Un día como hoy, el 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy se convirtió en el cuarto presidente asesinado en la historia de Estados Unidos, noticia que, desde luego, causó conmoción en todo el planeta, en un año particularmente movido.

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Para empezar, en febrero, murió nada menos que Benny Moré, una de las grandes figuras históricas de la música cubana. A comienzos de junio, falleció Juan XXIII (Angelo Roncalli), quien unas semanas después fue reemplazado por el cardenal Giovanni Battista Montini, quien adoptó el nombre de Pablo VI.

También en junio, la soviética Valentina Tereshkova se convirtió, a sus 26 años, en la primera mujer en viajar al espacio, en una proeza con la que literalmente le dio la vuelta al mundo. Y aunque ese mismo año también partió la célebre cantante francesa Edith Piaf, se consagró en el cine Liz Taylor con su papel de Cleopatra y The Beatles se convertían en un fenómeno en Inglaterra, la situación política y social en Estados Unidos llegó a un punto de exaltación que pareció desbordarse con el asesinato de John F. Kennedy, ocurrido aquel soleado viernes, al filo del mediodía, en el centro de Dallas, y ante los ojos de una multitud incrédula.

En el momento de su asesinato, el panorama político para JFK lucía poco prometedor, tanto en las cuestiones de política exterior como en los asuntos internos.

Aunque el presidente fue trasladado de inmediato a un hospital, no hubo nada que los médicos pudieran hacer, y hacia la una de la tarde se anunció oficialmente su muerte. La imagen de Walter Cronkite dando la noticia por televisión todavía es estremecedora.

El magnicidio de Kennedy estuvo precedido por numerosas protestas y manifestaciones por la reivindicación de los derechos civiles y políticos dentro y fuera de ese país, una causa que el joven mandatario había convertido en bandera de su administración. De hecho, unos meses antes, en plena Guerra Fría, JFK había hecho una exitosa gira por Berlín, ciudad que llevaba dos años dividida por el muro de la infamia, y donde fue aclamado como una estrella de rock, sobre todo después de pronunciar la famosa frase “Ich bin ein Berliner” (“Yo soy un berlinés”), tras lo cual el público lo colmó de halagos y coreaba al unísono: “¡Kennedy! ¡Kennedy!”.

El éxtasis había sido de tal magnitud que mientras recorría en un carro sin techo las calles de la ciudad, en compañía del alcalde, Willy Brandt, y del canciller federal, Konrad Adenauer, Kennedy les dijo a sus anfitriones que lamentaba que todas esas personas agolpadas en las vías no fueran votantes estadounidenses. Y razón no le faltaba, pues en su propio país la cosa no pintaba muy bien para las elecciones de 1964.

Tanto en las cuestiones de política exterior como en los asuntos internos el panorama lucía poco prometedor. En el frente externo, ya le estaban saliendo muy caras la fallida invasión de Bahía Cochinos, en Cuba, en 1961, dos meses después de su posesión; la crisis de los misiles, en 1962, y el creciente involucramiento de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Y, para completar, la Unión Soviética le llevaba la delantera en la carrera espacial.

Y en el frente interno, sus posiciones frontales contra la segregación racial se le convirtieron en un dolor de cabeza, sobre todo en los estados del sur, como Alabama, Mississippi y Carolina del Norte.

Lo más paradójico es que, sesenta años después de aquellos acontecimientos –y a pesar de los ríos de tinta que han corrido en páginas de diarios, revistas y libros, de las incontables series y películas alusivas al caso, y de las descabelladas teorías de conspiración–, el crimen de Kennedy sigue sin esclarecerse por completo, el racismo no se ha erradicado en Estados Unidos y la política en todas partes sigue igual de enredada, o incluso peor, que en 1963, un año en que el mundo parecía estar en plena turbulencia.

VLADDO
puntoyaparte@vladdo.com

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Sesenta años después

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22.11.2023

Un día como hoy, el 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy se convirtió en el cuarto presidente asesinado en la historia de Estados Unidos, noticia que, desde luego, causó conmoción en todo el planeta, en un año particularmente movido.

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Para empezar, en febrero, murió nada menos que Benny Moré, una de las grandes figuras históricas de la música cubana. A comienzos de junio, falleció Juan XXIII (Angelo Roncalli), quien unas semanas después fue reemplazado por el cardenal Giovanni Battista Montini, quien adoptó el nombre de Pablo VI.

También en junio, la soviética Valentina Tereshkova se convirtió, a sus 26 años, en la primera mujer en viajar al espacio, en una proeza con la que literalmente le dio la vuelta al mundo. Y aunque ese mismo año también partió la célebre cantante francesa Edith Piaf, se consagró en el cine Liz Taylor con su papel de Cleopatra y The Beatles se convertían en un fenómeno en........

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