Esta semana tuve la oportunidad de recorrer varias zonas del país con el grupo de estudiantes de la maestría en Liderazgo Global de la Universidad de Columbia, que actualmente dirijo. Los estudiantes sostuvieron reuniones con un grupo de desatacados líderes empresariales, gremiales y políticos, así como con representantes de la sociedad civil.

Siempre es útil darle una mirada a nuestra realidad desde el lente de visitantes con experiencias de contextos muy diferentes. Se trata de alumnos de 20 países con buena trayectoria profesional, en muchos casos en actividades públicas, como el servicio civil en la India, las fuerzas armadas de EE. UU., o de nuestro propio Gobierno, para mencionar solo unos ejemplos.

La visita me enriqueció tanto a mí como a ellos. En medio de nuestros agitados debates perdemos la capacidad de mirar el bosque y nos quedamos en las ramas. Los estudiantes no podían entender por qué un país tan rico como el nuestro es al mismo tiempo tan pobre. Esa es una pregunta que nos debemos hacer todos los días.

Una posible respuesta es que no pocas veces subestimamos lo que tenemos. Este es el caso del modelo de asociaciones público-privadas, magistralmente expuesto por una de las principales empresas concesionarias de vías, que es realmente de clase mundial, pero ha perdido impulso pues, aunque hay proyectos, falta el interés del Gobierno en desarrollarlos. Eso no lo podían entender los estudiantes, a pesar de que se les explicó que hay oposición del Gobierno al sistema de peajes. Como bien dijo uno de ellos, no hacer una carretera no puede ser mejor que hacerla y cobrar un peaje.

Desde el punto de vista de la sociedad civil, quedaron muy impresionados con el trabajo gremial y social de entidades como Fedecafé, Fedepalma y Proantioquia. Se trata de modelos innovadores, donde el país es también pionero –en unos casos para complementar al Estado en la provisión de bienes públicos, en otros para influir con liderazgo y asegurar la continuidad de proyectos estratégicos, pese a la natural rotación de gobiernos.

Ayer tuve la oportunidad de llevar al grupo a la sede del Banco de la República en Cartagena. Mi objetivo era que su gerente, Jaime Bonet, explicara las brechas regionales que existen en el país. Los estudiantes quedaron impactados con las cifras: el ingreso por habitante en el Caribe es apenas un 64 por ciento del promedio nacional, y más de la mitad de la población en esta región se encuentra en condiciones de pobreza, en contraste con 37 por ciento para el agregado nacional. Muy preocupante resulta que la pobreza haya aumentado mucho en el Caribe durante la pandemia y no haya habido corrección posterior alguna, a diferencia de lo que ha ocurrido en el país.

En el caso de la pobreza extrema, una cuarta parte de los habitantes del Caribe viven en condiciones de indigencia, en contraste con 11 por ciento en 2018. A partir de ese año se revirtió por completo una década de progresos en este frente. Entre los departamentos de la costa Caribe también hay diferencias abismales: más de 60 por ciento de la población de La Guajira y Sucre vive en condiciones de indigencia.

En campaña, el presidente Petro supo denunciar –y capitalizar políticamente– esta situación. Pero todo indica que su legado no incluirá ofrecer una verdadera solución. No veo los proyectos transformadores, ni el apoyo a iniciativas bien estructuradas en campos como la educación y el agua potable, para no hablar de la atracción de inversión extranjera que permita aprovechar las ventajas del llamado near-shoring.

La solución a la ampliación de la brecha entre el Caribe y el resto del país no son los discursos. El problema tampoco puede dejarse en manos de la clase política tradicional, que lo que ha hecho es perpetuarlo. Se necesita un verdadero cambio de modelo, que incluya una nueva forma de ejecutar los recursos públicos y nuevas alianzas con el sector privado. La promesa del Presidente no se está materializando por una razón obvia: un cambio de esa naturaleza requiere gerencia.

QOSHE - Una mirada desde afuera - Mauricio Cárdenas Santamaría
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Una mirada desde afuera

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16.03.2024
Esta semana tuve la oportunidad de recorrer varias zonas del país con el grupo de estudiantes de la maestría en Liderazgo Global de la Universidad de Columbia, que actualmente dirijo. Los estudiantes sostuvieron reuniones con un grupo de desatacados líderes empresariales, gremiales y políticos, así como con representantes de la sociedad civil.

Siempre es útil darle una mirada a nuestra realidad desde el lente de visitantes con experiencias de contextos muy diferentes. Se trata de alumnos de 20 países con buena trayectoria profesional, en muchos casos en actividades públicas, como el servicio civil en la India, las fuerzas armadas de EE. UU., o de nuestro propio Gobierno, para mencionar solo unos ejemplos.

La visita me enriqueció tanto a mí como a ellos. En medio de nuestros agitados debates perdemos la capacidad de mirar el bosque y nos quedamos en las ramas. Los estudiantes no podían entender por qué un país tan rico como el nuestro es al mismo tiempo tan pobre. Esa es una pregunta........

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