Olas de frío y de calor, inundaciones, largas sequías, incendios forestales. Estamos viviendo fenómenos climáticos y desastres ambientales que son resultado de nuestra acción sobre la Tierra. Las fuentes a partir de las cuales producimos energía, las tecnologías que utilizamos en la producción de bienes y servicios, el manejo de basura y desechos, y nuestros hábitos de consumo –todo suma y potencia el daño que causamos–. En general, estamos pagando el precio de darle forma a un mundo que le ha dado un lugar secundario a la naturaleza frente a las necesidades y la ambición de los seres humanos.

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Viendo el incendio en las montañas bogotanas, pienso en una novela que se llama Y llovían pájaros. Cuenta una historia preciosa, con un incendio forestal terrible en el trasfondo. La frase que le da su título al libro es una imagen: la de los pájaros asfixiados por el humo del incendio, que caen desplomados del aire. Como si llovieran pájaros. Es una imagen que me quedó grabada para siempre.

¿Cómo revertir el curso? Los mandatarios del mundo buscan acuerdos para contener las emisiones de carbono y los países se ponen metas. Metas que vienen siendo sistemáticamente postergadas. No porque no se quiera cumplirlas, sino porque cumplirlas requiere cambios estructurales en nuestra forma de vida y organización que toman tiempo. Y los puntos de partida son múltiples.

No todos los países aportan en la misma proporción a la destrucción ambiental. No todos son grandes consumidores de energías fósiles, por ejemplo. En esto, algunas de las economías avanzadas, grandes importadoras de petróleo y gas llevan la delantera.

Estamos viviendo el final del mundo que conocemos y el comienzo de otro que promete ser más difícil y menos amable, incluso si pensamos solamente en el tema ambiental.

La semana pasada oí a Ricardo Hausmann, el director del Laboratorio de Crecimiento de Harvard, cuestionar la forma en que se asignan los recursos destinados a contener el cambio climático, más concentrados en la transformación de los procesos productivos de los países emisores que en crear las condiciones para que la actividad productiva del mundo se reubique a los lugares intensivos en la producción de energías limpias o con una ventaja natural para entrar masivamente en la producción de esas energías. El mundo que resulta de imaginarse algo así es atractivo porque podría significar la llegada de actividad económica y mejoras en desarrollo a los lugares rezagados. Podría ser un mundo completamente distinto al que conocemos.

El salto mental inmediato es pensar en todo lo que tendría que pasar para que sea posible. Para que, por ejemplo, una porción de la producción manufacturera alemana se reubique a La Guajira, en condiciones que contribuyan al desarrollo de ese departamento y del país. La lista incluye marcos regulatorios razonables y procesos sencillos y claros en lo que respecta al pago de impuestos, los trámites aduaneros, y la contratación de trabajadores. Pero no para ahí. También es necesaria una oferta de trabajadores bilingües con las calificaciones adecuadas y la capacidad de aprender nuevas tecnologías. Una buena oferta de servicios de infraestructura, educación y salud. El control de las actividades criminales. Y, en general, el imperio de la ley. Los problemas del desarrollo y los problemas del desarrollo sostenible son los mismos.

Una cosa es cierta: estamos viviendo el final del mundo que conocemos y el comienzo de otro que promete ser más difícil y menos amable, incluso si pensamos solamente en el tema ambiental. Y las transformaciones necesarias para contener eso no dan tiempo. Nos puede ordenar mucho una reflexión profunda sobre cuál es la mejor contribución potencial de cada país. Y claro, como sociedad, internalizar la capacidad del presente de ser una fuente transformadora del futuro. Algo que sistemáticamente nos elude.

MARCELA MELÉNDEZ

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El cambio climático

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30.01.2024

Olas de frío y de calor, inundaciones, largas sequías, incendios forestales. Estamos viviendo fenómenos climáticos y desastres ambientales que son resultado de nuestra acción sobre la Tierra. Las fuentes a partir de las cuales producimos energía, las tecnologías que utilizamos en la producción de bienes y servicios, el manejo de basura y desechos, y nuestros hábitos de consumo –todo suma y potencia el daño que causamos–. En general, estamos pagando el precio de darle forma a un mundo que le ha dado un lugar secundario a la naturaleza frente a las necesidades y la ambición de los seres humanos.

(También le puede interesar: Lo público)

Viendo el incendio en las montañas bogotanas, pienso en una novela que se llama Y llovían pájaros. Cuenta una historia preciosa, con un incendio forestal terrible en el trasfondo. La frase que le da su título al libro es una imagen: la de los pájaros asfixiados por el humo del incendio, que caen desplomados del aire. Como si llovieran........

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