La semana pasada se presentaron dos nuevas alertas sobre la paz total. La primera fue la publicación de un duro informe de Human Rights Watch en el cual señala que la violencia en Colombia se incrementó. Destaca especialmente el aumento de los asesinatos a líderes sociales y el reclutamiento de menores que demuestran que el conflicto está afectando cada vez más a la población civil.

Y lo anterior es consecuencia de un proceso de paz que nació sin metodología y cuyo punto de partida es la incertidumbre y falta de experiencia de sus negociadores. Resulta muy paradójico que lo primero que se acuerde en la paz total sea el cese del fuego –que es el que afecta directamente a los combatientes– y en lo último que se piense es en desescalar el conflicto frente a los civiles.

Un cese del fuego sin un acuerdo de no afectar a la población civil es peor para las comunidades que el propio conflicto, pues las deja a merced de los grupos al margen de la ley. Así viven cientos de miles de indígenas, afrodescendientes y campesinos en Nariño, Catatumbo, Putumayo, Chocó y Guaviare, totalmente indefensos en zonas dominadas por las disidencias o el ‘clan del Golfo’.

La segunda noticia es la visita del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a Colombia. Aunque algunos han señalado mentiras y sacado pecho absurdamente diciendo que es para apoyar la política de paz del Gobierno, la realidad es totalmente distinta. La ONU está muy preocupada por dos factores: primero, ve cómo el futuro del Acuerdo de Paz está en grave riesgo ante el asesinato de excombatientes y el incumplimiento de varios de sus puntos. Segundo, la situación de orden público en Colombia es tan caótica que ya está afectando a toda la región.

Lo sucedido en Ecuador la semana pasada está directamente conectado con grupos armados en Colombia. Los angelitos de la ‘Nueva Marquetalia’ e ‘Iván Mordisco’ están aliados con carteles mexicanos y crearon la principal plataforma de tráfico regional de cocaína, aproximadamente 850 toneladas procesan al año, convirtiendo al Pacífico colombo-ecuatoriano en el principal puerto para enviar las drogas a Centroamérica y Estados Unidos, y eso reventó al país. Estamos haciendo una paz no con guerrilleros sino con narcos, lo cual muy seguramente conducirá al fracaso.

Es momento para que todos los colombianos le exijamos al Gobierno que pida condiciones a los grupos armados para continuar con las negociaciones y, sobre todo, que respeten a la población de las zonas de conflicto. Asimismo, en solidaridad con nuestros vecinos, el Gobierno debe exigirles a las disidencias cortar todo apoyo a las bandas ecuatorianas que están destruyendo ese país y que lo tienen sumido en el caos y el miedo.

Ambos factores, en todo caso, podrían canalizarse positivamente si el Gobierno por fin escucha a los expertos y reconduce la paz total poniéndoles condiciones a los grupos para continuar con las negociaciones. Tres condiciones muy sencillas y totalmente razonables: no más reclutamientos, no más asesinatos de líderes y no más secuestros. Las tres cosas son totalmente razonables. Lo mínimo es que respeten al menos el principio del Derecho Internacional Humanitario y no afecten a la población civil. El resto son posiciones de combate que pueden irse negociando.

Estas son medidas mínimas para continuar sentados en la mesa con la paz total y pasar de la improvisación y el caos total a unas mesas con un norte claro; si el Gobierno no da resultados, su legado en esta materia será la destrucción de las políticas de seguridad democrática y el proceso de paz del 2016 retrocediendo décadas el país en sus manos y regresándonos a situaciones que ya habíamos superado en los años 90.

LUIS FELIPE HENAO

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Reconducir la ‘paz total’ en 2024

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15.01.2024

La semana pasada se presentaron dos nuevas alertas sobre la paz total. La primera fue la publicación de un duro informe de Human Rights Watch en el cual señala que la violencia en Colombia se incrementó. Destaca especialmente el aumento de los asesinatos a líderes sociales y el reclutamiento de menores que demuestran que el conflicto está afectando cada vez más a la población civil.

Y lo anterior es consecuencia de un proceso de paz que nació sin metodología y cuyo punto de partida es la incertidumbre y falta de experiencia de sus negociadores. Resulta muy paradójico que lo primero que se acuerde en la paz total sea el cese del fuego –que es el que afecta directamente a los combatientes– y en lo último que se piense es en desescalar el conflicto frente a los civiles.

Un cese del fuego sin un acuerdo de no afectar a la población civil es peor para las comunidades que el propio conflicto, pues las deja a merced de los grupos al margen de........

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