¿Qué es ser colombiano? La respuesta no es evidente, ni es una sola, como sí lo es el que para vivir y seguir viviendo en este país debemos soportar realidades dolorosas.

(También le puede interesar: Delcy Morelos)

Mientras escribo estas líneas, siguen jugándose la vida cientos de familias intentando cruzar el Darién o el Caribe, porque no creen en seguir siendo colombianos y optan por irse a desafiar lo inenarrable de la migración ilegal, buscando una condición que les dé confianza en el presente o al menos esperanza en el futuro; y si no para ellos, al menos para los hijos que llevan a cuestas. Para decenas de miles ser colombiano representa desesperanza, ausencia de futuro, ¿no es esa la contradicción absoluta del concepto de patria, la negación de la razón de ser del Estado?

El argentino Jorge Luis Borges pregunta, en boca de una noruega, a un profesor de literatura de la Universidad de los Andes: “¿qué es ser colombiano?”. Él responde: “es un acto de fe”. Y lo es, en algo prosaico como pasar una aduana internacional con un pasaporte que, desde los 70 hasta entrado este siglo, era (y a veces sigue siendo) garantía de un extendido interrogatorio y requisas; o en la búsqueda de una justicia que nunca llega, desde un aparato judicial paquidérmico y no pocas veces corrupto, al tramitar ante entidades indolentes, que no trabajan sino para ciertos intereses. La lista es larga.

Quizás algún día ser colombiano dejará de ser una cadena cotidiana de actos de fe y será como en naciones que se quieren y respetan a sí mismas y a sus conciudadanos.

Ser colombiano ha cambiado y seguirá cambiando hasta que encontremos elementos de profunda cohesión nacional. A inicios del siglo XX era vivir en y del campo; desde inicios del siglo XXI es ser citadino, porque las proporciones de rural a urbano se invirtieron en solo cien años. Desde el siglo XIX ser conservador o liberal no solo era esencial al ser colombiano, sino un pasaporte a la vida o la muerte en nuestras diversas violencias, algo que se sostiene, pero extendidas a ser hincha del equipo rival, vecino del barrio aledaño, guerrilla o disidencia. Borges tenía razón, serlo es un acto de fe, de honda paciencia y perseverancia.

Dos décadas atrás, un Ph. D. norteamericano recorrió este territorio indómito y destiló que la esencia de la colombianidad estaba en la pasión, “Colombia es pasión”, acuñó. Fue emblema del país. Pero para millones ser colombiano es trabajar sin pausa para sostener una familia en medio de un fragor urbano no pocas veces amenazante. Para quien vive en el campo es sobrevivir, que haya pan en la mesa, y no en pocos casos, vida en el siguiente amanecer, con o sin pasión, salvo la de aferrarse a esa vida.

Naciones que han tenido más tiempo para madurar sus historias tienen hilos conductores, culturas que las cohesionan. Basta recordar que China adoptó códigos de comportamiento escritos 700 años antes de su unificación por un aldeano a quien nadie paró bolas en vida, que se sostienen y recitan de memoria en sus escuelas y son la esencia de su pénsum educativo: las bellas Analectas de Confucio. Y mientras tanto en Colombia hace décadas se abandonó el enseñar civismo. Hace falta insistir en temas que parecerían obvios, pero no lo son, como el respeto al otro, al espacio público, a la vida, que sigue siendo sagrada, a las diversidades de todo tipo, a creer que la solidaridad regresa con creces, que sí existe una línea entre el bien y el mal, que no todos los valores son relativos, conceptos que quizás permitan volver este un país de más sueños realizados que de pesadillas cumplidas.

Quizás algún día ser colombiano dejará de ser una cadena cotidiana de actos de fe y será como en naciones que se quieren y respetan a sí mismas, a sus conciudadanos, orgullosos de sus pasaportes, su realidad, enamorados de su porvenir, de su territorio, de una cultura que alimentan con sus vidas, en una cadena de actos solidarios, respetuosos, coherentes y constructivos. Para que a nadie se le pase por la cabeza cruzar las selvas con sus hijos al hombro, porque en ser colombiano hay suficiente esperanza.

MAURICIO LLOREDA

(Lea todas las columnas de Mauricio Lloreda en EL TIEMPO, aquí)

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Ser colombiano, 2024

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11.01.2024

¿Qué es ser colombiano? La respuesta no es evidente, ni es una sola, como sí lo es el que para vivir y seguir viviendo en este país debemos soportar realidades dolorosas.

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Mientras escribo estas líneas, siguen jugándose la vida cientos de familias intentando cruzar el Darién o el Caribe, porque no creen en seguir siendo colombianos y optan por irse a desafiar lo inenarrable de la migración ilegal, buscando una condición que les dé confianza en el presente o al menos esperanza en el futuro; y si no para ellos, al menos para los hijos que llevan a cuestas. Para decenas de miles ser colombiano representa desesperanza, ausencia de futuro, ¿no es esa la contradicción absoluta del concepto de patria, la negación de la razón de ser del Estado?

El argentino Jorge Luis Borges pregunta, en boca de una noruega, a un profesor de literatura de la Universidad de los Andes: “¿qué es ser colombiano?”. Él responde: “es un acto de fe”. Y lo es, en algo prosaico como pasar una aduana........

© El Tiempo


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