El tema del consumo de sustancias sicoactivas tiene tanto de ancho como de largo. Parece una historia sin fin. No solo en Colombia. Pero en nuestro caso se debe revisar y tener en cuenta la jurisprudencia que en los últimos 30 años ha legislado sobre ese flagelo.

Fue en 1994 cuando la Corte Constitucional despenalizó el consumo de dosis mínima (ponencia del entonces magistrado Carlos Gaviria Díaz). En adelante los debates al respecto no se han hecho esperar.

Unos endureciendo las sanciones como se hizo en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez que, a través de un acto legislativo en 2009 aprobado por el Congreso y que reformó la Constitución, en uno de sus artículos, el 49, se prohibía el porte y consumo de sustancias estupefacientes y sicotrópicas, salvo prescripción médica.

Luego, en 2011, la Ley de Seguridad Ciudadana, que reformó el Código Penal, castigó el consumo y la dosis personal. Sin embargo, meses después, en 2012 arremetió de nuevo la Corte Constitucional, que permitió mantener despenalizada la llamada dosis personal.

En ese sentido también la Corte Suprema de Justicia ha dejado claro que esa dosis mínima no está penalizada.

Pero en 2018 el presidente Iván Duque, a través del decreto 1844, persiguió el consumo y también la dosis mínima. Ahora, con el decreto del pasado 7 de diciembre, Petro con el decreto 2114 despena-lizó el porte y el consumo de la ya famosa dosis personal.

De ahí, el debate, el alboroto. En este tema los alcaldes serán quienes jueguen un papel preponderante, debido a que serán ellos quienes permitan o no ese consumo de dosis mínima o personal, en espacios públicos como parque o zonas de recreo.

No obstante, y así ese tipo de postura no sea de nuestro agrado, la actual realidad demuestra que con o sin prohibición el consumo de estupefacientes entre jóvenes está disparado. El temor es que ahora crezca a niveles exorbitantes.

Sin embargo, la decisión está en cada uno de nosotros, es personal e ahí la importancia de la educación y sobre todo el buen ejemplo de los padres de familia con sus hijos.

Como adultos responsables debemos seguir inculcando a nuestros niños y jóvenes los valores que los conviertan en personas de bien, para que cuando ellos deban tomar sus propias decisiones lo hagan con la madurez suficiente, conscientes de que tendrán las respectivas repercusiones en su vida y en la de sus seres queridos.