Quién aquí tiene la fantasía de hacer ciertos trabajos ajenos, por una jornada al menos, para probar que sí es posible hacerlos bien. Quién quiere ser por un día, por ejemplo, un alto funcionario que sepa cuidar las palabras. No hablo de esos líderes mitad sagaces, mitad trastornados, que sueltan ambigüedades – “a ver qué”– como “reelección solo si hay hecatombe” o “nace el poder constituyente en Colombia”. Hablo de deslenguados que nos empobrecen. El día sin sombra en Bogotá, o sea el martes 2 de abril en el que tantos se dejaron ver sin atenuantes, el comisionado de Paz reconoció un derecho irreconocible a las disidencias de las Farc, el director del DPS perdió nuestro tiempo en propagar, con superioridad moral de paja, una noticia falsa, y, ante la crisis agravada por el hundimiento de su reforma a la brava, el Presidente anunció que el gobierno de su república será –“de golpe”– el “reordenador” del sistema de salud.

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Desde El libro de los Proverbios de la Biblia se ruega “cuidar las palabras”. Está esa sentencia que es un dicho popular: “El que mucho habla, mucho yerra”. Y hay dos traducciones del versículo 3 del capítulo 13 que también vienen al caso: “Cuidar las palabras es cuidarse a uno mismo” y “El que guarda su boca guarda su alma”. Ambas advierten que de no hacerlo, de no contener la palabrería, vendrá la ruina no solo para el boquisuelto, sino para quienes lo rodean. Y es como si el libro imaginara esta época en la que ciertos líderes, como celebridades atrapadas en el espectáculo miserabilista de La casa de los famosos, como prestadores de servicios de las bodegas de las redes, ya no hacen su trabajo, ni asumen sus responsabilidades, sino que terminan siendo tragados por lo que creen que toca decir.

Uno se asoma a Equis, el viejo Twitter, a ver qué. Y, mientras el pulgar empuja la pantalla hacia arriba, nota que no es fácil creerles a estos rescatadores con aires de justicieros no solo porque son más tuiteros bajos que altos funcionarios, más propagadores de posverdades que indignados, sino porque ninguno habla desde la compasión: “Estamos llegando a un límite en el que las mujeres pueden delinquir y no se puede decir nada”, declara a La W un senador acusado de misógino, aquel martes sin nada de sombra, y agrega “al hombre sí se le juzga” en la línea de tiempo de estas redes diarias en las que tantos representantes del pueblo hacen malabares con las honras ajenas. Quién aquí sueña con demostrar, al menos por un día, que liderar es aclarar: que hacer política es comunicar y cuidar una lengua en común.

No es fácil captarles las ideas a estos funcionarios que descuidan las palabras. No es fácil oírles las denuncias vehementes, con visos de calumnias e injurias, que copian y pegan sin leer del todo. No es claro, por ejemplo, qué tanto comprenden la crisis de la salud. ¿Por qué tienden a crear pánico? ¿Por qué sus argumentos suenan a chantajes? ¿Serán capaces de cumplir la promesa de intervenir para bien? Están contra las EPS, sí, pero no es claro que estén a favor de los pacientes. Repiten con cifras de teléfono roto, ¡billones!, que el sistema está en el borde del precipicio, pero no es fácil creerles la solidaridad con los profesionales de la salud que se parten el alma y con las personas angustiadas que a esta hora reciben la noticia de que su procedimiento se ha suspendido –de golpe– hasta nueva orden.

Se han extraviado en la propaganda de la propaganda. Parecen más interesados en ganar que en servir. Dedican más tiempo a callar a los demás que a comunicarse.

Cuida las palabras, o sea que se cuida y cuida a los demás, aquel que sabe de qué está hablando. Pero a estos funcionarios lenguaraces solo les queda tiempo para prevalecer.

www.ricardosilvaromero.com

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Proverbios

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05.04.2024
Quién aquí tiene la fantasía de hacer ciertos trabajos ajenos, por una jornada al menos, para probar que sí es posible hacerlos bien. Quién quiere ser por un día, por ejemplo, un alto funcionario que sepa cuidar las palabras. No hablo de esos líderes mitad sagaces, mitad trastornados, que sueltan ambigüedades – “a ver qué”– como “reelección solo si hay hecatombe” o “nace el poder constituyente en Colombia”. Hablo de deslenguados que nos empobrecen. El día sin sombra en Bogotá, o sea el martes 2 de abril en el que tantos se dejaron ver sin atenuantes, el comisionado de Paz reconoció un derecho irreconocible a las disidencias de las Farc, el director del DPS perdió nuestro tiempo en propagar, con superioridad moral de paja, una noticia falsa, y, ante la crisis agravada por el hundimiento de su reforma a la brava, el Presidente anunció que el gobierno de su república será –“de golpe”– el “reordenador” del sistema de salud.

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