Los saltimbanquis fueron uribistas, amaban a Uribe, lograban que Uribe fuera su compadre, incluso se volvían a casar si era menester para que los apadrinara, tenían hijos para ofrecérselos como ahijados, lloraron la caída de la segunda reelección, aprendieron a montar a caballo y hasta compraron Crocs de diferentes colores.

Luego, los saltimbanquis fueron santistas. Su salto tenía doble pirueta hacia adelante y hacia atrás aunque al principio les quedó fácil, pues se trataba, simplemente, de seguir al nuevo Presidente que se hizo elegir con unas banderas y luego gobernó con otras. En esta fase denigraban de Uribe y repetían sus letanías pro-Farc para halagar al nuevo Nobel.

Después los saltimbanquis fueron duquistas y aplaudían al joven mandatario, a quien solo le exigían en señal de reciprocidad que les conservara las suculentas cuotas de poder burocrático, presupuestal y contractual que habían logrado amasar en los gobiernos anteriores.

La consagración de los saltimbanquis, doble salto de espaldas con rebote a la izquierda para caer de pie, llegó con su aterrizaje olímpico en los brazos de Gustavo Petro. Sabían que a Petro en la precampaña del 2022 le faltaban cinco centavos para el peso, y ellos con sus maquinarias, clientelas y botines estatales estaban en condiciones de aportarlos sumándose a purasangres como Bolívares, Rusinques y otros menos vistosos pero más cercanos a Petro como Eduardo Noriega, Augusto Rodríguez, Dagoberto Quiroga o Carlos Ramón González, entre otros compañeros de universidad o de militancia en el M-19.

Y así los saltimbanquis lograron una hazaña desvergonzada que les permitió pasar cuantiosa factura. En un principio los saltimbanquis se camuflaron entre las prestigiosas hojas de vida de técnicos no uribistas que llegaron a altas posiciones del Estado, pero que fueron saliendo uno a uno del gobierno como José Antonio Ocampo, Cecilia López, Jorge Iván González o Alejandro Gaviria. Así, el pastel quedó para repartirse casi exclusivamente entre purasangres y saltimbanquis. No hay más. Y los purasangres golearon a los saltimbanquis en el último ‘round’.

La moñona de nombramientos de las últimas semanas refleja la fatiga del Presidente con los saltimbanquis que en cualquier momento lo abandonan o lo traicionan si las cosas se complican (si ya traicionaron y abandonaron a Uribe, Santos y Duque, ¿por qué no habrían de hacer lo mismo con él?), acompañado por el triunfo de los purasangres doctrinarios como Gustavo Bolívar, nuevo director del multibillonario Departamento de Prosperidad Social; Carlos Ramón González , nuevo director de la estratégica Agencia de Inteligencia; Carlos Carrillo, nuevo director de la saqueada y pestilente Unidad del Riesgo, o Cielo Rusinque, nueva superintendente de la poderosa Superintendencia de Industria y Comercio.

Seguramente el Presidente sabe que la barrida de la tecnocracia implica riesgos y que un gobierno con pocos ejecutivos y muchos activistas ideologizados puede volverse inoperante así sea políticamente eficaz de cara a unas elecciones. Y sabe para dónde va.

Su nuevo mapa de nombramientos y sus últimas intervenciones públicas lo que demuestran es que Petro no está dispuesto a dejarse derrotar fácil y que lejos de asumir un perfil más conciliador insistirá en el tono combativo, beligerante y radical que lo llevó a la Presidencia.

El triunfo de los purasangres sobre los saltimbanquis lo que anticipa es que a la oposición le va a quedar más dura su tarea y que a nada bueno llegarán los opositores si siguen cada uno por su lado ladrándole a la luna, sin un discurso popular sólido y disputándose a dentelladas el favor de los altos estratos sin dar la verdadera batalla en la base popular.

Petro está cerrando filas y eso no es para rendirse ni para claudicar, sino para recuperar el terreno que ha perdido, darle vuelta a la torta y conservar el poder en el 2026.

Quedan advertidos, señoras y señores que se quieren autoproclamar como líderes de la oposición: Petro, rodeado por sus cuadros más leales de purasangres, va con toda. La campaña ya empezó.

JUAN LOZANO

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Purasangres vs. saltimbanquis

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07.03.2024
Los saltimbanquis fueron uribistas, amaban a Uribe, lograban que Uribe fuera su compadre, incluso se volvían a casar si era menester para que los apadrinara, tenían hijos para ofrecérselos como ahijados, lloraron la caída de la segunda reelección, aprendieron a montar a caballo y hasta compraron Crocs de diferentes colores.

Luego, los saltimbanquis fueron santistas. Su salto tenía doble pirueta hacia adelante y hacia atrás aunque al principio les quedó fácil, pues se trataba, simplemente, de seguir al nuevo Presidente que se hizo elegir con unas banderas y luego gobernó con otras. En esta fase denigraban de Uribe y repetían sus letanías pro-Farc para halagar al nuevo Nobel.

Después los saltimbanquis fueron duquistas y aplaudían al joven mandatario, a quien solo le exigían en señal de reciprocidad que les conservara las suculentas cuotas de poder burocrático, presupuestal y contractual que habían logrado amasar en los gobiernos anteriores.

La consagración de los saltimbanquis, doble salto de espaldas con rebote a la........

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