Ya es viernes 1.º de diciembre. Ya es menos perverso tener un árbol de plástico en la sala. Suena, en los taxis, ese mensaje de Melodía Estéreo que parece una proclama de Bolívar: “Que el regocijo de esta Navidad aparte de los hombres los odios, los rencores, los afanes belicosos y toda intención malvada y sombría”. Y la gente empieza a decirle a uno “cuídese” –rechace llamadas de números desconocidos, borre esos mensajes urgentes llenos de enlaces, guarde el celular en el bolsillo de adelante apenas ponga un pie afuera, salga, si acaso tiene que salir, con guardaespaldas, y vuelva a su casa antes de la medianoche– porque nadie más va a cuidarlo en estos días de villancicos y robos a mano armada. “No dé papaya”, “quién le manda a salir a esa hora en Bogotá”, se oye. Porque vivimos notificados de la pesadilla. Y se presume que la culpa es de la víctima.

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Según los últimos datos escalofriantes que hay por ahí, desde la Defensoría del Pueblo hasta el Dane, cada día colombiano se cometen 1.056 robos violentos, 72 hurtos a viviendas, 57 delitos sexuales, 36 homicidios y 29 extorsiones. Se repite, como en un salmo responsorial o en el coro de los gozos de la Novena, que la alcaldía que nos lideró en la pandemia fue un fracaso en términos de seguridad. Hay agobio e ira en Bogotá. La Veeduría ve pocas cámaras de vigilancia. Nueve de cada diez comerciantes –dice Fenalco– sienten que esto es el infierno. Ha habido vengadores anónimos, en estos meses de gentes que reclaman el derecho a armarse, que han asesinado a ladrones de bicicletas. Y no solo el 52,5 por ciento de los encuestados por Invamer confiesa sentirse en vilo, sino que el 76,2 ruega a la nueva alcaldía que acabe con la zozobra.

Hay bukélicos coléricos, diría Chichi Peralta, porque el 85 por ciento de los ladrones capturados quedan libres días después. Hay afanes belicosos e intenciones malvadas y sombrías: “Al punto que vamos, va a tocar hacer limpieza o andar armado todo mundo”, dijo una influencer, temible e irrazonable, a sus cientos de miles de admiradores. Pero hay voces sensatas y solidarias llenas de seguidores, como las de la periodista Mónica Rodríguez, el reportero Mariete Jaramillo y el actor Juan Pablo Raba, que han contado sus pesadillas en las vías bogotanas para que sea claro que esto no es una paranoia, sino un cerco: que esto no es una gritería de víctimas imprudentes, sino un tercer llamado a tomarse como propio, desde el progresismo, el asunto de la seguridad.

Si se está hablando a diario de seguridad no es para que la derecha reclame su autoridad, y ponga cara de mal necesario, sino para que la izquierda encare el tema.

Nuestro Estado es hipotético y hostil. Resulta raro e indignante que tan pocos piensen en los pacientes desbastecidos mientras discuten a muerte la reforma de la salud. Resulta típico e infame que una verdad como “los niños no deberían estar presos” no empuje a una transformación del sistema de atención a la juventud, y en cambio impida que los adolescentes condenados lleguen a centros dignos que en verdad los recobren. Si se está hablando a diario de seguridad no es para que la derecha reclame su autoridad, y ponga cara de mal necesario, sino para que la izquierda encare el tema como encarando a un cómplice de la desigualdad: este gobierno tendría que ser el fin de los policías corruptos, del populismo punitivo, del abandono de las familias de los penados, de la vista gorda al machismo que hace que quedarse adentro tampoco sea la salida.

Ya es viernes 1.º de diciembre de 2023. Ya hay gente hablando de las elecciones de 2026. Y todo parece estarle diciendo a la centroizquierda que su suerte depende de una política de seguridad tanto efectiva como diferente.

Que combata las estadísticas infernales, sí, que saque del juego del Estado a los mercados ilegales. Pero que prevenga y que cuide. Que defienda y que redima.

RICARDO SILVA ROMEROwww.ricardosilvaromero.com

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01.12.2023

Ya es viernes 1.º de diciembre. Ya es menos perverso tener un árbol de plástico en la sala. Suena, en los taxis, ese mensaje de Melodía Estéreo que parece una proclama de Bolívar: “Que el regocijo de esta Navidad aparte de los hombres los odios, los rencores, los afanes belicosos y toda intención malvada y sombría”. Y la gente empieza a decirle a uno “cuídese” –rechace llamadas de números desconocidos, borre esos mensajes urgentes llenos de enlaces, guarde el celular en el bolsillo de adelante apenas ponga un pie afuera, salga, si acaso tiene que salir, con guardaespaldas, y vuelva a su casa antes de la medianoche– porque nadie más va a cuidarlo en estos días de villancicos y robos a mano armada. “No dé papaya”, “quién le manda a salir a esa hora en Bogotá”, se oye. Porque vivimos notificados de la pesadilla. Y se presume que la culpa es de la víctima.

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Según los últimos datos escalofriantes que hay por ahí, desde la Defensoría del........

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