para no dar la lata y anunció que solo iría a un único debate, que más cansa.

Como no iba a haber campaña con la gente tan ocupada eligiendo los disfraces, pues para qué molestarse mucho en prepararla. Así que las mentes pensantes del PP se juntaron un ratito en alguno de los antros que frecuentan y decidieron que con hacer lo de siempre y repetir de vez en cuando la matraca de la amnistía, Cataluña, puchdemón y el sanchismo, pues todo solucionado. Si estos temas parece que interesan a los madrileños, ¿por qué no iban a interesar también a los gallegos? ¡Acaso vamos a ser menos! Y tienen la ventaja de que ya se los dan escritos desde Madrid y es menos trabajo.

Solo les faltaba una medida estrella para enardecer a las masas. ¿Algo relativo a la transición verde? No, hombre, de eso ni palabra que los gallegos son gente práctica. Así que, con sonoro redoble de tambores, anunciaron al mundo que iban a reducir un poquito el impuesto de sucesiones a los primos. Cuando lo oí, se me saltaban las lágrimas de emoción y grité al firmamento: “Señor, ¿Qué he hecho yo para merecer estos dones?”. Y eso que ni tengo primos.

El debate elegido sería el organizado por la CRTVG. Evidentemente, para manipularlo a su gusto, pero sobre todo, porque así no tenía que coger el coche y hasta te puedes tomar algo por allí cerca al salir. Como todos los vagos, Rueda imaginó en su cabeza lo fenomenal que le iba a salir todo: llenaría el plató de partidos de izquierda y estos, como son tan gilipollas, empezarían a........

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