Cuatro años.

Han pasado cuatro años desde que el mundo comenzó a despertarse frente a la pandemia que se vino encima. No es fácil distinguir el tiempo físico transcurrido desde entonces de los tiempos sicológicos que marcan con frecuencia el ritmo de nuestras vidas.

(También le puede interesar: De Bukeles y Maduros)

Una eternidad, para unos. Como si fuera ayer, para otros.

Al cumplirse un año más, vuelvo a repasar el Diario de Wuhan, que la escritora Fang Fang publicara online cada medianoche, desde que las autoridades chinas decretaran el confinamiento de la población el 25 de enero de 2020.

Es un triste registro de las muertes causadas por el covid-19 en Wuhan. Es también un testimonio valioso de las respuestas gubernamental y ciudadana ante una crisis pavorosa. Y es, además, un manifiesto extraordinario del poder de sobrevivencia humana ante tanta calamidad.

“Hoy las malas noticias siguen llegando”, escribió el 15 de febrero: “el virus acabó con una familia entera”.

En esa fecha, su diario comenzaba con una sabia reflexión: “Solo cuando vivimos en tiempos de emergencia, todo el bien y el mal de la naturaleza humana salen a la superficie”. Su voz crítica iba acompañada de mensajes que buscaban levantar el espíritu: “Afortunadamente, mientras el mal levanta su fea cabeza, el rostro del bien se eleva aún más”.

Es en verdad un pasado bien presente, sobre todo frente al dolor de haber perdido seres queridos. Y es un pasado bien presente porque aún estamos por asimilar todas las consecuencias de la pandemia.

La confusa noción del tiempo en momentos de la pandemia quedó registrada en el Diario de Fang Fang: “No puedo recordar cuántos días han pasado desde que se inició la cuarentena”, anotó el 16 de febrero. Aquel día, los rayos del sol, a pesar de los horrores del invierno, le infundían ánimos: el clima era “tan hermoso que podría ser primavera”.

El Diario de Wuhan ha ocupado un lugar especial en mi biblioteca, con otros libros que adquirí sobre la pandemia durante los largos períodos de confinamiento.

Son pocos y no los he leído todos. Los conservo en aquel rincón como archivo para la memoria sobre un pasado no tan distante pero que a ratos parece eterno, cerca de un montón algo desordenado de todas las revistas y recortes de prensa que acumulé en aquellos momentos y de los que me cuesta trabajo desprenderme.

Es en verdad un pasado bien presente, sobre todo frente al dolor de haber perdido seres queridos. Y es un pasado bien presente porque aún estamos por asimilar todas las consecuencias de la pandemia.

Su impacto en la educación infantil del momento, como observara una reciente edición de The Economist, apenas se entiende (5/12/2023). Un blog del Banco Mundial lo expresó en términos dramáticos: estaríamos “perdiendo una generación”. La dimensión de los problemas de salud mental como efecto de la pandemia es insospechada. Como es un misterio la cura para el “covid prolongado” que sigue aquejando a tantos.

Tampoco tenemos claridad sobre el impacto de largo plazo que la pandemia tendrá en la economía, la política, el orden internacional.

“Vivimos en una nueva era”, nos dice Fareed Zakaria en un libro al que regresaré (Ten Lessons for a Post-Pandemic World, 2021). En respuesta al coronavirus, los países “encerraron sus economías y sociedades” en una experiencia “sin precedentes en la historia humana”.

Zakaria identifica varias lecciones que merecen mayor atención: sobre el papel de los gobiernos y los mercados, sobre la globalización, sobre la bipolaridad del orden mundial, sobre la naturaleza social del ser humano, sobre nuestra nueva vida digital...

“Los días más oscuros, más trágicos, más dolorosos han quedado atrás de nosotros”, escribió Fang Fang en algún momento de su Diario, cuyas páginas sirven de alerta, como haciéndole eco al mensaje final de la novela de Albert Camus: contra la peste de Orán no había “victoria definitiva”.

EDUARDO POSADA CARBÓ

(Lea todas las columnas de Eduardo Posada Carbó en EL TIEMPO, aquí)

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Cuatro años y la eternidad

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16.02.2024

Cuatro años.

Han pasado cuatro años desde que el mundo comenzó a despertarse frente a la pandemia que se vino encima. No es fácil distinguir el tiempo físico transcurrido desde entonces de los tiempos sicológicos que marcan con frecuencia el ritmo de nuestras vidas.

(También le puede interesar: De Bukeles y Maduros)

Una eternidad, para unos. Como si fuera ayer, para otros.

Al cumplirse un año más, vuelvo a repasar el Diario de Wuhan, que la escritora Fang Fang publicara online cada medianoche, desde que las autoridades chinas decretaran el confinamiento de la población el 25 de enero de 2020.

Es un triste registro de las muertes causadas por el covid-19 en Wuhan. Es también un testimonio valioso de las respuestas gubernamental y ciudadana ante una crisis pavorosa. Y es, además, un manifiesto extraordinario del poder de sobrevivencia humana ante tanta calamidad.

“Hoy las malas noticias siguen llegando”, escribió el 15 de febrero: “el virus acabó con una familia........

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