Todos los seres humanos tenemos nuestros miedos bien guardados en algún rincón del corazón. El temor a ser derrocado parece ser la preocupación más arraigada en el presidente Petro, quien, desde principios de febrero, ha venido hablando en X de una “ruptura institucional”.

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La forma en que él plantea enfrentar lo que considera una amenaza es a través de la movilización popular. “Todo intento de golpe o violencia será respondido por la movilización popular general”, escribió. Lo más paradójico de todo es que las movilizaciones sociales suelen ser un recurso para alzar la voz en contra del gobierno de turno, y no a favor, como se pretende en este caso.

El problema con la movilización popular es que uno sabe cómo empieza, pero no cómo termina. En Colombia hemos sido testigos de cómo, en medio de la euforia, las protestas a menudo se salen de las manos. Lo que ocurrió el pasado jueves 8 de febrero, con el asedio y bloqueo a la Corte Suprema de Justicia para presionar la elección de la nueva fiscal general de la nación, es un ejemplo de esto.

¿Por qué no, en lugar de recurrir a la presión que la movilización social puede ejercer, apelamos a los argumentos para convencer?

Una de las fortalezas de este país ha sido su larga tradición institucional, donde el equilibrio se encuentra en un orden constitucional que protege un sistema político democrático basado en el voto y la separación de poderes. Y, por tanto, ambas cosas se deben respetar. “La democracia queda en vilo cuando cualquier sector o actor de un país pretende presionar política, física o moralmente decisiones de la justicia”, tal como lo afirmó el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Gerson Chaverra.

Inquieta, sin embargo, la lectura del Presidente sobre lo ocurrido ese día, según la cual la responsabilidad recae sobre los medios de comunicación, ya que construyeron “burbujas comunicacionales completamente falsas con el objetivo de manipular a la sociedad”.

Si bien cada uno es dueño de sus propios temores, también es claro que no hay peor consejero que el miedo. ¿Por qué no, en lugar de recurrir a la presión que la movilización social puede ejercer, apelamos a los argumentos para convencer? El mismo presidente Petro encuentra la solución de equilibrio cuando dice que “la Corte Suprema tiene el derecho y el deber de elegir fiscal libremente, y la ciudadanía tiene el derecho de manifestarse”. Para que este siga siendo “un país de derechos y libertades”, como él mismo lo dice, es fundamental que estas palabras no sean solo un trino más, sino una convicción real.

Preocupa, además, el uso desafortunado del lenguaje. Un ejemplo de esto es la palabra “decencia”, que ha venido utilizando el Presidente recientemente, refiriéndose a quienes asisten a las marchas y a la terna de mujeres que presentó para el cargo de fiscal general de la nación, insinuando así que hay otro grupo de personas que no son decentes. Nuevamente estamos cayendo en una dicotomía entre “buenos” y “malos”, “amigos” y “enemigos”. Y ya sabemos hacia dónde nos llevan esas divisiones simbólicas que se nutren de la negación del otro. Solo hace falta leer lo que decía un afiche que circulaba en las redes invitando a marchar ese día: “Orden del pueblo! Eviten una guerra civil. ¡Fiscal ya!”.

Después de la historia de violencia y dolor que ha vivido el país a lo largo de tantos años, los colombianos nos debemos unos minutos para hacer una pausa y reflexionar. Las relaciones dentro de la nación no pueden seguir estando mediadas por discursos polarizantes y confrontacionales. El quiebre en la confianza entre los colombianos hace cada vez más urgente transformar estas relaciones, poniendo por encima de todo la fraternidad (el vínculo con el otro), el respeto por la diferencia y la unidad de la nación.

JULIANA MEJÍA

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Ruptura institucional: ¿miedo o realidad?

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22.02.2024

Todos los seres humanos tenemos nuestros miedos bien guardados en algún rincón del corazón. El temor a ser derrocado parece ser la preocupación más arraigada en el presidente Petro, quien, desde principios de febrero, ha venido hablando en X de una “ruptura institucional”.

(También le puede interesar: La paz no se firma, se teje)

La forma en que él plantea enfrentar lo que considera una amenaza es a través de la movilización popular. “Todo intento de golpe o violencia será respondido por la movilización popular general”, escribió. Lo más paradójico de todo es que las movilizaciones sociales suelen ser un recurso para alzar la voz en contra del gobierno de turno, y no a favor, como se pretende en este caso.

El problema con la movilización popular es que uno sabe cómo empieza, pero no cómo termina. En Colombia hemos sido testigos de cómo, en medio de la euforia, las protestas a menudo se salen de las manos. Lo que ocurrió el pasado jueves 8 de febrero, con........

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