Javier Milei es un ‘avis’ tan rara en la política latinoamericana que la prensa internacional se ha visto en apuros para definirlo, recurriendo, la mayoría de las veces, al atajo de ‘ultraderechista’.

Me parece una etiqueta perezosa. De sus posiciones, solo el distanciamiento de ciertos consensos sobre la historia de la dictadura ameritaría ese rótulo. Otras posturas, como su rechazo al aborto, son, sí, conservadoras, pero no tan distantes de la media de la opinión pública como para ser calificadas de ‘ultra’.

En cuanto al componente central de su programa, el componente económico –defensa del libre mercado, reducción del tamaño del Estado, ortodoxia fiscal, independencia del banco central, etc.–, no hay allí nada de ‘extrema’ derecha. Por el contrario: si algo ha caracterizado a la derecha internacional en los últimos años, de Trump a Le Pen, es el proteccionismo comercial, opuesto a lo que propone Milei.

Al despelucado economista también se lo acusa de populista, calificativo con el que sí estoy de acuerdo: es bufonesco y provocador, divide el mundo entre buenos y malos y promete cosas que no podrá cumplir.

En un momento crucial, sin embargo, esa etiqueta también falló. Pues ¿habrá algo menos populista que la frase que marcó su discurso inaugural? “No hay plata”, sentenció el nuevo presidente ante un público que lo aplaudía: una sinceración tan inusual en este continente que parecía que nos hubiéramos trasladado a un universo alternativo.

Trágica ironía: no hay plata en el país de la plata, puesto que ‘Argentina’ viene de ‘plata’ en latín. Milei propone enfrentar esa situación con draconianos recortes al gasto público, simbolizados por la motosierra que blandía en sus eventos de campaña (implemento con una carga semántica menos macabra en ese país que en el nuestro).

Pero ojo, ‘mileinnials’: si en Argentina no hay plata, tampoco hay balas de plata. El mercado no lo es, en el sentido de una solución mágica a todos los problemas del país. La visión de Milei tiene esa debilidad, un enfoque casi exclusivamente economicista. Si bien la economía es un asunto clave en la administración de una nación –y de esta en especial, cuyos principales descalabros son de índole económica–, el manejo económico no lo es todo a la hora de gobernar.

Está por verse cómo enfrentará el ‘león’ libertario el sinnúmero de fricciones que provocará su gobierno, y cómo negociará con grupos de presión encontrados, como el peronismo y los sindicatos, que también hacen parte de la democracia. En una sociedad plural y compleja, como lo son todas, hay múltiples tensiones que el mercado no resuelve. Y si Milei, frustrado, acude a la represión, podría, ahí sí, ganarse el rótulo de ‘ultra’.

Dicho esto, no deja de ser una feliz noticia la derrota del kirchnerismo, grupo político degradado que arruinó a su país y cuya vulgar arrogancia quedó expuesta en la ‘pistola’ que Cristina Fernández les hizo a sus detractores el día de la transición de mando. El dedo medio de la expresidente dijo, o confirmó, todo lo que había que saber sobre su catadura ética y democrática.

El caso argentino es una lección para toda América Latina, y especialmente para la izquierda, que suele ser pródiga en materia de gasto: la lección de que se debe proteger como un tesoro la estabilidad macroeconómica de las naciones. Pues fue el desarreglo macro –cuyos ecos se escuchan en nuestro país en propuestas como las de relajar la regla fiscal y nacionalizar el ahorro pensional– lo que condujo a Argentina a requerir un doloroso e impopular tratamiento de austeridad para salvar al paciente, en estado crítico tras años de vida disipada.

Un país entre la espada y la pared. O, para ser más exactos, entre la motosierra y la ‘pistola’.

THIERRY WAYS
En X: @tways
tde@thierryw.net

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Entre la motosierra y la ‘pistola’

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17.12.2023

Javier Milei es un ‘avis’ tan rara en la política latinoamericana que la prensa internacional se ha visto en apuros para definirlo, recurriendo, la mayoría de las veces, al atajo de ‘ultraderechista’.

Me parece una etiqueta perezosa. De sus posiciones, solo el distanciamiento de ciertos consensos sobre la historia de la dictadura ameritaría ese rótulo. Otras posturas, como su rechazo al aborto, son, sí, conservadoras, pero no tan distantes de la media de la opinión pública como para ser calificadas de ‘ultra’.

En cuanto al componente central de su programa, el componente económico –defensa del libre mercado, reducción del tamaño del Estado, ortodoxia fiscal, independencia del banco central, etc.–, no hay allí nada de ‘extrema’ derecha. Por el contrario: si algo ha caracterizado a la derecha internacional en los últimos años, de Trump a Le Pen, es el proteccionismo comercial, opuesto a lo que propone Milei.

Al despelucado economista también se lo........

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