De todas las cuentas que sigo en Twitter (decirle “X” me parece una claudicación inmoral) quizás la que más me gusta es la de una mujer que se llama “Bobbie” y que se declara “perdida en el tiempo” y que en lo fundamental pone allí, casi todos los días, fotos y videos antiguos, la mayoría de ellos hechos en Inglaterra o en los Estados Unidos, aunque a veces también en Francia, a finales del siglo XIX o a principios del siglo XX.

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El mundo no había vivido todavía la pérdida de la inocencia de las dos guerras mundiales entre 1914 y 1945, lo que para muchos autores es en realidad solo una guerra brutal y partida en dos etapas, dos temporadas, una especie de ‘guerra de los treinta años’ que inaugura y define la historia contemporánea, y eso se ve en esas imágenes de la cuenta de Twitter que comento: un profundo e irredimible candor, una enternecedora e inconsciente alegría de vivir.

Observar desde el futuro esas caras, esas sonrisas que no sabían lo que les corría pierna arriba, es casi un acto de sadismo involuntario, pues lo que uno ve allí es más bien lo que no está todavía, lo que aún no ha llegado, lo que faltaba por venir. Es inevitable pensar cuántos de esos niños que se ríen y corren tras un balón o que miran incrédulos a la cámara morirán después en el Somme, en la mal llamada “gripa española”, en los bombardeos aéreos de los nazis.

Lo más impresionante son sin duda los videos, porque las fotos, en su quietud, de alguna manera congelan el alma de quienes están en ellas y eternizan ese instante, esa vida que se resume y se concentra allí y que para un extraño es como si careciera por completo de contexto y de historia, aunque siempre nos los imaginamos, valga el verbo: vemos una instantánea de otra época y tratamos, sin excepción, de extraer de ella todas las novelas que contiene.

Los videos, en cambio, las imágenes en movimiento, nos conectan hasta lo más profundo con sus protagonistas, incluso con sus actores de reparto y sus extras. Porque además la presencia de una cámara tenía que ser en aquel momento una absoluta rareza, y la actitud de todos los que la atraviesan es de asombro y fascinación, diría uno que de desafío, porque no hay quien no se quede mirándola de frente al menos por un par de segundos.

De hecho esa es la leyenda que “Bobbie” (@bo66ie29) pone casi siempre al subir sus fotos y sobre todo sus videos: “Nos saludan desde el pasado”. Y de verdad es como si se estableciera un intenso diálogo a través del tiempo, esa máquina del tiempo que es la historia, entre esa gente que está allí y nosotros, que la vemos desde un futuro que entonces era apenas una quimera y una utopía: una gran pregunta que late en esos ojos que se asoman en lo que vendrá.

Lo que más me inquieta siempre son las miradas, aquí acabo de entrar a verlas otra vez. Por ejemplo las de esos londinenses en 1931 que se paran ante la cámara como si fuera un prodigio, y tenía que serlo, y la contemplan maravillados y nerviosos, con una sonrisa incontrolable que es la del primer encuentro con lo desconocido. Hay ancianos, niños, todos los hombres con sombrero y abrigo oscuro y largo, mujeres que llevan bebés en sus brazos.

Insisto: las fotos destilan una incurable sensación de eternidad mientras que los videos humanizan mucho más a quienes los atraviesan y cargan a cuestas con su vida, que por esos pocos segundos parecería que se nos revela en su totalidad, o al menos nos la imaginamos, la intuimos, vamos de cara en cara inventando un destino que gracias al movimiento, supongo, se nos hace más verosímil, más cercano al de nuestro propio tiempo.

También eso tiene la historia, que nos recuerda la humanidad del pasado. Y cuando la vemos moverse, nos recuerda la humanidad de nuestro presente.

www.juanestebanconstain.com

QOSHE - En movimiento - Juan Esteban Constaín
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07.03.2024
De todas las cuentas que sigo en Twitter (decirle “X” me parece una claudicación inmoral) quizás la que más me gusta es la de una mujer que se llama “Bobbie” y que se declara “perdida en el tiempo” y que en lo fundamental pone allí, casi todos los días, fotos y videos antiguos, la mayoría de ellos hechos en Inglaterra o en los Estados Unidos, aunque a veces también en Francia, a finales del siglo XIX o a principios del siglo XX.

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El mundo no había vivido todavía la pérdida de la inocencia de las dos guerras mundiales entre 1914 y 1945, lo que para muchos autores es en realidad solo una guerra brutal y partida en dos etapas, dos temporadas, una especie de ‘guerra de los treinta años’ que inaugura y define la historia contemporánea, y eso se ve en esas imágenes de la cuenta de Twitter que comento: un profundo e irredimible candor, una enternecedora e inconsciente alegría........

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