¿No es maravilloso pasar las fiestas navideñas con familia y amigos, especialmente cuando se olvidan de compartir un rato agradable y se concentran más en hablar de política? No soy mucho de asistir a reuniones decembrinas, pero a una que otra suelo ir con el fin de romper la rutina. Sin embargo, este año algo pasó repetidamente y no sé si es un caso particular o más bien una tendencia que se está imponiendo en el país: politizar los encuentros.

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Todo comenzó en una novena cualquiera, cuando en medio de natilla y villancicos alguien comenzó a cantar ‘Fuera Petro’ y un par de gatos lo siguieron. Yo pensaba que el estribillo solo se coreaba en estadios de fútbol y en videos editados con audios falsos, pero ese día vi que la costumbre se había extendido a las manifestaciones religiosas. Qué Navidad infeliz la que deben vivir esos seres, olvidándose de lo que los congrega y pensando de manera obsesiva si el gobernante de turno les agrada o no.

Luego, el veinticuatro, alguien aprovechó que estaban sirviendo la comida para tocar el tema de los alimentos que había compra Petro meses atrás. Así, mientras degustábamos pavo y tamales, él recordaba que el presidente se había gastado una millonada en productos como tocineta ahumada, papas de paquete, leche condensada y suero costeño. Fue tan enfático en el asunto que nos ilustró con el dato de que había comprado aguas saborizadas por un valor de ciento cincuenta y cuatro mil pesos.

¿De dónde sale toda esa gente tan enardecida? ¿Vive encerrada y la sueltan a final de año como perros de presa para hacer alarde de su aguda inteligencia y amargar de paso fiestas y reuniones?

Y llegó el veinticinco, y en un pequeño asado a las afueras de la ciudad alguien se ensañó con el personaje preferido de la oposición: Francia Márquez. Empezó a criticarle que dijera ‘Helicótero’ comiéndose la P, sin entender que quien quedaba mal con el comentario era él. Aquel que critica la ortografía y la forma de hablar de las personas no lo hace porque sea un apasionado del lenguaje, sino porque quiere demostrar la supuesta inferioridad del que lo usa de manera inadecuada.

¿De dónde sale toda esa gente tan enardecida? ¿Vive encerrada y la sueltan a final de año como perros de presa para hacer alarde de su aguda inteligencia y amargar de paso fiestas y reuniones? ¿Y cómo hacen para estar tan enterados? Por la prensa, o en redes sociales, pero es que hoy la información sin verificar invade el internet, así que no es recomendable recitar las noticias en público.

Creo que nuestro gobierno actual se equivoca en muchas cosas y que esto va a empeorar antes que mejorar, pero criticarlo por nimiedades desacredita a los mismos opositores. Apuesto que si investigaran un poco encontrarían graves fallas, serios casos de incompetencia y hasta un puñado de delitos, pero en vez de eso prefieren enfocarse en detalles sin importancia. Como decía alguien que conocí, se preocupan más por las monedas que por los billetes.

Porque acá es escándalo nacional si Petro toma gaseosa mientras cena con habitantes de la calle, si la primera dama baila en un acto oficial o si alguien de la familia presidencial usa prendas de quinientos dólares. Supongo que no despertarían críticas si compraran en los descuentos del Only, pero ni así, porque los señalarían de lucir como zarrapastrosos ante la comunidad internacional.

Es que he visto a Susana Boreal dejada en evidencia en la prensa no por su incapacidad para ejercer su cargo, sino porque pidió prestadas unas medias y unos zapatos; las primeras las devolvió sucias y los segundos, sin plantillas. Desde el proceso 8000, Colombia no vivía un escándalo político de tales dimensiones. Y van a creer que exagero, pero a una de las periodistas más consultadas del país la vi “denunciar” a Petro porque había dicho que su plato preferido era el sancocho, pero en una foto salía tomando caldo de costilla.

Yo ya tuve suficiente por ahora. Mucho año nuevo y muchas expectativas para el 2024, pero por una cuestión de paz mental, el 31 lo paso solo.

ADOLFO ZABLEH DURÁN

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La oposición en Navidad

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30.12.2023

¿No es maravilloso pasar las fiestas navideñas con familia y amigos, especialmente cuando se olvidan de compartir un rato agradable y se concentran más en hablar de política? No soy mucho de asistir a reuniones decembrinas, pero a una que otra suelo ir con el fin de romper la rutina. Sin embargo, este año algo pasó repetidamente y no sé si es un caso particular o más bien una tendencia que se está imponiendo en el país: politizar los encuentros.

(También le puede interesar: Los magnánimos)

Todo comenzó en una novena cualquiera, cuando en medio de natilla y villancicos alguien comenzó a cantar ‘Fuera Petro’ y un par de gatos lo siguieron. Yo pensaba que el estribillo solo se coreaba en estadios de fútbol y en videos editados con audios falsos, pero ese día vi que la costumbre se había extendido a las manifestaciones religiosas. Qué Navidad infeliz la que deben vivir esos seres, olvidándose de lo que los congrega y pensando de manera obsesiva si el gobernante de turno les agrada o no.

Luego, el veinticuatro, alguien........

© El Tiempo


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