Cuando el 7 de agosto de 2022 el presidente Gustavo Petro tomó posesión presidencial, pidió la espada de Bolívar para la ceremonia. El mandatario saliente, Iván Duque, todavía investido, se negó. Tan pronto tomó juramento, es decir ya con su banda –no me refiero a los ministros, ni más faltaba– Petro hizo traer la espada. Fue su primer acto de Gobierno, entre cuchicheos a sotto voce, de los invitados.

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Fueron diez minutos largos, mientras la gran maestra antioqueña Teresita Gómez tocaba el pasillo Hacia el Calvario y el Nocturno No 2 Opus 9, de Federico Chopin. Y ese era un gesto significativo. No por lo de ‘Hacia el Calvario’, sino de su talante empecinado y de lo que sería su gobierno. … “quiero que solo se envaine, como dijo su propietario, El Libertador, cuando haya justicia en este país”, dijo el nuevo mandatario.

Las presidencias son una apuesta y una esperanza. Y la vaina es que a veces se “envainan” los elegidos o los electores. Petro ha sido distinto. No solo un Gobierno de cambio, sino de cierta, o incierta terquedad; de querer cambiarlo todo, borrón y cuenta nueva, desde los mismo protocolos, las formas y las reformas, él solo en el piano. Ya vamos en la Constitución.

La paz total, su apuesta en sol mayor, va entre Chopin y chopum, a paso firme o a ‘Mordiscos’. Entre Nocturnos y días claros. Ahí está el Eln, también divido internamente, poniendo de nuevo las conversaciones en el congelador. Pero con todo, hay que apostarle a la paz, haciendo ajustes serios y firmes, entre la espada y la zanahoria.

A los 18 meses, el país sabe quién es su presidente y se llama Gustavo Petro Urrego. Y ahí va, con las reformas “envainadas”. Envainando y desenvainado, llamando a la unidad y cancelando. Y soltando frases que ponen a hablar el país. En Cartagena esta semana, por ejemplo, sobre el Palacio de Nariño, o Casa de Narino, dijo que: “por mí fuera lo tumbaba (…) y hacíamos una cosa que sea democrática y popular, con los patios abiertos y donde la gente fluya y donde pueda ver a los funcionarios sin que se oculten en estas penumbras frías, haciendo quién sabe qué”, comentó. Se supone que gobernando. ¿O quién sabe qué?

El Palacio de Nariño se inauguró en 1908. Se llamaba el Palacio de la Carrera. En esos predios nació Nariño. Y algo más significativo aún, presidente Petro: un 9 de abril de 1785. Además de que fue un 9 de abril de 1906 cuando el presidente Rafael Reyes contrató la demolición de la casona de los Nariño y comenzó la construcción del Palacio de la Carrera.

Es la historia hecha por decenas de mandatarios y por los colombianos. No sé si asusten, si sea frío. Los lugares siempre dependen del calor humano. Aunque se dice que los antepasados no se van del todo y allí está la galería de los presidentes. O sea, las sombras tutelares de 25 mandatarios de los últimos 100 años. “Buuuuu, cuida la Constituciooón”, podría oírse una noche fría. “Oh, Presidente, cuida el piano de Manulieta”, en voz bolivariana. La del maestro Fernando Botero, para que preserve la paloma de la paz, que no se puede desplumar.

Allí no está la aristrocracia, sino la democracia. Y están los salones amarillos y rojos y azules. O el gris, de la incertidumbre. Y el de los Gobelinos, o como dicen, de los ‘gomelinos’. Y en el futuro estará la foto de Gustavo Petro, y a lo mejor el pedestal de la cachucha.

Pero el hecho es que está hoy el primer gobierno de izquierda, con la responsabilidad de hacer historia, de acertar; de construir, no de tumbar, de convocar, no dividir, y entre todos luchar contra enemigos comunes. Se necesita envainar, abrir el salón de crisis y repensar. Inclusive escuchar al libertador cuando dijo: “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos.” Bueno, le está tocando verlo al bravo pueblo de la patria de Bolívar.

luioch@eltiempo.com

QOSHE - No tumbar la casa - Luis Noé Ochoa
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No tumbar la casa

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13.04.2024
Cuando el 7 de agosto de 2022 el presidente Gustavo Petro tomó posesión presidencial, pidió la espada de Bolívar para la ceremonia. El mandatario saliente, Iván Duque, todavía investido, se negó. Tan pronto tomó juramento, es decir ya con su banda –no me refiero a los ministros, ni más faltaba– Petro hizo traer la espada. Fue su primer acto de Gobierno, entre cuchicheos a sotto voce, de los invitados.

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Fueron diez minutos largos, mientras la gran maestra antioqueña Teresita Gómez tocaba el pasillo Hacia el Calvario y el Nocturno No 2 Opus 9, de Federico Chopin. Y ese era un gesto significativo. No por lo de ‘Hacia el Calvario’, sino de su talante empecinado y de lo que sería su gobierno. … “quiero que solo se envaine, como dijo su propietario, El Libertador, cuando haya justicia en este país”, dijo el nuevo mandatario.

Las presidencias son una apuesta y una esperanza. Y la vaina es que........

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