Yo no puedo opinar que usted es un asesino, no, tendría antes que probarlo. Yo no puedo opinar que usted es un narco, no, tendría que verlo pidiendo dinero a cambio de drogas ilegales. Pero el expresidente Pastrana ha acabado en una audiencia de conciliación con el presidente Petro, en el búnker al que van a morir las ilusiones, por haber tuiteado que este gobierno es uno solo con la mafia, y quizás ese encuentro de dos mundos se nos vuelva un llamado a elevar la calidad de los insultos y a despreciar dentro de los términos de la ley. Se ha vuelto muy común que la gente calumnie a la gente. Cada día sorprende menos que un líder deshonre a un rival a cambio de likes. Parece normal que los ciudadanos se refugien en sus amañadas versiones de los hechos, y allí se reproduzcan y envejezcan y mueran. Y, sin embargo, no está bien. Y es cuestión de salud pública que sea impensable injuriar para ganar.

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El público alucinado del espectáculo político no cree en reputaciones, sino en agravios, y los dirigentes, entregados en cuerpo y alma al ejercicio de la posverdad, se levantan a alimentar esa bestia. Pastrana, que podría haber sido un expresidente de la paz, que demandó por calumnia e injuria al senador Cepeda por haberlo relacionado con el paramilitarismo, que ha sido víctima de la ligereza con la que se reporta el sórdido caso de Epstein, insiste, en la Fiscalía, en que quieren penalizar su opinión de opositor. Petro, que fue un experto en probar sus denuncias, pero se le ha vuelto fácil acabar con prestigios con un par de frases, llega al búnker a defender su honra: “Pretendo que los líderes demos ejemplo”, dice, en plural, porque estos bocones con millones de seguidores tienen a las democracias en el borde de su precipicio.

Sí hay funcionarios alérgicos a las calumnias que piensan dos veces antes de meternos en líos a todos.

Todavía es posible volver a los políticos adultos. Uribe lanza sus rectificaciones cínicas, “no es narco”, “no es violador de niños”, después de aniquilar a sus críticos. Milei responde “es un comunista asesino que está hundiendo a Colombia”, sin tartamudeos ni lógicas, cuando le preguntan qué piensa de Petro. Pero Macron, que ha sido ridiculizado sin piedad, con acenticos de primaria, por el desquiciado de Trump, contesta que respeta profundamente al pueblo norteamericano –qué más puede decir una persona seria– si le pintan el regreso del trumpismo a la Casa Blanca. Sí se puede. Sí hay funcionarios alérgicos a las calumnias que piensan dos veces antes de meternos en líos a todos. Sí es importante que Pastrana se vea cara a cara con Petro, así sea a puerta cerrada, para que se deshagan juntos de la maña de difamar más de la cuenta.

Se dijeron unas cuantas barbaridades, acá afuera, a la mano de todos. Pastrana le dijo a Petro: “Sin pantalones”, “degenerado”, “tirano”. Petro le dijo a Pastrana: “Pasajero del Lolita Express”. Por supuesto, resulta fascinante que el padre de Pastrana haya ganado las empañadas elecciones presidenciales de abril de 1970, las del toque de queda, que dieron pie a la creación de aquel M-19 en el que Petro terminó militando, pero hoy, en la conciliación, tienen esta rara oportunidad para dar ejemplo, para creer de verdad en las cacareadas instituciones, para recordar que la calumnia es el tic de los infames, para caer en cuenta de que, luego de un par de décadas de posverdades que enceguecen, los gobernantes más disímiles comparten la capacidad de creerse que sus gobiernos fueron inmejorables.

Ojalá sirva de algo esta oportunidad para reivindicar una libertad de expresión que no sea manoseada: una que vuelva a ser el derecho a señalarles sus figuras lenguaraces, sus envanecimientos, sus ligerezas, sus despejes valientes e ingenuos en el nombre de la paz, sin caer en la tentación de acusar para dañar.

RICARDO SILVA ROMEROwww.ricardosilvaromero.com

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Conciliación

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02.02.2024

Yo no puedo opinar que usted es un asesino, no, tendría antes que probarlo. Yo no puedo opinar que usted es un narco, no, tendría que verlo pidiendo dinero a cambio de drogas ilegales. Pero el expresidente Pastrana ha acabado en una audiencia de conciliación con el presidente Petro, en el búnker al que van a morir las ilusiones, por haber tuiteado que este gobierno es uno solo con la mafia, y quizás ese encuentro de dos mundos se nos vuelva un llamado a elevar la calidad de los insultos y a despreciar dentro de los términos de la ley. Se ha vuelto muy común que la gente calumnie a la gente. Cada día sorprende menos que un líder deshonre a un rival a cambio de likes. Parece normal que los ciudadanos se refugien en sus amañadas versiones de los hechos, y allí se reproduzcan y envejezcan y mueran. Y, sin embargo, no está bien. Y es cuestión de salud pública que sea impensable injuriar para ganar.

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El público alucinado del espectáculo........

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