Dicen que somos una generación llena de pereza. Dicen que los jóvenes cada vez estudiamos menos, renunciamos rápido a los trabajos que exigen demasiado de nosotros y parece que estamos más enfocados en vivir una vida dionisiaca que en construir para los objetivos de una compañía, de la comunidad o de nuestro futuro. Algunos empleadores que han trabajado con ‘millennials’ y ‘centennials’ reconocen que no entienden qué nos motiva ni cómo integrarnos a la cultura organizacional y al mundo laboral. Les gustaría, sin duda, que fuésemos como ellos y, por eso, algunos nos llaman la generación perdida y ven con malos ojos nuestro cambio de mentalidad frente al trabajo. Todo eso que dicen de nuestra generación no puede estar más alejado de la realidad que vivimos y experimentamos los jóvenes.

Nuestra generación vive a otra velocidad, nos hemos creído el cuento de que podemos hacer múltiples tareas al tiempo, que debemos conocer todo lo que podamos antes de que se nos acabe el tiempo en este mundo. No tenemos pereza cuando se trata de saciar el hambre que tenemos de comernos el mundo entero. En X un joven preguntaba si era peor desayunar sin ver videos o no escuchar música mientras se bañaban, como si la sola idea del silencio, de hacer una cosa a la vez le causara pavor. El mundo globalizado nos exige estar actualizados, conectados e hiperestimulados, y los jóvenes nos hemos subido a ese barco sin preguntarnos por las implicaciones que tiene en nuestra salud mental, pero ya habrá espacio de ahondar en otro momento. Lo que me gustaría señalar es que nuestros trabajos no pueden ser monótonos o repetitivos porque mi generación se aburre fácil. Exigimos que nuestros lugares de trabajo generen cambios que sean tan rápidos como nuestros dedos para buscar información nueva y huimos de esas empresas enquistadas en una burocracia absurda que no permite las transformaciones veloces de las que nos gustaría hacer parte.

Por otro lado, es verdad que hemos dejado de estudiar porque aprendemos mucho más al alcance de un clic. El mundo ha entendido finalmente que el paso por una universidad no asegura absolutamente nada y cada vez vemos que los títulos y los cinco años que dedicamos a una carrera valen menos porque el conocimiento se ha vuelto mucho más importante. El trabajo ideal para un joven es aquel en el que pueda adquirir nuevos conocimientos, aportar y buscar nuevas soluciones o en el que no demeriten su creatividad y sus propuestas por el afán de proteger las normas o el “así se ha hecho siempre” de una compañía.

Finalmente, me gustaría señalar que para mi generación el trabajo no es el centro de la vida, sino aquello que hacemos para poder disfrutar de ella. Tener a los jóvenes en una oficina y aguantar jornadas de siete a cinco porque sí es desperdiciar nuestro tiempo y nuestra potencialidad. Mi generación ha entendido, quizás por la pandemia, que la vida es ahora y es un ratico, por lo que cada momento cuenta. Algunos adultos deberían integrar esta filosofía a su vida y no esperar a la pensión para empezar a vivir.

El trabajo ideal para un joven no es aquel que abarca más horas de las que estamos dispuestos a dar o que va en contra de tener tiempo de esparcimiento. Nos encanta ser dueños de nuestro tiempo y de nuestro lugar de trabajo. Vemos todos los días lugares del mundo que hay que conocer, cafés o espacios de ‘coworking’ con actividades en las que queremos participar, y por ello es vital para mi generación poder tener objetivos claros y llegar a ellos por nuestros propios caminos.

Un empleador que quiera trabajar con jóvenes tendrá que asumir también que su empresa debe cambiar o resignarse a desaparecer, el relevo generacional implica una transformación en nuestra relación con el trabajo para la que los adultos parecen no estar preparados.

ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR

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Un cambio laboral

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22.01.2024

Dicen que somos una generación llena de pereza. Dicen que los jóvenes cada vez estudiamos menos, renunciamos rápido a los trabajos que exigen demasiado de nosotros y parece que estamos más enfocados en vivir una vida dionisiaca que en construir para los objetivos de una compañía, de la comunidad o de nuestro futuro. Algunos empleadores que han trabajado con ‘millennials’ y ‘centennials’ reconocen que no entienden qué nos motiva ni cómo integrarnos a la cultura organizacional y al mundo laboral. Les gustaría, sin duda, que fuésemos como ellos y, por eso, algunos nos llaman la generación perdida y ven con malos ojos nuestro cambio de mentalidad frente al trabajo. Todo eso que dicen de nuestra generación no puede estar más alejado de la realidad que vivimos y experimentamos los jóvenes.

Nuestra generación vive a otra velocidad, nos hemos creído el cuento de que podemos hacer múltiples tareas al tiempo, que debemos conocer todo lo que podamos antes de que se nos........

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