Eran cuatro, un macho y tres hembras; ahora son 170 aproximadamente y, de seguir su proliferación en las aguas del Magdalena Medio, llegarían a mil en 2035. Cada una de estas monstruosas criaturas que asoman sus narices en la superficie del agua para asombro de los turistas en la llamada Hacienda Nápoles tiene una vida promedio de 50 años y está muy contenta comiendo 40 kilos de pasto al día, para envenenar luego con sus heces las aguas de nuestro legendario río y seguir acabando así con las especies nativas, sustento y orgullo de los lugareños.

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Gracias a ellos, a sus 1.500 kilos de peso, a sus colmillos que miden hasta 50 centímetros, a su ganada fama de ser violentos por naturaleza y a que poseen la mordedura más fuerte entre todos los mamíferos, los habitantes de las zonas afectadas por su presencia están atemorizados, ven menguados sus recursos hídricos, los peces, la flora y la fauna y conviven con el miedo de que tan nefastos invasores —que corren a 30 km por hora— les salgan al paso en cualquier momento, como les ocurrió el año pasado en la vía a los pasajeros de un vehículo particular; el susto, las heridas y la muerte del animal pusieron a pensar en serio a las autoridades sobre los problemas que se vienen con estos extraños gigantes.

Estamos hablando de los hipopótamos que en mala hora Pablo Escobar Gaviria trajo a Colombia en medio de sus fantasías y que están en la mira de las autoridades, los animalistas, los técnicos y los ciudadanos del común. El plan de llevar algunos a otros países sigue en pie, pero sin humo blanco. El programa de castración camina lento y con pocos resultados: se han esterilizado 6 de los 50 que se tenían en la mira y el costo ha sido de $ 240 millones, con el agravante de que nadie cree que allí esté la solución definitiva, porque son puestos de nuevo en los charcos sin control sobre lo que vendrá después para ellos. El balance entonces, después de que esta especie fue declarada como invasora hace dos años, no puede ser peor.

Colombia está preparada para hablar de eutanasia también en el caso de los animales. No hay que tener miedo a esta palabra que, en el caso de los hipopótamos, se ve como una salida necesaria.

Queda como alternativa la eutanasia, a la que algunos rechazan tanto en animales como en humanos y que, en mi opinión, es una salida excelente para unos y otros para prevenir males mayores. Si no saben, Colombia es un país líder en el tema a nivel mundial, gracias a hombres de avanzada en su pensamiento como Carlos Gaviria, llamado ‘El Hereje’, en el libro que acabo de leer de Ana Cristina Restrepo, donde se da cuenta una vez más de su valentía para pensar distinto y sostenerse en lo dicho. Colombia está preparada para hablar de eutanasia también en el caso de los animales. No hay que tener miedo a esta palabra que, en el caso de los hipopótamos, se ve como una salida necesaria, aunque dolorosa. Pero de dos males el menor, ante la amenaza que tenemos de que la vida sea inviable a lo largo del río Magdalena por falta de una acción oportuna de unas autoridades como las que tenemos que no conocen la palabra prevención, no miran más allá de sus narices y quieren quedar bien con Dios y con el diablo.

He sido animalista y seguiré siéndolo, pero creo que hay momentos como este en donde hay que actuar, porque más adelante no serán 100 sino miles los hipopótamos que tendrán que morir cuando ya sean tantos que se tendría que apelar a todo para exterminarlos. Ojalá pudieran llevárselos, pero las promesas promesas han sido y el problema crece peligrosamente para todos.

SONIA GÓMEZ GÓMEZ

(Lea todas las columnas de Sonia Gómez Gómez en EL TIEMPO, aquí)

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¿Cuántos hipopótamos más queremos?

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09.02.2024

Eran cuatro, un macho y tres hembras; ahora son 170 aproximadamente y, de seguir su proliferación en las aguas del Magdalena Medio, llegarían a mil en 2035. Cada una de estas monstruosas criaturas que asoman sus narices en la superficie del agua para asombro de los turistas en la llamada Hacienda Nápoles tiene una vida promedio de 50 años y está muy contenta comiendo 40 kilos de pasto al día, para envenenar luego con sus heces las aguas de nuestro legendario río y seguir acabando así con las especies nativas, sustento y orgullo de los lugareños.

(También le puede interesar: ‘El más colombiano de los colombianos’)

Gracias a ellos, a sus 1.500 kilos de peso, a sus colmillos que miden hasta 50 centímetros, a su ganada fama de ser violentos por naturaleza y a que poseen la mordedura más fuerte entre todos los mamíferos, los habitantes de las zonas afectadas por su presencia están atemorizados, ven menguados sus........

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