“Con los recientes hechos del Palacio de Justicia, perdimos todos”, dijo algún reconocido analista la semana pasada. No nos equivoquemos. Perdió el Gobierno, cuyo llamado al alzamiento tuvo implicaciones indeseables de las cuales no se puede lavar las manos. Perdieron los operadores políticos del Ejecutivo, que minaron la confianza entre esa rama del poder público y la Judicial, repitiendo una historia que sabemos cómo comienza y cómo acaba. Perdieron los que intentaron minimizar la gravedad de los acontecimientos. Perdieron los que querían hacer ver a la Corte como un palo en la rueda del cambio o una institución compuesta por mafiosos defendiendo intereses de otros mafiosos.

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“Socializar las pérdidas” me parece un ejercicio oportunista para querer salvar a quienes de verdad perdieron.

Por el contrario, a pesar de lo doloroso que resulta ver las imágenes de unos hampones dándole patadas a una cerca para poder acceder a la sede de la justicia en Colombia y bloquear la entrada y salida de funcionarios de la Rama Judicial, lo que sucedió el jueves 8 de febrero deja también un interesante saldo democrático al que deberíamos prestarle atención.

La Corte Suprema de Justicia hoy luce más sólida que nunca y más consciente también de la responsabilidad que tiene. Ignoro cuánto tiempo más tardará la elección de fiscal, pero de lo que sí estoy seguro es de que el alto tribunal ha asumido este desafío con dignidad y que las presiones de todos los lados han hecho que los magistrados se den cuenta de lo trascendental de la determinación como para quedarse en pequeñeces y fragmentarse en bloques.

Se equivoca el presidente Petro hablando de un estado de lawfare o utilización del aparato de la justicia en su contra. Una afirmación como esa solo constituye una nueva ofensa contra la Corte porque supone que esta se dejaría instrumentalizar para atacar a su gobierno. Pierde otra vez con esa afirmación el señor Presidente.

Se equivoca el presidente Petro hablando de un estado de lawfare o utilización del aparato de la justicia en su contra. Una afirmación como esa solo constituye una nueva ofensa contra la Corte.

Alzamientos como el de ese día dejan claro, adicionalmente, que solo unos pocos le apuestan al caos y que la gran mayoría de colombianos, como quedó expuesto en redes sociales y en comentarios de boca de la gente, no quieren que vuelvan esas conductas disfrazadas de protesta legítima y solicitan una oportuna contención frente a los desmanes. Gana el valor de la autoridad y pierden los que creen que la violencia es legítima para presionar los supuestos cambios.

Recordarnos como sociedad la importancia de la movilización pacífica, pero diferenciarla de la patanería con la que llegaron muchos azuzados a la Corte, es indispensable. Quienes justifiquen la violencia pierden, lo mismo que quienes insisten tercamente en que el jueves anterior “nada pasó”.

Pero además, lo que ha sucedido servirá para que los funcionarios que queden en el encargo durante los días de la interinidad entiendan que deben ser más cuidadosos en sus actuaciones y pronunciamientos y los convoca a atarse estrictamente a lo que diga la ley porque los reflectores están más puestos que nunca sobre ellos.

En este capítulo, que hace parte de una historia que está lejos de su final, hay un saldo democrático, como dije antes, que bien entendido permite a las instituciones ganar solidez; al país, entender que solo mediante el fortalecimiento de estas encontraremos salidas a los problemas que nos aquejan, y les recuerda a los que le apuestan a la desinstitucionalización que la gente no es boba y que estos episodios hacen que valoremos más la independencia de los poderes, la importancia de la justicia y la calidad de los debates que enriquecen la discusión pública.

No nos dejemos meter el cuento de que aquí todos perdimos, que todos somos responsables del caos o todos somos culpables de la desestabilización, porque esa es la manera en que los que de verdad están quedando mal quieren librarse de sus culpas. Ellos perdieron.

JOSÉ MANUEL ACEVEDO

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¿Quiénes perdieron?

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13.02.2024

“Con los recientes hechos del Palacio de Justicia, perdimos todos”, dijo algún reconocido analista la semana pasada. No nos equivoquemos. Perdió el Gobierno, cuyo llamado al alzamiento tuvo implicaciones indeseables de las cuales no se puede lavar las manos. Perdieron los operadores políticos del Ejecutivo, que minaron la confianza entre esa rama del poder público y la Judicial, repitiendo una historia que sabemos cómo comienza y cómo acaba. Perdieron los que intentaron minimizar la gravedad de los acontecimientos. Perdieron los que querían hacer ver a la Corte como un palo en la rueda del cambio o una institución compuesta por mafiosos defendiendo intereses de otros mafiosos.

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“Socializar las pérdidas” me parece un ejercicio oportunista para querer salvar a quienes de verdad perdieron.

Por el contrario, a pesar de lo doloroso que resulta ver las imágenes de unos hampones dándole patadas a una cerca para poder acceder a la sede de la justicia en Colombia y bloquear la........

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