Hace unos días HBO presentó su miniserie televisiva grabada en cinco partes, denominada Mildred Pierce, dirigida por Todd Heynes, con la excelente y premiada actriz Kate Winslet, la de Titanic, como protagonista.

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Basada en la novela homónima del estadounidense James M. Cain, etiquetado como “un escritor de crímenes duros”, se ambienta en los años 30. Reúne características del llamado melodrama negro: dualidad de personajes llevados a un fin desdichado, ambiente confuso y el reflejo de una sociedad corrupta.

Una mujer común y corriente, que intenta subir en el escalafón social, con una vida memorable de tremendas proporciones y una atroz y perturbadora relación con su hija. Un argumento que inquieta sobre la moralidad de los personajes.

El drama psicológico da la sensación de desasosiego y soledad de una madre convertida, por la gracia del lente del director, en heroína. Poseedora de una profunda humanidad y de una capacidad de trabajo ilimitada, Mildred asciende en un mundo empresarial dominado por los hombres. En circunstancias impredecibles y desgarradoras, compró el amor que nunca pudo tener.

Con sus sacrificios profesionales satisfizo cada uno de los caprichos de su hija, una joven malcriada, abusadora y por completo repelente, que quiso ser pianista sin poseer el talento para ello, de lo cual culpa, por supuesto, a su madre.

Traducida en España como Alma en suplicio, se hizo una versión cinematográfica en 1945, dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Joan Crawford, que recibió el Óscar a mejor actriz. Fue calificada entonces como “una obra maestra del melodrama”. Entre lo más llamativo de esta formidable serie, Veda, actuada por la gran Evan Rachel Wood, la hija perversa, dedicada con obsesión a la música clásica, descubre tener una prodigiosa voz natural y se convierte en una famosa soprano de coloratura. Su fracaso total como pianista lo reemplaza con su arte lírico, y gana mucho dinero. A base de triquiñuelas malévolas se niega a apoyar a su madre durante los momentos financieros más difíciles de su carrera, en los cuales cayó por su culpa. La odia desde que tiene uso de razón; la envidia la corroe, y busca destruir sus emociones al seducir e involucrarse sexualmente con su padrastro. “No hay nada más doloroso que la ingratitud de los hijos”, se afirma en El rey Lear, de Shakespeare, y esa profunda pena acompañó a la protagonista a lo largo de su vida.

Durante un diálogo magistral entre Mildred y el maestro de Veda, él le dice que su hija, por ser cantante lírica de coloratura, la voz que con más velocidad se mueve entre nota y nota de la partitura, tiene una personalidad de diva similar a una víbora del Amazonas. Y como tal, hay que admirarla desde lejos por la belleza de sus colores y movimiento, pero al acercarse, ataca y envenena. Y le aconseja, por su bien, dejarla y distanciarse para siempre de ella.

¿De dónde pudo surgir tan destemplada idea como parte esencial de la obra?

Apostaría a que M. Cain se inspiró en El barbero de Sevilla, de Rossini. Durante la famosa aria Una voce poco fa, al describirse a sí misma, Rosina canta que es dócil, obediente y se deja guiar, pero si la tocan donde es débil, se convierte en una víbora.

Frente a semejante diseño psicológico, a las cantantes líricas nos podría caber una duda sobre el prototipo de nuestras personalidades. ¡Que Dios nos ampare!

Colofón. Cómo amaría Gabo la ópera que nombró a la protagonista de su obra póstuma Ana Magdalena Bach, la soprano esposa del inmortal compositor alemán. ¿Qué tendría que decir el maestro Guillermo Angulo, su lector de confianza junto con Álvaro Mutis, sobre En agosto nos vemos?

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Mildred Pierce, un alma en suplicio

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15.03.2024
Hace unos días HBO presentó su miniserie televisiva grabada en cinco partes, denominada Mildred Pierce, dirigida por Todd Heynes, con la excelente y premiada actriz Kate Winslet, la de Titanic, como protagonista.

(También le puede interesar: ‘Così fan tutte’ o la escuela de los amantes)

Basada en la novela homónima del estadounidense James M. Cain, etiquetado como “un escritor de crímenes duros”, se ambienta en los años 30. Reúne características del llamado melodrama negro: dualidad de personajes llevados a un fin desdichado, ambiente confuso y el reflejo de una sociedad corrupta.

Una mujer común y corriente, que intenta subir en el escalafón social, con una vida memorable de tremendas proporciones y una atroz y perturbadora relación con su hija. Un argumento que inquieta sobre la moralidad de los personajes.

El drama psicológico da la sensación de desasosiego y soledad de una madre........

© El Tiempo


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