La crisis democrática en Estados Unidos se origina en una institución a primera vista simple: la reelección presidencial.

Al tema no se le presta debida atención. En parte, por la tendencia de buscar explicaciones estructurales a los problemas. En parte, porque se piensa que lo democrático es permitir que el pueblo decida con su voto el dilema reelectoral.

Sobre todo, la falta de reflexión acerca de la materia se funda en la prolongada estabilidad del sistema político estadounidense, que por tanto tiempo se identificó como el “modelo” para las democracias presidenciales. Si el modelo había funcionado desde George Washington (sería el razonamiento), ¿para qué cambiarlo?

Entre quienes comenzaron a estudiar de manera sistemática los desarrollos políticos de Estados Unidos existieron prontas dudas sobre las bondades de la reelección presidencial. Entre ellos, la voz quizás más crítica de dicha institución haya sido la de uno de los fundadores de la ciencia política moderna: Alexis de Tocqueville.

La propia lógica reelectoral estaría detrás del mal, pues el deseo de permanecer en el poder se convierte en el principal objetivo presidencial.

Las críticas de Tocqueville no están en cualquier texto. Se encuentran en su famoso libro La democracia en América, en su primer volumen, publicado en 1835.

Tocqueville reconocía que, en principio, parecería “contrario a toda razón prevenir la elección por segunda vez del Ejecutivo”. Se “privaría” así “a los ciudadanos de la mejor forma de asegurar la prosperidad y la seguridad” de la comunidad, frente a líderes de comprobado talento y experiencia, en particular ante tiempos difíciles.

No obstante, Tocqueville señaló con énfasis que las razones en contra de la reelección eran más poderosas: “Cuando el jefe del Estado puede ser reelegido”, los “vicios naturales de los gobiernos electivos” se “elevan a gran altura y amenazan la misma existencia del país”.

La propia lógica reelectoral estaría detrás del mal, pues el deseo de permanecer en el poder se convierte en el principal objetivo presidencial. Al entrar en la competencia, el jefe del Ejecutivo se apropia de “las fortalezas del gobierno para sus propios propósitos”: sus “intereses personales desplazan el interés público”. De paso, se “degrada” la misma “moralidad política del pueblo”.

Según Tocqueville, la reelección es una peligrosa premisa para la democracia: una institución que “fomenta el crecimiento del cáncer interno debe resultar fatal al final, aunque sus malas consecuencias no sean inmediatamente percibidas”.

Podría claro argumentarse que las predicciones de Tocqueville fueron desacertadas. La continuidad del sistema estadounidense, casi dos siglos después de la publicación de su libro, así lo mostraría. Pero habría que examinar otras razones para explicar dicha “estabilidad”, incluida la expansión imperial norteamericana. Cualesquiera fuesen esas razones, las observaciones de Tocqueville siguen siendo válidas.

Los intentos reelectorales de Trump durante su primera administración y los episodios de la toma del Capitolio por sus seguidores en enero de 2021 encajan muy bien en el razonamiento de Tocqueville.

No todos los presidentes en el poder se comportan como Trump. La lógica “perversa” de la reelección identificada por Tocqueville pone a prueba a todo presidente que busque ser reelegido –como es el caso de Biden–. Existen otras razones contra la reelección, no identificadas por Tocqueville, que merecen seria consideración, como la necesidad de la alternancia.

Y es que en la disputa electoral de Estados Unidos este año parecen sumarse todos los males de la institución reelectoral: un candidato que aspira a regresar a la presidencia con intenciones de revancha autoritaria, y otro en el poder que impide renovaciones en el liderazgo democrático.

EDUARDO POSADA CARBÓ

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Reelección y crisis

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02.02.2024

La crisis democrática en Estados Unidos se origina en una institución a primera vista simple: la reelección presidencial.

Al tema no se le presta debida atención. En parte, por la tendencia de buscar explicaciones estructurales a los problemas. En parte, porque se piensa que lo democrático es permitir que el pueblo decida con su voto el dilema reelectoral.

Sobre todo, la falta de reflexión acerca de la materia se funda en la prolongada estabilidad del sistema político estadounidense, que por tanto tiempo se identificó como el “modelo” para las democracias presidenciales. Si el modelo había funcionado desde George Washington (sería el razonamiento), ¿para qué cambiarlo?

Entre quienes comenzaron a estudiar de manera sistemática los desarrollos políticos de Estados Unidos existieron prontas dudas sobre las bondades de la reelección presidencial. Entre ellos, la voz quizás más crítica de dicha institución haya sido la de uno de los fundadores de la ciencia política moderna:........

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