Desde el día uno como fiscal general de la Nación, Francisco Barbosa se dedicó a vender su propia imagen como la de un funcionario superdotado, alguien único, “el colombiano mejor preparado de su generación”, según lo que él mismo decía. Él se cree una figura de dimensiones siderales, un ser único en la historia del servicio público de este país. En su delirio, su llegada al búnker de la avenida La Esperanza iba a marcar un antes y un después, un punto de inflexión en la historia de Colombia. De hecho, cuando apenas llevaba tres meses en su despacho, el antiguo parcero de Iván Duque dijo que la suya era la mejor fiscalía de la historia. ¿Basado en qué? Pues en el espejo de su arrogancia, dónde más... Aquel espejo en el que todavía hoy sigue observando ese reflejo indeleble.

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Es extensa la lista de despropósitos y estropicios cometidos por este personaje que, no obstante su destacada formación y luego de cuatro años en el puesto, parece desconocer las funciones propias de su cargo, claramente definidas en el artículo 251 de la Constitución Nacional. Y, como si lo anterior no fuera suficientemente delicado, ha protagonizado una serie de episodios que en cualquier país medio serio serían motivo de sobra para iniciar alguna investigación, pero que aquí a duras penas dan para un meme en redes sociales.

Cómo olvidar, por citar un ejemplo, cuando en plena pandemia, mientras todos nos encontrábamos encerrados en nuestras casas, sin poder visitar a nuestros amigos o parientes, el señor Barbosa armó paseo familiar a San Andrés. Y cuando estalló el escándalo, gracias a una denuncia de Noticias Uno, Barbosa trató torpemente de minimizar el asunto diciendo, con su característico gesto de MIUC (me importa un comino) que “Más allá de ser fiscal, es padre de familia”. Háganme el bendito favor...
Claro, no faltarán quienes salgan a defenderlo, aduciendo que esas son nimiedades, y que lo importante es lo que Barbosa ha hecho contra el crimen, la ilegalidad, el narcotráfico, el terrorismo, la inseguridad, la impunidad, etcétera. Pues la verdad es que en líneas generales tampoco es que este fiscal tenga mucho que mostrar, por más que él mismo, ya a punto de entregar el cargo, esté dedicado a hacer auspiciosos balances, que en realidad son un ejercicio de autobombo.

En líneas generales el fiscal no tiene mucho que mostrar, así él mismo esté dedicado a hacer auspiciosos balances, que en realidad son un ejercicio de autobombo.

Por ejemplo, a pesar de que el día de su posesión su amigote Iván Duque le recomendó que esclareciera el asesinato de Álvaro Gómez, lo cierto es que desde entonces no hubo ningún avance por parte de la Fiscalía, y hoy Barbosa no tiene nada que mostrar; ni en ese caso ni en otros asuntos que son de su resorte.

No en vano, Enrique Gómez Martínez, sobrino del inmolado dirigente conservador, al referirse a la responsabilidad del Fiscal ante la ola de inseguridad que azotaba al país a finales del 2021, dijo, entre otras cosas: “La Fiscalía es un fracaso; la Fiscalía es una de las claves de la inseguridad. Todos sus indicadores, todos, han bajado radicalmente y se están derrumbando. Barbosa nunca ha ido a juicio, no sabe lo que está haciendo ni de lo que está hablando. No tiene vergüenza y, sobre todo, no responde ante nadie”. Y lo peor es que hoy la situación sigue igual o aún más deteriorada.

Y si a ese pobre desempeño le sumamos las veleidades políticas de su jefe máximo y su irrespeto a la institucionalidad, tal y como quedó expuesto en el magnífico editorial de El Espectador del pasado domingo, las cuentas simplemente no cuadran, y aquella proclama de “la mejor fiscalía de la historia” no pasa de ser un chiste flojo.

En síntesis, al finalizar su período, es inocultable el hecho de que a Barbosa la Fiscalía le quedó grande; y, para completar, su soberbia y su engreimiento, en vez de ayudarle a llenar los vacíos de su gestión, los hicieron mucho más notorios.

VLADDO
puntoyaparte@vladdo.com

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Más soberbia que Fiscal

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17.01.2024

Desde el día uno como fiscal general de la Nación, Francisco Barbosa se dedicó a vender su propia imagen como la de un funcionario superdotado, alguien único, “el colombiano mejor preparado de su generación”, según lo que él mismo decía. Él se cree una figura de dimensiones siderales, un ser único en la historia del servicio público de este país. En su delirio, su llegada al búnker de la avenida La Esperanza iba a marcar un antes y un después, un punto de inflexión en la historia de Colombia. De hecho, cuando apenas llevaba tres meses en su despacho, el antiguo parcero de Iván Duque dijo que la suya era la mejor fiscalía de la historia. ¿Basado en qué? Pues en el espejo de su arrogancia, dónde más... Aquel espejo en el que todavía hoy sigue observando ese reflejo indeleble.

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Es extensa la lista de despropósitos y estropicios cometidos por este personaje que, no obstante su destacada formación y luego de cuatro años en el puesto, parece desconocer........

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