Ahora que el Congreso de la República reanuda sus labores habrá que echarle más ojo que nunca a lo que hagan los senadores con las reformas presentadas por el Gobierno. De la reforma de la salud, algunos dijeron que pasaría en la Comisión Séptima de la Cámara, pero que luego naufragaría en la plenaria de la misma corporación. El pronóstico de los más confiados falló.

(También le puede interesar: ¿Quiénes perdieron?)

La reforma fue aprobada el año pasado en sus dos primeros debates, dándole gusto en todo al Gobierno. Entonces varios representantes a la Cámara aseguraban en voz baja: “Aprobémosla aquí que, en cualquier caso, se caerá en el Senado”.

Mientras eso decían, los operadores políticos del Gobierno se movían con sagacidad en una negociación al menudeo que dejaba descolocados e impotentes a los jefes de los partidos políticos que habían pedido no aprobar el texto presentado.

Amparados en su bajo reconocimiento en la opinión pública nacional, los parlamentarios provenientes de las regiones fueron pupitreando los artículos, sin detenerse en las consecuencias de que nadie controlará ni fiscalizará los recursos de la salud; sin importarles que los políticos serán dueños absolutos de los directores de los hospitales y sin reparar en el hecho de que nos devolveremos 30 años a un sistema ineficiente en el que el inhumano ‘paseo de la muerte’ era pan de cada día.

Ahora, la trágica sucesión de hechos podría completarse en el Senado. Algunos miembros de la Comisión Séptima estarían tentados a recibir la mermelada del Gobierno y votar favorablemente la reforma argumentando que, en todo caso, en la plenaria de esa corporación la ley se va a hundir. Lo peor es que en esa plenaria varios piensan con la misma lógica: “Aprobémosla que, de todas maneras, la Corte Constitucional la va a tumbar cuando llegue a su conocimiento”.

La chequera del Gobierno –más con tanta burocracia que se ha creado– es con frecuencia irresistible para varios de esos parlamentarios.

Ese razonamiento resulta muy peligroso. En un país de políticos irresponsables y oportunistas, no es raro que reciban las gabelas del Gobierno, se escuden en el argumento de que, al final, alguien –que no son ellos– hundirá la reforma y terminen haciéndole un daño al país que no tiene nombre. A esa trágica sucesión de acontecimientos es a la que me refiero con el título de esta columna.

Entretanto, el Gobierno Nacional ya ha dado todas las muestras de no querer negociar ninguno de los artículos críticos y, en su empeño por sacar adelante esta reforma, no ahorrarán esfuerzos para ‘consentir’ a los parlamentarios como en los peores momentos de la democracia transaccional, que tanto habían prometido cambiar.

Es verdad: los senadores son más sensibles a lo que diga la opinión. La construcción de sus carreras políticas depende de un voto continuo de electores nacionales que miran más juiciosamente lo que hacen sus congresistas. Sin embargo, la chequera del Gobierno –más con tanta burocracia que se ha creado– es con frecuencia irresistible para varios de esos parlamentarios.

¿Se van a lavar las manos todos esperando a que la Corte Constitucional tumbe la reforma? Muchos piensan así, y no es tan claro que para cuando la reforma sea demandada ante la Corte, el alto tribunal pueda encontrar caminos jurídicos y echarla para atrás o, si lo hace, es probable que cuando se pronuncie de fondo ya varios de los aspectos nefastos de la nueva ley se hayan implementado para mal de la salud de los colombianos.

Por supuesto que el sistema necesita mejoras. Es obvio que la idea de fortalecer la atención primaria en algunos municipios tiene que ponerse a andar y que a las EPS “hay que limarles las uñas sin cortarles la cabeza”, como le oí a uno de los congresistas más curtidos. Pero acabarlo todo para darle paso a un nuevo sistema lleno de improvisaciones y politiquería no es el camino. ¿Será evitable esta trágica sucesión?

JOSÉ MANUEL ACEVEDO

(Lea todas las columnas de José Manuel Acevedo en EL TIEMPO, aquí)

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Trágica sucesión

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20.02.2024

Ahora que el Congreso de la República reanuda sus labores habrá que echarle más ojo que nunca a lo que hagan los senadores con las reformas presentadas por el Gobierno. De la reforma de la salud, algunos dijeron que pasaría en la Comisión Séptima de la Cámara, pero que luego naufragaría en la plenaria de la misma corporación. El pronóstico de los más confiados falló.

(También le puede interesar: ¿Quiénes perdieron?)

La reforma fue aprobada el año pasado en sus dos primeros debates, dándole gusto en todo al Gobierno. Entonces varios representantes a la Cámara aseguraban en voz baja: “Aprobémosla aquí que, en cualquier caso, se caerá en el Senado”.

Mientras eso decían, los operadores políticos del Gobierno se movían con sagacidad en una negociación al menudeo que dejaba descolocados e impotentes a los jefes de los partidos políticos que habían pedido no aprobar el texto presentado.

Amparados en su bajo reconocimiento en la opinión pública nacional, los parlamentarios........

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