A juzgar por los datos divulgados por el ministerio de Defensa en noviembre pasado, y recogidos por EL TIEMPO, con “números que no se veían desde hace años”, el hurto a personas es un delito que parece imposible de controlar, pues solo entre enero y octubre del 2023 había dejado más de 308.426 víctimas. Y si a este saldo se suman los robos de vehículos y de motocicletas –con más de 73.000 casos denunciados en el mismo lapso–, el panorama no es muy halagüeño que digamos. Con el agravante de que desde entonces la cosa no es que haya mejorado mucho, por lo cual salir a la esquina puede ser una actividad de alto riesgo.

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Y aunque esta información no deja de ser preocupante –ya que la inseguridad no respeta horarios, estratos ni regiones–, no pretendo aburrir a los lectores con un análisis de la (IN)seguridad ciudadana ni atizar más la paranoia que se genera por cuenta de los videos que circulan a diestra y siniestra en las redes sociales.

Sin embargo, después de leer y releer esos datos, me puse a cavilar acerca de cómo el hecho de robar altera el bienestar de la comunidad y el desarrollo de la sociedad; lo cual, a su vez, me llevó a plantearme qué ocurriría en nuestro país si no hubiera robos. ¿Se imaginan las calles libres de hurtos, paseos millonarios, etcétera?

En primer lugar, además de la obvia recuperación de la tranquilidad, se acabaría una buena parte de los insumos de los videos que alimentan noticieros de televisión, canales digitales, influencers y alarmistas en general que viven de, por y para la difusión de imágenes que causan rabia e indignación, pero que también dejan muchos likes y atraen seguidores por montones.

A su vez, las autoridades tendrían menos trabajo y los hombres de la Fuerza Pública, en vez de dedicarse a perseguir atracadores, apartamenteros y jaladores de carros, tendrían tiempo de sobra para acompañar a la vecindad de cada cuadrante en actividades comunitarias, cívicas, culturales y deportivas, como ocurre en muchos países desarrollados. Y, como si fuera poco, disminuiría de manera considerable la población de las cárceles y estaciones de policía, que desde hace años padecen una inaceptable situación de hacinamiento.

Hoy en día, por cuenta de los ladrones, salir a la esquina puede ser una actividad de alto riesgo.

Pero mis meditaciones no pararon ahí, pues al fantasear con una hipotética erradicación de los robos no me quedé en la sustracción de elementos materiales, sino que me puse a pensar en otras modalidades, que pueden ser iguales o más impactantes que el simple despojo de un celular, un reloj caro o un vehículo de alta gama.

En primer lugar, habría que hablar del robo de los impuestos, llevado a cabo por los políticos o contratistas inescrupulosos que convierten los recursos públicos en botín particular. Estos están fuera de concurso.

Pero ellos no son los únicos ni los más originales. No hace falta ser Sherlock Holmes para ver la cantidad de artimañas y maromas a las que recurren algunos con tal de hacerles trampa a sus obligaciones tributarias –empezando por la declaración de renta–, con el agravante de que no necesariamente se trata de gente sin recursos sino que en muchas ocasiones son personas codiciosas, que prefieren robarse directamente los impuestos, dizque “para que no se los roben los políticos”.

¿Y, en sentido figurado, qué decir de los que se roban ideas y luego las presentan sin el menor pudor, como si fueran creaciones propias? ¿O de esos seres, en apariencia inofensivos, que se especializan en robarle a uno la tranquilidad?

Y ni hablar de aquellos amigos o colegas, y no pocos jefes, que con el pretexto de robarle a uno un minuto le hacen perder tiempo valioso que se podría invertir mejor descansando o trabajando.

En fin... Sé que la lista queda inconclusa, pero ojalá sirva de pretexto para pensar en serio cómo mejoraría este país si se acabara la robadera.

VLADDO
puntoyaparte@vladdo.com

(Lea todas las columnas de Vladdo en EL TIEMPO, aquí)

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¿Y si se acabara la robadera?

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31.01.2024

A juzgar por los datos divulgados por el ministerio de Defensa en noviembre pasado, y recogidos por EL TIEMPO, con “números que no se veían desde hace años”, el hurto a personas es un delito que parece imposible de controlar, pues solo entre enero y octubre del 2023 había dejado más de 308.426 víctimas. Y si a este saldo se suman los robos de vehículos y de motocicletas –con más de 73.000 casos denunciados en el mismo lapso–, el panorama no es muy halagüeño que digamos. Con el agravante de que desde entonces la cosa no es que haya mejorado mucho, por lo cual salir a la esquina puede ser una actividad de alto riesgo.

(También le puede interesar: ‘El País’ sin Savater)

Y aunque esta información no deja de ser preocupante –ya que la inseguridad no respeta horarios, estratos ni regiones–, no pretendo aburrir a los lectores con un análisis de la (IN)seguridad ciudadana ni atizar más la paranoia que se genera por cuenta de los videos que circulan a diestra y siniestra en las redes........

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