Cada gobierno tiene un tema o idea que lo engloba y representa, y por el que suele ser recordado. A veces hay más de uno, pero nunca son muchos. Y no siempre son los que los mandatarios desean.

El de César Gaviria fue el cuatrienio de la apertura, la Constituyente y la guerra contra Pablo Escobar. El de Samper, el del proceso 8.000. Pastrana, los fallidos diálogos del Caguán. El signo del gobierno de Uribe fue la derrota militar de las Farc, contaminada por los escándalos de la ‘parapolítica’ y los ‘falsos positivos’. El tema de Santos fueron las negociaciones de paz. El periodo de Iván Duque quiso ser el de la ‘economía naranja’ y la ‘paz con legalidad’, pero se atravesó el covid y terminó siendo el gobierno de la pandemia.

El mandato actual de Gustavo Petro pretende ser ‘el gobierno del cambio’, pero está siendo el gobierno de los escándalos, a razón de casi uno por semana. El más reciente fue el de los carrotanques para llevar agua a La Guajira, un programa que pese a ser anunciado con estruendoso autobombo, desembocó en la renuncia del director de la agencia encargada, la impronunciable UNGRD, por presuntos sobrecostos en la compra de los vehículos, a lo que se suman las denuncias de la comunidad de que la poca agua que les ha llegado no es potable.

Bien lo resumió la exministra de Petro, Cecilia López: “Mi preocupación es que el cambio muera, porque se va a asociar a lo que está pasando en este Gobierno”.

Los escándalos de corrupción, sin embargo, no son monopolio de esta administración; ocurren en todas. Esa reducida distintividad los hace inapropiados para convertirse en una marca de fábrica. Sería como pretender sobresalir en una fiesta de la oligarquía bogotana en Cartagena por portar ropa de lino.

En cambio, una característica que sí es propia de este gobierno, al punto de servir para distinguirlo de otros, es algo que llamaré la persistencia de las malas ideas.

Me refiero a que no hay propuesta, propósito, intención o empeño del Gobierno en el que no se enranche tercamente, en particular si tiene en contra a las voces más calificadas.

¿Es mala idea renunciar a la exploración de hidrocarburos, ya que son un pilar del presupuesto nacional y el país no es un emisor significativo de CO2? Pues no, Colombia debe ser ejemplo mundial de sacrificio, dice el Presidente.

¿Empresarios y economistas advierten que la reforma tributaria frenará la inversión privada? Qué van a saber ellos de crecimiento, que son todos unos neoliberales, dicen desde Palacio.

¿Los estudiosos de la salud concluyen que la reforma del Gobierno no soluciona los problemas del sistema y, en cambio, destruye una de las pocas cosas que funcionan en el país? Pues nada, la reforma será presentada “cuantas veces sea necesario”, responde el Ejecutivo.

Y la persistencia de las malas ideas no atañe solamente a las reformas, también caracteriza los nombramientos. No hay funcionario que haya salido de su cargo por un escándalo o por bajo desempeño que no haya sido reencauchado a los pocos meses en otro puesto, para el que usualmente no tiene la experiencia requerida. Y no hay activista desempleado, ‘influencer’ varado o petrista quemado en las elecciones pasadas al que no se le encuentre chamba en el Gobierno del cambio, donde se valora, evidente es, la lealtad sobre la competencia.

Me dirán que en ciertas circunstancias la perseverancia es una virtud. Y sí que lo es: en el emprendimiento, por ejemplo, o en el entrenamiento deportivo. Pero una democracia no es un monumento a la intransigencia, sino una construcción colectiva que exige de sus dirigentes capacidad para concertar, conciliar y, sobre todo, escuchar. Ninguna de esas cualidades está presente en este, el Gobierno no del cambio, sino del empecinamiento.

THIERRY WAYS
En X: @tways
tde@thierryw.net

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La persistencia de las malas ideas

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03.03.2024

Cada gobierno tiene un tema o idea que lo engloba y representa, y por el que suele ser recordado. A veces hay más de uno, pero nunca son muchos. Y no siempre son los que los mandatarios desean.

El de César Gaviria fue el cuatrienio de la apertura, la Constituyente y la guerra contra Pablo Escobar. El de Samper, el del proceso 8.000. Pastrana, los fallidos diálogos del Caguán. El signo del gobierno de Uribe fue la derrota militar de las Farc, contaminada por los escándalos de la ‘parapolítica’ y los ‘falsos positivos’. El tema de Santos fueron las negociaciones de paz. El periodo de Iván Duque quiso ser el de la ‘economía naranja’ y la ‘paz con legalidad’, pero se atravesó el covid y terminó siendo el gobierno de la pandemia.

El mandato actual de Gustavo Petro pretende ser ‘el gobierno del cambio’, pero está siendo el gobierno de los escándalos, a razón de casi uno por semana. El más reciente fue el de los carrotanques para llevar agua a La........

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