Están diciendo que la derecha resurgió en las elecciones del pasado fin de semana, cuando en realidad nunca se fue, solo se tomó un ligero descanso. Porque este país es de pensamiento anticuado y renuente al cambio a más no poder. Es tan poderosa la derecha que ni Duque pudo acabar con ella pese a gobernar como se le vino en gana.

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Así, los resultados del 29 de octubre no son solo culpa de la gestión de los abanderados del supuesto cambio. Es cierto que su gobierno ha sido decepción para muchos, pero es que ni haciéndolo perfecto lograban salvarse porque acá la gente es facha refacha, está en su naturaleza: Dios, tradición y familia, y todo lo que se salga de eso es rojo y huele a feo.

La derecha puede hacer lo que se le antoje y, en efecto, lo ha hecho durante décadas y sigue fuerte. La izquierda en cambio la embarra un período y salen sus opositores a cobrar facturas pendientes, afirmando que no sirve para nada. Y podrá ser cierto, en muchos aspectos la izquierda es peor que los males que quiere corregir, y para eso basta con ver a varios congresistas que están hoy en ejercicio: probaron media cucharada de poder y se les olvidaron las causas “justas” por las que luchaban. Sin embargo, por mucho que pelen el cobre no deja de ser curioso la poca tolerancia que hay hacia quienes proponen algún tipo de cambio.

El elector no quiere mesura: quiere show y confrontación; declaraciones altisonantes, caudillos de mano dura, figuras mediáticas y resultados efectivos.

Aunque eso del cambio suele ser cuento, es la palabra más usada en las campañas políticas y a la vez el juramento más roto en la historia del planeta; hace años leí un texto que afirmaba que, por muy de izquierda que fuera un candidato, al subir al poder terminaba volviéndose de derecha, así que, según esa teoría, todos los gobiernos son de derecha.

Colombia es de centro, supuestamente, pero el centro se ha pegado unas descalabradas monumentales recientemente, en parte porque no tiene un líder claro con el suficiente talento y carisma, y en parte también porque el elector no quiere mesura: quiere show y confrontación; declaraciones altisonantes, caudillos de mano dura, figuras mediáticas y resultados efectivos de acá a la próxima quincena.

Por eso el fin de semana votaron por Andrés Escobar, que se volvió famoso años atrás por ser acusado de disparar a manifestantes en Cali. Ahora por arte de magia es concejal, nada que una sonrisa, una camisa blanca y un buen afiche no puedan lograr. Y a su lado, Angelo Schiavenato. No se afane si el nombre no le suena, que lo normal es que se lo cruce en la calle y no lo reconozca.

El año pasado la prensa reseñó que había atropellado con su carro a unos ladrones que habían intentado robarlo, e inmediatamente se volvió héroe de la ciudadanía. Y no solo porque acá la justicia no funcione y los delincuentes suelan salirse con la suya, sino porque nos encanta tomarnos la venganza por mano propia; un pequeño paramilitar vive en el corazón de más de un colombiano.

Schiavenato llegó al Concejo de Bogotá con apenas una semana de campaña, que se resume a grandes rasgos en haber subido cuatro videos a TikTok, lo que le significó más de diez mil votos. Y no digo que tanto él como Escobar no puedan ser buenos dirigentes, lo llamativo es la forma en que se volvieron actores políticos.

Mención especial merece Juan Qüenza, nuevo alcalde de Arauca, que en campaña dijo que a los marihuaneros que no quisieran cambiar había que darles plomo.

Nuevamente, una clara muestra de lo mucho que nos gusta la violencia y lo poco que creemos en las vías legales, sumada a la aversión que le tenemos a la marihuana.Porque marihuanero no es un vocablo que se use para describir los gustos de alguien, es más bien un término despectivo que está asociado a la suciedad y la flojera. Hay quien no soporta la marihuana y en cambio prefiere la cocaína, que es blanca, inolora y aséptica; una limpiadita de nariz y sale. Que nuestros pecados no dejen rastros, eso es lo que nos gusta.

ADOLFO ZABLEH DURÁN

(Lea todas las columnas de Adolfo Zableh Durán en EL TIEMPO, aquí)

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Dios es colombiano

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04.11.2023

Están diciendo que la derecha resurgió en las elecciones del pasado fin de semana, cuando en realidad nunca se fue, solo se tomó un ligero descanso. Porque este país es de pensamiento anticuado y renuente al cambio a más no poder. Es tan poderosa la derecha que ni Duque pudo acabar con ella pese a gobernar como se le vino en gana.

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Así, los resultados del 29 de octubre no son solo culpa de la gestión de los abanderados del supuesto cambio. Es cierto que su gobierno ha sido decepción para muchos, pero es que ni haciéndolo perfecto lograban salvarse porque acá la gente es facha refacha, está en su naturaleza: Dios, tradición y familia, y todo lo que se salga de eso es rojo y huele a feo.

La derecha puede hacer lo que se le antoje y, en efecto, lo ha hecho durante décadas y sigue fuerte. La izquierda en cambio la embarra un período y salen sus opositores a cobrar facturas pendientes, afirmando que no sirve para nada. Y podrá ser cierto, en muchos aspectos la........

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