Cada gobierno se parece a su presidente y esta no es la excepción. Tenemos un presidente intransigente, mesiánico, egocentrista, autoritario, que amenaza, busca la paja en el ojo ajeno y por lo visto en los últimos días dispuesto a una ruptura institucional.

Colombia no necesita una constituyente, ni el procedimiento que él sugiere estaría de acuerdo con los mecanismos previstos en la Constitución vigente y en nuestras instituciones. Acudir al constituyente primario, es decir al pueblo, es desconocer totalmente la institucionalidad que ha servido a Colombia para destacarse sobre la gran mayoría de países de la región, e inclusive sobre buena parte de las economías emergentes durante los últimos 30 años.

Creer que la constituyente solucionaría nuestros problemas es una gran ingenuidad que en el mejor de los casos paralizaría al Gobierno y al país, empobreciendo a todos durante dos años y, en el peor caso, nos mandaría a un abismo en medio de anarquía, conflictividad social creciente y con multitud de actores armados y financiados por el narcotráfico en las calles.

Colombia tiene suficientes normas e instituciones para que la gobiernen bien y hagan los ajustes necesarios para las circunstancias que vivimos.

Para salir adelante se necesita la voz de las mujeres, el sentido femenino que podemos aportar a cada ámbito de nuestra sociedad. El sentido femenino tiene que ver con el respeto a la otra persona, la tolerancia, solidaridad, instinto natural a cuidar de otros y de la sociedad, con la disposición de lograr conversaciones constructivas que incluyan, tiendan puentes y permitan consensos con genuino interés de lograr lo mejor para Colombia y no solamente derrotar al otro.

Somos 25 millones de colombianas que entendemos que nuestro país está en peligro, que la seguridad se ha deteriorado, que la gente más pobre no aguanta más las extorsiones y las amenazas de los gota a gota, que la economía anda mal, que las voces que llaman al odio nos arriesgan a todos y que aquellos que atacan a nuestras instituciones, buscan destruir esta democracia.

El carácter de las mujeres y la voz de cada una en el comedor de la familia, en la factoría, en la oficina, el comercio, las aulas universitarias, los colegios, en las conversaciones del barrio explicando que Colombia en lo corrido de este siglo ha aumentado la esperanza de vida, la cobertura en educación universitaria, el acceso al empleo, la alfabetización, que logramos aumentar el PIB en algunos años dos puntos más que la región, que logramos en la primera década un choque positivo de confianza que implicó el regreso de millones de colombianos y un crecimiento de la inversión nacional y extranjera sin precedentes, que se redujo sostenidamente la pobreza del 55 por ciento al 34 por ciento, y que sí es posible acabar con la pobreza extrema trabajando, dando estabilidad al país y no abriendo cajas de Pandora.

El ejemplo de María Lorena Gutiérrez, la mujer más importante de nuestra historia económica, muestra que ya no hay espacios imposibles de alcanzar. Su liderazgo bien podrá contribuir a hacer pedagogía de los logros nacionales y al compromiso empresarial por aumentar empleos y bienestar para millones de familias colombianas.

En resumen, defender a Colombia requiere menos confrontación, diálogo constructivo y valorar el sentido femenino para buscar soluciones consensuadas a los problemas del país, en lugar de arriesgar nuestra estabilidad institucional y económica con propuestas radicales como una constituyente y, por supuesto, sin la violencia mostrada por algunas el 8 de marzo.

MARTA LUCÍA RAMÍREZ DE RINCÓN

(Lea todas las columnas de Marta Lucía Ramírez en EL TIEMPO aquí)

QOSHE - ¡Las mujeres! - Marta Lucía Ramírez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

¡Las mujeres!

7 0
25.03.2024
Cada gobierno se parece a su presidente y esta no es la excepción. Tenemos un presidente intransigente, mesiánico, egocentrista, autoritario, que amenaza, busca la paja en el ojo ajeno y por lo visto en los últimos días dispuesto a una ruptura institucional.

Colombia no necesita una constituyente, ni el procedimiento que él sugiere estaría de acuerdo con los mecanismos previstos en la Constitución vigente y en nuestras instituciones. Acudir al constituyente primario, es decir al pueblo, es desconocer totalmente la institucionalidad que ha servido a Colombia para destacarse sobre la gran mayoría de países de la región, e inclusive sobre buena parte de las economías emergentes durante los últimos 30 años.

Creer que la constituyente solucionaría nuestros problemas es una gran ingenuidad que en el mejor de los casos paralizaría al Gobierno y al país, empobreciendo a todos durante dos años y, en el peor........

© El Tiempo


Get it on Google Play