El profesor, compositor y musicólogo Alexander Klein llevó a cabo una tarea apasionante: investigar qué músicos italianos se establecieron en la capital colombiana, interpretaron por primera vez a compositores europeos y dejaron rastros de sus talentos en nuestro país durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Un mítico nombre titula su trabajo: ‘La Colonia de Euterpe’, hija de Zeus, musa del arte musical que en el mundo grecolatino abarca la melodía, el canto, la danza y los géneros teatrales y poéticos que se acompañan con música.

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Un estudio de fácil lectura, atractivo, que narra las aventuras y desventuras de los musicantes que se atrevieron a llegar a Bogotá a pesar de las difíciles condiciones geográficas y el riesgo de enfermedades tropicales. Ofrece una mirada a lo social y político y a las costumbres de la época en nuestro país. Se publica por Egea Suramérica.

Narra que, en la primera mitad de ese período, la migración italiana traía perseguidos políticos vinculados a sociedades secretas como la masonería, fugaces compañías de ópera, anticlericalismo rampante, e imperaba una tendencia a la subversión, asociada a lo italiano por el auge de las ideologías revolucionarias de Giuseppe Manzzini y Giuseppe Garibaldi.

Todos los músicos colombianos tenemos partituras de la Casa Conti, la empresa editorial y de venta de instrumentos que perduró por décadas.

Colombia no fue país protagónico en la recepción de esa inmensa oleada de migrantes que llegaron a América desde Europa en esos tiempos. Pero hubo una notable inmigración de artistas italianos a Bogotá. A ello se refiere este estudio, que resalta aquellos individuos y familias que sentaron residencia en la ciudad. Sus historias de vida están entrelazadas con el arte de la música. Un legado artístico, cultural y aún político. Huellas que, como nación, vemos, cuando entramos al Teatro Colón cuyo arquitecto fue Pietro Cantini, un italiano que también contribuyó al diseño del Capitolio Nacional. También cuando nos ponemos de pie y entonamos nuestro himno nacional, cuya partitura tanto en la fanfarria que lo inicia como en la marcha que le sigue, es lírica italiana pura. Compuesto sobre un desafortunado poema del entonces presidente de la república, Rafael Núñez, por el tenor Oreste Sindici, que nació en Ceccano, cerca de Roma, y murió en Bogotá.

En la investigación de Klein resaltan los nombres de Luiggi Bazzani, torturado y desorejado en Bolonia por revolucionario. Sastre jefe de vestuarios de escena que, apoyado por Lorenzo María Lleras, en 1857, fue el principal artífice de la llegada de la ópera italiana a la capital y al resto del país, como símbolo de progreso, civilidad y modernización. Se instaló del todo en Bogotá y abrió una fábrica de pastas. Trajo al país cantantes líricos famosos de la Fenice de Venecia y del Carlo Felice de Génova. Los inseparables Olivieri, Luisia y Rossi Guerra, que se establecieron entre nosotros. Ellos interpretaron por primera vez para el público colombiano las óperas italianas más populares, enseñaron idiomas, cocinaban platos mediterráneos y fomentaron la inmigración de muchos más artistas líricos a Bogotá. Su hijo Luis María Bazzani ocupa un puesto en nuestra historia como adalid de los derechos populares.

En 1862 llegó Oreste Sindici, exguerrillero de Garibaldi, que musicalizó inclusive, poemas de Rafael Pombo para niños. Creía que la música existía para construir comunidad por medio del arte. En sus aires heroicos, dice Klein, imaginó una Colombia en la que todos los pueblos vivirían como hermanos.

Todos los músicos colombianos tenemos partituras de la Casa Conti, la empresa editorial y de venta de instrumentos que perduró por décadas, hasta que la apertura económica de los noventa la quebró.

MARTHA SENN

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Músicos italianos en la Bogotá del siglo XIX

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05.01.2024

El profesor, compositor y musicólogo Alexander Klein llevó a cabo una tarea apasionante: investigar qué músicos italianos se establecieron en la capital colombiana, interpretaron por primera vez a compositores europeos y dejaron rastros de sus talentos en nuestro país durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Un mítico nombre titula su trabajo: ‘La Colonia de Euterpe’, hija de Zeus, musa del arte musical que en el mundo grecolatino abarca la melodía, el canto, la danza y los géneros teatrales y poéticos que se acompañan con música.

(También le puede interesar: De la mano por primera vez)

Un estudio de fácil lectura, atractivo, que narra las aventuras y desventuras de los musicantes que se atrevieron a llegar a Bogotá a pesar de las difíciles condiciones geográficas y el riesgo de enfermedades tropicales. Ofrece una mirada a lo social y político y a las costumbres de la época en nuestro país. Se publica por Egea Suramérica.

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