Al presidente Gustavo Petro le encantaría que discutiéramos sin parar de su inviable propuesta de constituyente, o de su cruce de insultos con el incendiario Javier Milei, o de su obsesión en llamar genocida al Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu –cuya política de arrasar Gaza es terriblemente cruel–, mientras calla sobre el asesinato de bebés y las violaciones de mujeres por parte de sus amigos terroristas de Hamás. Pero no hay que caer en la trampa ni distraernos con esos fuegos artificiales. Urge hablar del desastre que causa a diario en el país el Gobierno del cambio, de cómo su errática política económica y sus destructivas propuestas de reforma como la de salud han ahuyentado la inversión –que el año pasado cayó casi 25 %– y han comenzado a destruir empleos. Un escenario agravado por la incapacidad de ejecutar la inversión pública por parte de un gobierno que nombró en altos cargos a decenas de incompetentes y a un grueso manojo de corruptos.Al generar 123.000 desempleados más que los que había hace un año, Petro está a punto de superar la barrera de 3 millones de colombianos que buscan trabajo sin encontrarlo: ya son 2,97 millones. Lo grave es la tendencia. Después de haber alcanzado niveles de catástrofe en 2020 por la pandemia del covid-19, al ubicarse por encima del 20 %, para febrero de 2021 la política de reactivación de la administración Duque había logrado bajar la tasa de desempleo a 15,6 %, una curva virtuosa que seguía en febrero de 2022 (12,9 %) y en febrero de 2023 (11,4 %). La curva se rompió este febrero: el desempleo volvió subir para situarse en 11,7 %.Son cifras del propio Gobierno, reveladas esta semana por el Dane. No eran difíciles de prever una vez que el mismo Dane divulgó el pobrísimo crecimiento económico de 2023, de apenas 0,6 %, una cifra que da grima por sí sola, más aún si la comparamos con la excelente marca de 2022 (7,3 %), que fue le herencia positiva que Petro recibió. El de 2023 es el indicador de crecimiento más bajo desde la grave crisis de 1999, a excepción, claro, está de 2020, el año de la pandemia.Las proyecciones para 2024 no invitan al optimismo. Según dijo hace pocas semanas el Banco Mundial, la economía colombiana ya no crecerá el 2 %, como pensaba esa entidad hace algunos meses, sino 1,8 %. Los analistas de la banca privada son más pesimistas: creen que este año el PIB aumentará apenas entre 1,2 % y 1,6 %. La historia ha demostrado que cualquier crecimiento del PIB por debajo de la franja entre el 3 % y el 4 % genera desempleo, de modo que en 2024 debemos atenernos a una mayor destrucción de puestos de trabajo.¿Tiene el Gobierno algún plan de reactivación? No lo parece. Por el contrario, casi todas son señales de un mayor freno en la industria, el comercio y las inversiones pública y privada. El Minvivienda sigue sin encontrar la vía para despertar el mercado de venta de casas y apartamentos, que ha sido siempre una de las claves para generar empleo. En 2023, esas ventas cayeron 44,9 %, con un derrumbe más grave en el caso de la vivienda de interés social (VIS), cuyas ventas se desplomaron 49,7 %.También anda de capa caída la industria manufacturera, otra gran generadora de empleo. A diciembre de 2023, su producción había caído 6,8 % y sus ventas, 3,5 %. Y su capacidad de generar empleo también mermó, un 1,9 %. Con este panorama tan desalentador en dos sectores como vivienda y manufacturas, críticos para crear puestos de trabajo, nada bueno podemos esperar en los nueve meses que quedan de 2024.Si el Gobierno sigue asustando a los inversionistas privados mientras se muestra incapaz de reactivar la inversión pública, seguirá matando empleos y hundiendo a cientos de miles en la pobreza. ¿Tiene el Presidente alguna propuesta? Ni idea: Petro no da pista alguna, mientras sigue dedicado a trinar sobre Israel, Milei y el engañabobos de la constituyente.MAURICIO VARGAS(Lea todas las columnas de Mauricio Vargas en EL TIEMPO aquí)
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Al presidente Gustavo Petro le encantaría que discutiéramos sin parar de su inviable propuesta de constituyente, o de su cruce de insultos con el incendiario Javier Milei, o de su obsesión en llamar genocida al Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu –cuya política de arrasar Gaza es terriblemente cruel–, mientras calla sobre el asesinato de bebés y las violaciones de mujeres por parte de sus amigos terroristas de Hamás. Pero no hay que caer en la trampa ni distraernos con esos fuegos artificiales. Urge hablar del desastre que causa a diario en el país el Gobierno del cambio, de cómo su errática política económica y sus destructivas propuestas de reforma como la de salud han ahuyentado la inversión –que el año pasado cayó casi 25 %– y han comenzado a destruir empleos. Un escenario agravado por la incapacidad de ejecutar la inversión pública por parte de un gobierno que nombró en altos cargos a decenas de incompetentes y a un grueso manojo de corruptos.Al generar........
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