Que el mundo estuvo siempre mal es algo que se sabe desde la más remota antigüedad, como lo dijo Enrique Santos Discépolo en su célebre tango Cambalache: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también...”. Lo mismo decía, tal vez en el año 1800 antes de Cristo, el autor de los Lamentos de Ipuur, un egipcio que maldice el tiempo en el que vive y los que hubo antes y los que vendrán.

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Pero también, desde siempre, hubo noticias que alegraban el alma de la gente, al menos ayudaban a paliar un poco y a matizar y a contener, hasta donde fuera posible, el alud incesante y asfixiante de malas nuevas y cosas horribles e inútiles que ocurren a diario, a toda hora, a cada instante, porque además hay quienes se solazan en difundir y en exaltar, diría uno que incluso en prometer lo triste y lo ruin.

Ayer sentí eso al ver en todas partes la noticia deslumbrante y feliz del desciframiento, por fin, del texto completo de uno de los rollos petrificados de la biblioteca de Herculano, la mayoría de cuyos papiros pertenecieron, según la leyenda, al suegro de Julio César. Esos libros quedaron congelados en el tiempo hace casi dos mil años cuando la erupción del Vesubio y ahora por fin empezaremos a leerlos y a descubrir todo lo que latía y bullía en ellos.

A veces hay buenas noticias de verdad, generosas, felices, amables y en apariencia banales.

Ya en octubre pasado, el mismo día en que salió Now and then, la última canción de los Beatles, se anunció que gracias a un complejo procedimiento tecnológico en el que concurren los rayos X y la inteligencia artificial, igual que en la canción que revivió la voz de John Lennon, una palabra de esos papiros impenetrables pudo leerse con toda claridad, la palabra “púrpura”, el color más valioso de la Antigüedad porque era el símbolo del poder y la grandeza.

Pero ahora no es una palabra sola sino un texto entero, desentrañado gracias a la generosidad de un emprendedor que se llama Nat Friedman y que hace un año convocó un concurso, dotado con setecientos mil dólares, para quien diseñara un método que permitiera adentrarse en los papiros de Herculano y poder leer su contenido, nunca mejor dicho. Un grupo de ingenieros de sistemas, liderado por un egipcio que vive en Berlín, lo logró y ayer recibieron el premio.

Se trata de un descubrimiento revelador, revolucionario, en el verdadero sentido de esa palabra devaluada y ruinosa, no porque antes no se conocieran al menos algunos fragmentos de los papiros de Herculano, que sí, sino porque ahora se abre el camino para poder leer la gran mayoría de ellos, sacudir y explorar la única biblioteca completa de la Antigüedad que llegó hasta nuestros días, con todo lo que eso significa.

Para empezar, significa una cosa, y es que nada tiene más futuro que el pasado; el progreso ensancha el horizonte del conocimiento y de la experiencia humana, los lleva hacia adelante de manera insospechada, casi milagrosa, pero su luz alumbra cada vez con mayor precisión lo que alguna vez fue, como esos grandes descubrimientos astrofísicos que van avanzando en el tiempo, día tras día, y nos permiten llegar cada vez más lejos en la historia del universo.

Me parece una idea más que justa: el progreso jalona no solo el futuro, lo nombra, sino también el pasado, le da sentido y lo va llenando de color, lo define muchísimo más, como las fotos de los planetas más remotos que antes eran apenas una presencia difusa, una intuición ya de suyo increíble y emocionante, y que ahora podemos ver con precisión y detalle alucinantes, igual que una bola de billar.

Pero significa otra cosa el desciframiento del papiro de Herculano, y es que a veces hay buenas noticias de verdad, generosas, felices, amables y en apariencia banales.
Así fue siempre, en el quinientos seis y en el dos mil también.

JUAN ESTEBAN CONSTAÍNwww.juanestebanconstain.com

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Buenas nuevas

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08.02.2024

Que el mundo estuvo siempre mal es algo que se sabe desde la más remota antigüedad, como lo dijo Enrique Santos Discépolo en su célebre tango Cambalache: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también...”. Lo mismo decía, tal vez en el año 1800 antes de Cristo, el autor de los Lamentos de Ipuur, un egipcio que maldice el tiempo en el que vive y los que hubo antes y los que vendrán.

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Pero también, desde siempre, hubo noticias que alegraban el alma de la gente, al menos ayudaban a paliar un poco y a matizar y a contener, hasta donde fuera posible, el alud incesante y asfixiante de malas nuevas y cosas horribles e inútiles que ocurren a diario, a toda hora, a cada instante, porque además hay quienes se solazan en difundir y en exaltar, diría uno que incluso en prometer lo triste y lo ruin.

Ayer sentí eso al ver en todas partes la noticia deslumbrante y feliz del desciframiento, por fin,........

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