Dudo que estemos viviendo una decadencia porque dudo que hayamos vivido un esplendor. Y, sin embargo, el prócer que dijo “de lo sublime a lo ridículo hay solo un paso” vaticinó estos días paródicos. Uno se queda sin adjetivos publicables cuando ve al expresidente Duque vuelto un DJ que ameniza no sé qué fiesta con un reguetón que dice “mami, yo me siento tuyo”, y se rinde cuando lee esos trinos maniacos en varios idiomas que piden auxilio al progresismo internacional, en caso de un setentero golpe de Estado, firmados en plena “ocasión única y febril” por un tal Gustavo Berto Orrego, y da con la palabra “grotesco” cuando ve las fotos de las placas falaces que le atribuyen al fiscal saliente una serie de logros ajenos, y entonces se pregunta si esto de vivir hiperconectados e hiperactivos está trastornando aún más a los líderes, y ya no es un chiste hablar de “gobierno de la ansiedad”, sí, de “patocracia”.

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Quienes tengan el tiempo para estar sintonizados con el acabose criollo, ese “ahora o nunca” por siempre y para siempre que no obstante parece indiferente con la guerra nuestra, repetirán que los críticos solemos quedarnos en la forma –e insistirán, con anteojeras, en que el estilo no es el hombre–, pero es claro que la megalomanía revivida por las redes ha significado el fin del sano sentido del ridículo. Ya Kundera había notado el triunfo de la imagología sobre la ideología: el hecho de que, enfrascados en sus protagonismos e incapaces de distinguir entre el espejo y la propaganda, los políticos de nuestros tiempos terminan devorados por sus personajes. Pero ni siquiera en los cálculos de Freud se veían venir el complejo de Dios y la superioridad moral sin pies ni cabeza que hoy uniforman a tantos rivales a muerte.

No parece haber una crisis institucional, sino una crisis de salud mental entre estos dirigentes plagados de fuentes de ansiedad.

Colombia es una bola de peros. La historia de “las Ías” ha dado sus fiascos, pero nunca un fiscal se deslegitimó comparando a un presidente con Pablo Escobar. Pero no hay vileza en reconocer que el hijo del jefe del Estado está siendo investigado por lo que confesó, ni en aceptar que aquel canciller inconveniente tenía que responder por el lío de los pasaportes, ni en notar que la pasada campaña presidencial fue sórdida. Pero sorprende la eficiencia selectiva de los vigilantes duquistas. Pero hay que haberse fanatizado para tragarse tantos sapos, de Benedetti en adelante, en nombre de la causa. Pero cómo no atrincherarse si la senadora Cabal dice que “el desafío es que Petro no se quede cuatro años”. Pero sólo trina en árabe quien cree que el liderazgo es cómplice del establecimiento si no termina en martirio. Pero cuesta entender por qué la Corte Suprema tarda tanto en hallar, en esa terna estupenda, la jefa de la fiscalía. Pero bloquear el Palacio de Justicia es un violento fracaso.

Y, no obstante, no parece haber una crisis institucional, sino una crisis de salud mental entre estos dirigentes plagados de fuentes de ansiedad. Quienes queremos que salga bien esta presidencia tenemos en común el hartazgo con quienes la detestan. Podría uno decir “esto se jodió”, como “el hombre de los meteoros” Max Henríquez cuando describió, espantado, cómo los vientos han cambiado de dirección, pero también podría respirar hondo mientras siguen de largo estos gobernantes tan frágiles, tan llenos de sí mismos, tan narcisos, que no acusan recibo de su vocación a ser memes. Quizás esta sea la semana para recordar que todos estamos de paso. Que entre más se sienta uno dueño de Colombia, más lo enfurecerán para nada las ridiculeces de sus políticos. Y, entre más se vare en la discusión alucinada de si el golpe será del Presidente o contra el Presidente, más olvidará que este es un país en guerra que no merece estar en manos de esos egos tan heridos.

RICARDO SILVA ROMEROwww.ricardosilvaromero.com

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Ridículo

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09.02.2024

Dudo que estemos viviendo una decadencia porque dudo que hayamos vivido un esplendor. Y, sin embargo, el prócer que dijo “de lo sublime a lo ridículo hay solo un paso” vaticinó estos días paródicos. Uno se queda sin adjetivos publicables cuando ve al expresidente Duque vuelto un DJ que ameniza no sé qué fiesta con un reguetón que dice “mami, yo me siento tuyo”, y se rinde cuando lee esos trinos maniacos en varios idiomas que piden auxilio al progresismo internacional, en caso de un setentero golpe de Estado, firmados en plena “ocasión única y febril” por un tal Gustavo Berto Orrego, y da con la palabra “grotesco” cuando ve las fotos de las placas falaces que le atribuyen al fiscal saliente una serie de logros ajenos, y entonces se pregunta si esto de vivir hiperconectados e hiperactivos está trastornando aún más a los líderes, y ya no es un chiste hablar de “gobierno de la ansiedad”, sí, de “patocracia”.

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Quienes tengan el........

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