Aunque Gustavo Petro da tema para todos los días, las reacciones que suscita están lejos de ser unánimes. Y aunque alrededor de su gestión y su figura hay comentarios de toda índole, me llama la atención que haya tantas opiniones sin fundamento, tanto para criticarlo como para defenderlo.

Por una parte, muchos de los que cuestionan ciertas propuestas de Petro olvidan que ellos mismos han defendido causas similares en el pasado. Sin ir muy lejos, la manida idea de hacer una asamblea constituyente, una iniciativa tan inviable como innecesaria, ha estado sobre la mesa en distintos momentos de nuestra historia. Por ejemplo, gobernantes tan polémicos como Alfonso López Michelsen o Julio César Turbay Ayala trataron –en 1977 y 1979, respectivamente– de utilizar esa herramienta, pero ninguno de los dos lo logró. Y en tiempos más recientes voces muy representativas del uribismo, incluidos el propio Álvaro Uribe y varios de sus alfiles y peones, sugirieron sin éxito convocar una constituyente para reformar la justicia; y en otra ocasión este expresidente también fracasó al plantear acudir a la misma figura para refrendar e implementar los acuerdos de paz con las Farc. Así y todo, son los mismos a los que hoy se les llena la boca diciendo que una constituyente es un atentado contra la institucionalidad. Y algo similar sucede cuando hablan de corrupción, sin tener el menor grado de autoridad moral.

Estos son apenas unos botones de muestra, pues si los voceros de la oposición, empezando por los del Centro Democrático, revisaran el largo rabo de paja e inconsistencia que tienen, deberían pensarlo dos veces antes de arrojar la primera piedra contra el actual gobierno.

Sin embargo, en honor a la verdad, y teniendo en cuenta que la política es el arte de la contradicción, hay que decir que la incoherencia no es un rasgo exclusivo de ninguna colectividad, pues prácticamente todos los políticos, dependiendo del bando en que se encuentren o de la conveniencia electoral del momento, tienen gran habilidad tanto para desdecirse como para inflar los defectos de sus adversarios.

Desde luego, en las toldas del petrismo no se quedan atrás, y en este repaso de la tradicional incongruencia que caracteriza a nuestra clase política es necesario recordar que los defensores a ultranza del Presidente tampoco están vacunados contra la amnesia o la memoria selectiva, y que, al aplaudir a ciegas los discursos de Petro –a pesar de lo estrambóticos que suelen ser– o al respaldar sin chistar cada una de sus decisiones, están dejando a un lado la agudeza y el sentido crítico que los caracterizaba cuando su proceloso líder ejercía como adalid de la oposición.

Sin ir muy lejos, basta hacer un repaso de las manifestaciones de indignación que emitían a los cuatro vientos cuando se hablaba de los negocios de los hijos de Uribe, o de la vehemencia con la que pedían cabezas a raíz del escándalo de los 70.000 millones de pesos de Centros Poblados, en el gobierno de Iván Duque. En cambio, cuando se trata de las andanzas de Nicolás Petro, de las oscuras maniobras alrededor de los carrotanques de La Guajira o de los desastrosos nombramientos diplomáticos de Petro, suelen salirse por la tangente. Y ni hablar de los vicios y mañas que con toda razón repudiaban de la política tradicional, y que siguen a la orden del día, a pesar de que en campaña habían prometido eliminarlos de raíz.

Aunque sé que no van a faltar los que digan que cómo se me ocurre hacer semejantes comparaciones, creo que sería muy conveniente que unos y otros pensaran muy bien si vale la pena someter al país a discusiones estériles, que solo sirven para agudizar la radicalización, y que nos privan de buscar soluciones a los problemas reales que tenemos hoy como sociedad y como nación.

puntoyaparte@vladdo.com

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Mira quién habla (nuevo capítulo)

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27.03.2024
Aunque Gustavo Petro da tema para todos los días, las reacciones que suscita están lejos de ser unánimes. Y aunque alrededor de su gestión y su figura hay comentarios de toda índole, me llama la atención que haya tantas opiniones sin fundamento, tanto para criticarlo como para defenderlo.

Por una parte, muchos de los que cuestionan ciertas propuestas de Petro olvidan que ellos mismos han defendido causas similares en el pasado. Sin ir muy lejos, la manida idea de hacer una asamblea constituyente, una iniciativa tan inviable como innecesaria, ha estado sobre la mesa en distintos momentos de nuestra historia. Por ejemplo, gobernantes tan polémicos como Alfonso López Michelsen o Julio César Turbay Ayala trataron –en 1977 y 1979, respectivamente– de utilizar esa herramienta, pero ninguno de los dos lo logró. Y en tiempos más recientes voces muy representativas del uribismo, incluidos el propio Álvaro Uribe y varios de sus alfiles y........

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