Este año ya se nos fue sin reforma de la salud. Pero eso no es para celebrar. Porque si hubiera quedado aprobada este año (lo cual ya es imposible, porque las sesiones ordinarias terminan este 17 de diciembre), se habrían podido acelerar los trámites conducentes al último salvavidas que nos queda: la Corte Constitucional. Y que la reforma sea más difícil de tramitar en el Senado, gracias a que tenemos al presidente Iván Name digno y no entregado como el de la Cámara, nada asegura que no terminen aprobándola.

El asunto es el siguiente. Supongamos que de verdad esta reforma podía tramitarse como ley ordinaria, a pesar de que muchos expertos opinan que es estatutaria, con razón. Toca directamente a la Constitución, por ejemplo, el artículo que nos impedirá escoger el centro de atención al que prefiramos acudir y el que obliga a empadronarnos en el centro de atención primaria del barrio. Entonces, una vez aprobada, la reforma irá a sanción presidencial, en lugar de que sea al revés: que antes de su sanción, el Congreso tenga que enviar la reforma a examen de constitucionalidad de la Corte.

Ya sancionada, se requiere que ciudadanos preocupados, que ojalá ya se estén preparando para ello, presenten al otro día de su sanción las correspondientes demandas de inconstitucionalidad, basadas en dos argumentos: uno, que la reforma de la salud violó lo que se conoce como “reserva de ley estatutaria”. Es decir, que necesitaba ocho debates y no cuatro, por ejemplo. Y dos, que no hubo estudio de impacto fiscal de esta reforma, ¡háganme el favor! Hoy no sabemos ni cuánto costará, ni de dónde saldrá la plata. Con razón los exministros Alejandro Gaviria y Rudolf Hommes dicen que la reforma podría quebrar la salud en Colombia y que los colombianos vamos cual ganado rumbo al matadero. La ausencia de este último requisito podría llevar a que se cayera toda la reforma, como lo confirma la Sentencia C-075/2022, que declaró la inexequibilidad total de una ley precisamente por omisión del Congreso del análisis de su impacto fiscal. Qué sinvergüencería la de ciertos representantes, la mayoría de ellos, con honrosas excepciones, que conociendo estos antecedentes se los brincaron sin mayores estudios ni repudio.

La reforma probablemente se definirá en el primer trimestre del año entrante. Pero aun si la aprueban, la Corte puede ejercer su nueva facultad de ordenar la suspensión provisional de sus efectos, mientras toma su decisión de fondo.

No quiero ni imaginar qué le pasará al funcionamiento de la salud en Colombia durante este limbo. Porque aun suspendidos sus efectos, que la Corte falle definitivamente a favor o en contra, son ambas hipótesis, porque puede pasar cualquiera de las dos; y mientras tanto, la prestación de la salud es muy probable que se despelote. Nadie sabrá cómo proceder.

Mientras tanto, con la Corcho aún adentro del Ministerio, la demora en la ejecución del Gobierno va a permitir que se venza un buen lote de vacunas bivalentes contra el covid que, ya compradas por el anterior gobierno, llegaron tarde al país por falta de ejecución del actual, como lo denunció el representante a la Cámara Andrés Forero.

Y no sé si por las cercanías de las festividades navideñas, el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, se nos chifló del todo. Nos calificó a los colombianos de fuentes experimentales de las vacunas y de las farmacéuticas. Como muchos amigos míos fallecieron (¡y cuánta falta me hacen!) porque cuando contrajeron el virus no habían llegado a Colombia las primeras vacunas, me ofrezco como cuerpo experimental para la monovalente, que acaba de salir al mercado y ataca nuevas mutaciones del virus.

La segunda locurita del ministro Jaramillo es acusar de mercachifles a las unidades de cuidados intensivos del país, porque pasaron de 5.000 a más de 13.000 en lo más duro de la emergencia sanitaria, superando incluso, a pesar de esta importante adición, el 100% de ocupación. Gracias a ello se logró que disminuyeran notablemente los índices de mortalidad. La comunidad científica reaccionó indignada y le exigió al ministro, entre colectivos de profesionales, clínicas, hospitales y universidades, que ejerza responsabilidad y respeto.

Pero qué le vamos a hacer. A costa de la salud de los colombianos y de sus bestialidades verbales, el doctor Jaramillo está poniendo los primeros ladrillos de su candidatura presidencial. Puede que termine pegándose más bien un tiro en el pie, cuando le suspendan la reforma, o se le caiga, o se la aprueben, pero el despelote en la prestación de salud sea total. Mientras tanto, esperemos a ver si el ministro, de aquí a marzo, cuando se celebra en Ibagué, su ciudad, el festival nacional de música colombiana, se calma, imbuido de un poco de sana inspiración.

MARÍA ISABEL RUEDA

(Lea todas las columnas de María Isabel Rueda en EL TIEMPO, aquí)

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El salvavidas de la Corte Constitucional

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10.12.2023

Este año ya se nos fue sin reforma de la salud. Pero eso no es para celebrar. Porque si hubiera quedado aprobada este año (lo cual ya es imposible, porque las sesiones ordinarias terminan este 17 de diciembre), se habrían podido acelerar los trámites conducentes al último salvavidas que nos queda: la Corte Constitucional. Y que la reforma sea más difícil de tramitar en el Senado, gracias a que tenemos al presidente Iván Name digno y no entregado como el de la Cámara, nada asegura que no terminen aprobándola.

El asunto es el siguiente. Supongamos que de verdad esta reforma podía tramitarse como ley ordinaria, a pesar de que muchos expertos opinan que es estatutaria, con razón. Toca directamente a la Constitución, por ejemplo, el artículo que nos impedirá escoger el centro de atención al que prefiramos acudir y el que obliga a empadronarnos en el centro de atención primaria del barrio. Entonces, una vez aprobada, la reforma irá a sanción presidencial, en lugar de que sea al revés: que antes de su sanción, el Congreso tenga que enviar la reforma a examen de constitucionalidad de la Corte.

Ya sancionada, se requiere que ciudadanos preocupados, que ojalá ya se estén preparando para ello, presenten al........

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