Sacó Apple sus gafas de realidad aumentada y el ruido se oyó en todas partes. Y aunque no es nada que no haya estado previamente en el mercado, cada vez que la marca californiana lanza algo el mundo presta atención porque sus productos suelen ser tan buenos como bonitos, una exitosa mezcla de dispositivo funcional y objeto del deseo.

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Mucha gente las ha criticado aduciendo que son demasiado recargadas y que aparatos de esa clase van a terminar tostándonos el cerebro. Yo coincido, pero creo también que oponerse a tales adelantos, por cuestionables que sean, termina convirtiendo a las personas en dinosaurios. Por otro lado, no hay nada de malo en volverse un dinosaurio, que es el proceso natural de la vida.

En mi caso, fue empezar este año y sentirme viejo por primera vez en la vida. Es que dos mil veinticuatro suena a algo tan lejano como improbable. Leo 2024 en cualquier almanaque y siento que el mundo en el que crecí ya no existe, que esta realidad es para los demás y que solo estoy acá porque alguien muy generoso me ha permitido espiar durante un rato.

Parece que el objetivo de los nuevos inventores fuera fundirnos a punta de no dejarnos un segundo libre. Nada de calma y reflexión, de explorarnos y cuestionarnos

La tecnología es imparable, el testimonio de que el progreso y la decadencia suelen ir de la mano. Dicho esto, yo podría usar sin problema las Vision Pro en cuestión, pero no a cualquier costo, y por costo no me refiero a los casi quince millones de pesos que valen, sino al hecho de que con ellas te ves como un completo idiota. Virales se han hecho esos videos en los que los consumidores se sientan en un restaurante, caminan por la calle e incluso manejan con ellas puestas. Es que no se puede lucir más cretino y desconectado de la realidad así por dentro de ellas esté pasando de todo. Sale cualquiera a la calle en traje de buzo con tanque, careta, aletas y todo lo demás y se ve menos disfuncional que con los anteojos esos.

Una de las supuestas ventajas del producto es que el consumidor no se limita a una sola pantalla, por lo que al usarlo puede ver al mismo tiempo un partido de su equipo preferido, usar su cuenta de Instagram y mirar cómo está el mercado de acciones, entre infinitas opciones. Nuevamente, llámenme dinosaurio, ¿pero eso mismo no lo hacen los computadores y celulares de ahora? ¿Qué hay de malo en estar conectado al mundo entero a través de una sola pantalla e ir cambiando de pestaña a medida que lo necesitamos? Al primero que vi usar varias pantallas en simultánea fue al hijo de Marty McFly en Volver al futuro II, y ya sabemos qué clase de tarado era.

Parece que el objetivo de los nuevos inventores fuera fundirnos a punta de no dejarnos un segundo libre. Nada de calma y reflexión, de explorarnos y cuestionarnos; solo estímulos para que vivamos sobreexcitados. Estamos embarcados en una carrera que solo puede terminar en nuestra destrucción porque nada nos llena, ni el celular más sofisticado ni el carro más rápido ni el atardecer más conmovedor. Por eso las aplicaciones vienen repletas de filtros y por eso mismo ya no tomamos café a secas, sino doble moccafrappuccino preparado con leche deslactosada de cabra virgen de los peñascos de Afganistán.

Otro gancho de las gafas Apple es que presentan la realidad aumentada y mejorada, y yo solo puedo preguntarme cómo carajos tal cosa puede ser posible. Digo, al universo le tomó al menos catorce mil millones de años para convertirse en lo que conocemos ahora, como para que ahora vengan unos sabelotodo de laboratorio a decirnos que lo que hicieron ellos en par décadas es mejor.

Explosiones cósmicas, millones de galaxias, mutaciones genéticas, el Pangea dividiéndose, milenios de guerras, de cambios climáticos y políticos, nuestro mundo destruyéndose y volviéndose a inventar, y ahora resulta que unas gafas de esquiador son superiores a todo eso. Aunque al final creo que puedo entender todo el asunto: nos encanta la simulación, vivir en el set de The Avengers antes que en cualquier otro lado porque la realidad pesa demasiado.

ADOLFO ZABLEH DURÁN

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Más allá de las narices

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10.02.2024

Sacó Apple sus gafas de realidad aumentada y el ruido se oyó en todas partes. Y aunque no es nada que no haya estado previamente en el mercado, cada vez que la marca californiana lanza algo el mundo presta atención porque sus productos suelen ser tan buenos como bonitos, una exitosa mezcla de dispositivo funcional y objeto del deseo.

(También le puede interesar: No se cuele)

Mucha gente las ha criticado aduciendo que son demasiado recargadas y que aparatos de esa clase van a terminar tostándonos el cerebro. Yo coincido, pero creo también que oponerse a tales adelantos, por cuestionables que sean, termina convirtiendo a las personas en dinosaurios. Por otro lado, no hay nada de malo en volverse un dinosaurio, que es el proceso natural de la vida.

En mi caso, fue empezar este año y sentirme viejo por primera vez en la vida. Es que dos mil veinticuatro suena a algo tan lejano como improbable. Leo 2024 en cualquier almanaque y siento que el mundo en el que crecí ya no existe, que esta realidad es para los demás y que solo estoy acá........

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