He ido a la Alta Guajira innumerables veces desde 1980. Era para mí un paraíso de paz y belleza. Mi último viaje ocurrió en las recientes Navidades. He ido viendo con tristeza cómo se ha ido degradando el turismo a nuestro emblemático desierto. Soy testigo de las cosas que narro, complementadas con los testimonios de los más antiguos y responsables dueños de las agencias de viajes de la región. Para empezar, se multiplicaron las agencias: en Riohacha hay 60, y en toda la Guajira, 140, muchas de colombianos del interior que no prestan algunas el mejor servicio.

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En la época del verano se multiplican los retenes: cuerdas tendidas por famélicos niños a lado a lado en los caminos y carreteables. Piden galletas, dulces, dinero, bolsas de agua. A veces son adultos que exigen 50.000, recogidos entre los turistas que van en las camionetas. En otras ocasiones son enmascarados en motocicleta exigiendo dinero de la peor manera. Suelen ser venezolanos. Son simplemente atracos. Es común encontrar cuatro retenes seguidos, separados cada uno por 20 metros. La Alta Guajira es el más impresionante basurero del país: toneladas de plásticos rodean las rancherías y bordean los caminos.

El que quiera tranquilidad y silencio que no vaya a La Guajira, con excepción de algunos lugares que todavía conservan su encanto. Punta Gallina es el sueño de muchos viajeros. Allí, en la bahía más bella del país se concentra ahora la montonera de turistas, de vehículos y de ruido. Sirven comida y hay alojamiento en hamacas para más de 100 personas. El lugar más codiciado por los viajeros, las Dunas de Taroa, summum de la belleza y la magia de la Alta Guajira, se ha convertido casi en una pista de carreras porque han introducido cuatrimotos que desbaratan las dunas y sus elegantes líneas, rompen el silencio y la solemnidad del entorno. Además, los nativos proporcionan a los turistas tablas para que se deslicen como si fueran pistas de esquí, todo ello acompañado con música y gritos.

El cabo de la Vela es una larga calle llena de comederos, hoteles, venta de artesanías, locales comerciales con música a todo volumen. Desde luego que hay colombianos que gustan de estos ambientes.

Últimamente el “desmadre” del turismo se inicia desde Riohacha. La mejor manera que han encontrado los habitantes de la capital para que el Gobierno escuche sus reclamaciones es cerrar las carreteras. Menudo problema se arma para las agencias de viajes y para los turistas que ven perjudicadas sus vacaciones. Los alegatos, los insultos, las trifulcas se arman entre los turistas y los manifestantes que cierran las vías.

El eterno problema de La Guajira es la falta de agua. Si hubieran querido los políticos y gobernantes, hace años habrían financiado una tubería que llevara agua de la Sierra Nevada de Santa Marta. Pero no, prefieren llevar de tiempo en tiempo carrotanques con agua y de esta manera tienen “agarrados” a los wayús para que voten por ellos. Y si a todos estos problemas añadimos que siete gobernadores de La Guajira están en la cárcel por corrupción, completamos el triste cuadro de nuestro emblemático desierto. No debería el Gobierno, me dicen, invitar en ferias internacionales a los extranjeros a que vengan a La Guajira, a ver este desastre de basura, de miseria, de hambre, de montoneras y de ruido. El Gobierno debería meter seriamente la mano al fantástico turismo de La Guajira.

* * * *

No, Luis Fernando Velasco, no se dice “veinteavos Juegos Panamericanos” (21 febrero, noticiero de Caracol). Parece que para usted es más fácil cambiar de partido y de principios que estudiar gramática. En Popayán la gente es culta, le recuerdo.

QOSHE - La Guajira, ¡ay dolor! - Andrés Hurtado García
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La Guajira, ¡ay dolor!

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13.03.2024
He ido a la Alta Guajira innumerables veces desde 1980. Era para mí un paraíso de paz y belleza. Mi último viaje ocurrió en las recientes Navidades. He ido viendo con tristeza cómo se ha ido degradando el turismo a nuestro emblemático desierto. Soy testigo de las cosas que narro, complementadas con los testimonios de los más antiguos y responsables dueños de las agencias de viajes de la región. Para empezar, se multiplicaron las agencias: en Riohacha hay 60, y en toda la Guajira, 140, muchas de colombianos del interior que no prestan algunas el mejor servicio.

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En la época del verano se multiplican los retenes: cuerdas tendidas por famélicos niños a lado a lado en los caminos y carreteables. Piden galletas, dulces, dinero, bolsas de agua. A veces son adultos que exigen 50.000, recogidos entre los turistas que van en las camionetas. En........

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