Paso unos días de descanso en Italia y no dejo de conmoverme con tantas antigüedades y el esfuerzo de la nación por conservar su historia. De hecho, los amigos que me han invitado a Piacenza me alojan en una casa que tiene una placa, ‘Palazzo Paveri Fontana’, siglo XVII, conservado en su mayor parte y con un jardín interior majestuoso que aún saca frutos milenarios y vecino de la Catedral del año 1100. Las autoridades del país tuvieron la magnífica idea de dejar abiertos por los días festivos de fin año todos los museos y entonces podemos programar visitas a sitios únicos, como ir a la vecina iglesia en Milano, la Santa Maria delle Grazie, adonde se encuentra nada menos que La última cena, del grandioso Leonado da Vinci.

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Se trata de una de las obras más reconocidas en la historia del arte, por varias razones y me mueve una personal. Cuando estudiaba mi doctorado en filosofía en este mismo país en la Universidad de la Sapienza de Roma, recibí algunas clases dedicadas a Gombrich, un gran especialista en arte del Renacimiento, y me brotan acá, en el sitio, sus recuerdos aclaratorios sobre La última cena, pues fue él quien estableció una lectura de cuatro grupos de personajes alrededor de Jesús, el eje central, y bien explica cómo Leonardo plantea el fresco en el momento de la noticia dada por Jesús de que iba a ser traicionado por alguien sentado con ellos. Gombrich explica del fresco algo excepcional, que solo vendría luego con la fotografía, y es captar el tiempo, el instante en que los apóstoles son informados de un traidor, pero el pintor también logra introducir en la obra el paisaje externo, ya que el mural posee varias ventanas que se proyectan hacia afuera, lo que vendría solo a ser algo usado en siglos venideros.

El segundo grupo de personajes está conformado, además de Judas, por Pedro y Juan. Pedro aparece, extraño, con un cuchillo, vengativo, y Juan el imberbe y afeminado fue recogido por Dan Brown en Código Da Vinci como si fuese Magdalena, mujer con quien Jesús dejaría su prole, secreto máximo de la Iglesia. Mas no solo la traición y la lujuria se desprenden del fresco, también significa la gula, la avaricia o el amor entre hermanos. Así que esta pintura genial y extraña puede ser, más allá de su enunciado religioso, el espejo del drama del ser humano, que se revive cada año que termina.

Nota: los mejores deseos a mis lectores. Prometo siempre tratar de escribir mejor para ofrecerles mis ciudades imaginadas.

ARMANDO SILVA
ciudadesimginadas@gmail.com

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‘La última cena’

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04.01.2024

Paso unos días de descanso en Italia y no dejo de conmoverme con tantas antigüedades y el esfuerzo de la nación por conservar su historia. De hecho, los amigos que me han invitado a Piacenza me alojan en una casa que tiene una placa, ‘Palazzo Paveri Fontana’, siglo XVII, conservado en su mayor parte y con un jardín interior majestuoso que aún saca frutos milenarios y vecino de la Catedral del año 1100. Las autoridades del país tuvieron la magnífica idea de dejar abiertos por los días festivos de fin año todos los museos y entonces podemos programar visitas a sitios únicos, como ir a la vecina iglesia en Milano, la Santa Maria delle Grazie, adonde se encuentra........

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