En un ambiente de pugnacidad y radicalización como el que vivimos en estos tiempos, no es usual que haya un consenso acerca de una figura pública como el que se ha visto alrededor del periodista Rodrigo Pardo García-Peña, quien falleció el pasado lunes, después de una larga batalla contra el cáncer. Tan pronto como se anunció la noticia de su deceso, las redes sociales se inundaron de opiniones, lamentos y recuerdos en los que se exaltaban muchas de sus cualidades; comentarios en los que el denominador común era la calidad humana de este economista convertido en internacionalista, y que también incursionó en la política y la diplomacia.

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Sin embargo, para regocijo de la opinión pública y del país, el periodismo le ganó el pulso a la política, y Rodrigo se convirtió en un destacado analista que observaba e interpretaba como pocos los hechos más relevantes de la actualidad nacional e internacional, gracias a ese temperamento suyo tan particular, en el que se combinaban de manera muy armónica la disciplina y la calidez, el rigor y la ponderación, la modestia y la profundidad, la sensatez y la discreción. De hecho, si había algo que lo distinguía era su alergia a la altisonancia, la arrogancia o el autobombo, pecados tan recurrentes hoy en el ámbito periodístico, pero a los que Rodrigo era inmune, pues siempre anteponía la credibilidad a la frivolidad, la seriedad a la vanidad, la moderación a la pretención.

En otras palabras, y pese a que hoy el que más ruido hace es el que más adeptos tiene –sobre todo en el mundo virtual–, a Rodrigo no lo trasnochaba la popularidad, y prefería ser un analista ecuánime, así no despertara tanta euforia entre el público, tal y como lo describe Felipe López, fundador de Semana, donde trabajaron juntos muchos años. “En mi generación, los equilibrados eran los líderes de opinión, pero la moderación pasó de moda, y ahora los líderes de opinión son aquellos columnistas que polarizan. Ser equilibrado es un pasivo”, dice el antiguo propietario de la mencionada revista.

Rodrigo Pardo siempre anteponía la credibilidad a la frivolidad, la seriedad a la vanidad, la moderación a la pretención.

No obstante, y más allá de las cifras del rating o de la cantidad de likes, lo cierto es que el país ha ovacionado de pie a Rodrigo Pardo, en un reconocimiento más que merecido a una trayectoria impecable. Y no es para menos, ya que como buen maratonista, él tenía una capacidad envidiable para ver las cosas en perspectiva y apreciar cada evento como una carrera de fondo, en vez de incurrir en el inmediatismo que conduce a juicios irreflexivos y decisiones apresuradas. Eso no era lo suyo.

Como es obvio, esa capacidad de análisis no surgió de la nada, sino que era producto de la vasta cultura general que Rodrigo cultivó a lo largo de su vida y de su consagración al estudio de los más variados temas, en especial aquellos relacionados con política exterior, abordados por reconocidos periodistas, académicos e investigadores colombianos y de otras latitudes. Ni siquiera a sus 65 años, Rodrigo abandonó ese aire de alumno del Gimnasio Moderno que conservó como sello personal, con despeluque permanente incluido, como si acabara de llegar del colegio. En su escritorio solía haber numerosos periódicos, libros y revistas que él siempre consultaba y trataba de organizar, aunque sin mucho éxito.

Pero, además de pilo y equilibrado, Rodrigo también era un tipo afable y sensible –en el sentido más extenso de la palabra–, al que le afectaban por igual los conflictos globales, los problemas de la paz en Colombia, las vicisitudes de los ciudadanos más vulnerables o los avatares de su Millos del alma, entre muchos otros.

Hará falta Rodrigo. Y aunque es inmenso el vacío que deja, nos queda el testimonio de un hombre sencillo y único, que jamás necesitó levantar la voz ni tuvo que pisotear a nadie ni empinarse para hacerse notar.

VLADDO
puntoyaparte@vladdo.com

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Adiós a un gran tipo

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21.02.2024

En un ambiente de pugnacidad y radicalización como el que vivimos en estos tiempos, no es usual que haya un consenso acerca de una figura pública como el que se ha visto alrededor del periodista Rodrigo Pardo García-Peña, quien falleció el pasado lunes, después de una larga batalla contra el cáncer. Tan pronto como se anunció la noticia de su deceso, las redes sociales se inundaron de opiniones, lamentos y recuerdos en los que se exaltaban muchas de sus cualidades; comentarios en los que el denominador común era la calidad humana de este economista convertido en internacionalista, y que también incursionó en la política y la diplomacia.

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