En un viaje organizado por una fundación a Alemania me tocó por casualidad como compañero de cena a un exmiembro del gabinete de la alcaldía de Petro en Bogotá. Su experiencia no había sido muy afortunada. La comunicación con el alcalde fue mínima. No resistí la tentación, le pregunté por Petro. El exsecretario era un político con experiencia. Sabía que no podía ventilar con un desconocido las razones de su disgusto, pero tampoco podía dar una respuesta que simulara que todo fue normal.

(También le puede interesar: La posinsurgencia)

Años después pude comprender qué quería decir con la respuesta escueta que me dio: “Gustavo Petro es un hombre muy solo”. Se habla mucho de la soledad del poder, un tema recurrente en la literatura. En los discursos que Petro acaba de dar en el Pacífico se alcanza a percibir la dimensión en pleno de la soledad del poder. El presidente Petro parecía estar hablándose más a sí mismo que a la gente del Pacífico, que a los colombianos. Son monólogos en que se reafirma en sus convicciones más profundas. Cualquier dato que corrobore que el mundo se encuentra rumbo a una debacle por el clima, la ruina, las migraciones, las guerras, es una señal de que la interpretación que hace de la situación es verdadera. En consecuencia, la solución política que propone es la correcta. Está en el camino cierto para evitar el apocalipsis.

A la vez, están las dudas y las culpas, así pretenda disimularlas. Los resultados del gobierno del cambio son pobres. Así trate de encontrar y acomodar cifras, la gestión no acompaña la narrativa de la transformación social. La paz total suena a la relojería de una bomba de tiempo, el sistema de salud está en rojo, la economía está grogui y, lo más frustrante, las reformas sociales no alcanzan consenso ni en el Congreso ni en la sociedad.

Es una manera de hacer política compatible con su imagen propia de salvador de gentes. Una manera que ha probado ser muy efectiva para él, un hombre solo.

Los regaños a sus ministros ya no son a puerta cerrada. El hombre solo no esconde su desesperación por la incapacidad de solucionar los problemas de la gente.

Responsabiliza a sus ministros, al mismo tiempo refleja sus deficiencias para liderarlos como equipo hacia una causa común. Hubo una confesión, algo muy extraño en Petro, quien no suele admitir errores, sobre el acueducto de Quibdó: “La verdad, estoy desconociéndome. No puede ser, eso es lo primero en el primer día de entrar a un despacho ministerial (...). ¿Dónde están los acueductos de la gente pobre?, porque es el agua, la condición básica de existencia”.Entonces apela a la indulgencia. Habla de que la transformación social toma tiempo. Un gobierno no es suficiente, se requieren varios gobiernos progresistas. La oligarquía, las élites, la derecha, las mafias, los de siempre, no dejan hacer los cambios. Destituyen a sus ministros, criminalizan a su familia. Han inoculado sus estructuras de poder en la burocracia que maneja el Estado y en las mentes de la gente del común. Eso no se resuelve de un día para otro. “Hay que ganar las elecciones de 2026”.

Es un monólogo en que Petro se habla a sí mismo. Sospecho que lo hace de manera genuina. Pero, por supuesto, se habla a sí mismo en voz alta para que el país lo oiga. Es una manera de hacer política compatible con su imagen propia de salvador de gentes. Una manera que ha probado ser muy efectiva para él, un hombre solo.

Para la oposición son señales. Convertirlo en un mártir mediante la persecución judicial es hacerle un favor. Ya el procurador Ordóñez lo salvó de la debacle de gestión en la alcaldía de Bogotá cuando lo destituyó. Le regaló una causa ante el pueblo. Caer en los debates sobre modelos económicos y políticos de sociedad, como propuso Milei, es entrar en la arena de monólogos filosóficos donde Petro está cómodo.

Su lado flaco es la realidad. La gente se agota esperando la redención mientras ve cómo sus condiciones de vida empeoran a medida que se deteriora la capacidad de gestión del Estado.

GUSTAVO DUNCAN

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Un hombre solo

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31.01.2024

En un viaje organizado por una fundación a Alemania me tocó por casualidad como compañero de cena a un exmiembro del gabinete de la alcaldía de Petro en Bogotá. Su experiencia no había sido muy afortunada. La comunicación con el alcalde fue mínima. No resistí la tentación, le pregunté por Petro. El exsecretario era un político con experiencia. Sabía que no podía ventilar con un desconocido las razones de su disgusto, pero tampoco podía dar una respuesta que simulara que todo fue normal.

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Años después pude comprender qué quería decir con la respuesta escueta que me dio: “Gustavo Petro es un hombre muy solo”. Se habla mucho de la soledad del poder, un tema recurrente en la literatura. En los discursos que Petro acaba de dar en el Pacífico se alcanza a percibir la dimensión en pleno de la soledad del poder. El presidente Petro parecía estar hablándose más a sí mismo que a la gente del Pacífico, que a los colombianos. Son monólogos en que se reafirma en........

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