América Latina pasa por uno de sus peores momentos en materia de construcción de confianza y credibilidad de sus líderes y sus instituciones. De acuerdo con el estudio secuencial del Latinobarómetro que comprende de 2008 a 2023, si en un año como el 2013, 8 de cada 10 latinoamericanos expresaba que, a pesar de sus problemas cotidianos, la democracia era el mejor sistema de gobierno, esa misma medición cayó a solo 6 de cada 10 personas en 2020, mostrando una preocupante percepción de la gente frente a sus sistemas democráticos.

El mismo Latinobarómetro nos muestra que en el periodo de 2009 a 2018 solo 1 de cada 5 personas expresó confianza en sus gobiernos. Otra vez la confianza parece destruida en buena parte del continente, llegando, por estos días, si acaso al 20 por ciento.

El Pnud, en documento publicado el año pasado, decía que “a principios de la década de 2000, América Latina fue la segunda región menos polarizada del mundo. Sin embargo, a partir de 2015 la polarización comenzó a crecer más rápido que el promedio mundial. Hoy, América Latina se encuentra entre las regiones más polarizadas del mundo”, según este estudio denominado ‘Conmigo o en mi contra’.

Todas esas peleas de gallos finos, esas bravuconadas de redes sociales, esos pulsos de poder, esas amenazas cruzadas de revocatoria o refrendación de mandatos tienen consecuencias hondas en la construcción de confianza y alejan a los países de sus metas comunes para, en cambio, afincar a la gente en bandos irreconciliables que paralizan a la ciudadanía en la agenda de país que mínimamente deberíamos compartir.

En Colombia, el llamado a una constituyente, aunque legal y legítimo, ha dejado ya las primeras rupturas graves. Que un presidente convoque a más de 80 líderes regionales para hablar de un tema tan importante como el precio exorbitante de la energía en la costa Caribe y que solo lleguen 12, muestra un profundo resquemor que, en vez de ser abordado con serenidad y tino, tuvo una respuesta todavía más compleja: el Presidente decidió convocar a otra reunión, pero esta vez “en clave de constituyente”, y alcaldes como Dumek Turbay, de Cartagena, le contestaron al primer mandatario “que no aceptarán que se politice un asunto eminentemente técnico”.

Por su parte, los antioqueños decidieron comenzar una ‘vaca’ para pagar lo que hace falta en la construcción de sus vías y túneles. Bien por ellos, que no se quedaron esperando la respuesta del Gobierno Nacional para avanzar, pero, en el agregado, el saldo de una decisión como esas es pésimo: pone de relieve la destrucción de confianza entre los gobiernos regionales y la Nación y demuestra el fraccionamiento de un trabajo que bien podría hacerse en conjunto para que concluya más rápidamente.

Al mismo tiempo, se desdeña de la opinión pública; se acepta solo la deliberación si es para darle la razón al líder de cada orilla; se degrada el debate lanzando señalamientos que, no importa si son verdaderos o injuriosos, quedan tristemente en el aire, despreciando el valor de la evidencia y la carga factual; lo mismo si es el Presidente acusando a un exministro de haber dejado perder 1,5 billones de pesos de la educación o si es un delincuente como ‘Iván Mordisco’ diciendo que el primer mandatario recibió su apoyo en campaña sin mostrar una sola prueba en ambos casos. Se cree en lo que conviene, no en lo que es verdadero y cierto.

Y en la mitad de todo estamos los medios de comunicación, que todavía podemos abrir las puertas y amplificar las voces de quienes quieren construir entendimiento sin acallar las diferencias y seguir empujando la idea de que Colombia es mucho más que sus líderes de ocasión. La confianza está destruida. Podemos quedarnos lamentándolo o haciendo algo para volver a alimentarla. Esa es la decisión.

JOSÉ MANUEL ACEVEDO M.

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La confianza destruida

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26.03.2024
América Latina pasa por uno de sus peores momentos en materia de construcción de confianza y credibilidad de sus líderes y sus instituciones. De acuerdo con el estudio secuencial del Latinobarómetro que comprende de 2008 a 2023, si en un año como el 2013, 8 de cada 10 latinoamericanos expresaba que, a pesar de sus problemas cotidianos, la democracia era el mejor sistema de gobierno, esa misma medición cayó a solo 6 de cada 10 personas en 2020, mostrando una preocupante percepción de la gente frente a sus sistemas democráticos.

El mismo Latinobarómetro nos muestra que en el periodo de 2009 a 2018 solo 1 de cada 5 personas expresó confianza en sus gobiernos. Otra vez la confianza parece destruida en buena parte del continente, llegando, por estos días, si acaso al 20 por ciento.

El Pnud, en documento publicado el año pasado, decía que “a principios de la década de 2000, América Latina fue la segunda región menos polarizada del mundo. Sin embargo, a partir........

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