En ciudades europeas y estadounidenses se desarrolla una nueva modalidad que se inició como arte y hoy es divertimento: asustar o entretener al transeúnte. Camina uno distraído, ve un árbol pleno de flores y al pasar al frente este se mueve o salta como si tuviese vida animada. El susto es bárbaro, pero los atortolados ciudadanos se sueltan a reírse de la broma y la estatua vuelve a tomar su puesto de árbol en espera de la siguiente víctima. Son varias las estatuas vivientes.

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Las he visto en Londres, Madrid o Milán, también por redes; en las reacciones de los ciudadanos me llama la atención que las personas disfrutan ser asustadas. Algunos se caen riéndose, a veces van a adonde el arbusto vivo y le chocan la mano. ¿Por qué no genera reclamo si son asaltados en su autonomía individual? ¿Quizá las personas quieren diversión pública o les emociona que su corazón se agite y libere adrenalina al ser sorprendidas con un árbol que se mueve y habla?

Son muchas las modalidades de bromas ciudadanas que pasan por las redes, de donde los autores reciben compensaciones económicas. En São Paulo un caballero, “el viejito”, creó su estilo. Se disfraza de camarero en una lonchería y muerde la salchicha servida a un cliente que está en el baño, su compinche regresa a escena y pregunta “quién mordió mi salchicha”; el camarero-actor señala un cliente inocente. Se arma Troya. Queda grabado y se sube a Facebook.

En el metro de Nueva York hay otra modalidad de interacción con los ciudadanos. Se sube un joven con un bebé de brazos y se estaciona al frente de alguien. Este incauto se impresiona del joven tan cariñoso con su bebé y le cede el puesto. Una vez ello, el actor descubre los trapos que envolvían a supuesto bebé y deja ver que es una burla. Los pasajeros se mueren de la risa. Antecesoras de estas bromas urbanas son las estatuas de artistas callejeros. Los domingos sobre la carrera 7.ª de Bogotá hay desfile de expresidentes o personajes de TV congelados en espera de alguna moneda.

¿Son arte estas bromas en las urbes? Más bien parece una variante cercana al circo y la mímica. En cierta forma el espacio púbico es muy serio; la gente circula segura de su intimidad y la regla es no intervenir en el otro. Lo que hacen estos nuevos actores urbanos es relajar el ambiente, provocar una complicidad entre ciudadanos anónimos. Hacer reír a la gente no está mal, sorprende es que la mayoría está dispuesta a gozar la burla. ¿Cambio en la concepción moderna del espacio público?

ciudadesimaginadas@gmail.com

QOSHE - Bromas ciudadanas - Armando Silva
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Bromas ciudadanas

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23.03.2024
En ciudades europeas y estadounidenses se desarrolla una nueva modalidad que se inició como arte y hoy es divertimento: asustar o entretener al transeúnte. Camina uno distraído, ve un árbol pleno de flores y al pasar al frente este se mueve o salta como si tuviese vida animada. El susto es bárbaro, pero los atortolados ciudadanos se sueltan a reírse de la broma y la estatua vuelve a tomar su puesto de árbol en espera de la siguiente víctima. Son varias las estatuas vivientes.

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Las he visto en Londres, Madrid o Milán, también por redes; en las reacciones de los........

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