Después de los festejos que enmarcan el tránsito entre un año y el siguiente, Bogotá nos espera hoy como un cuaderno limpio, eso creemos, con un alcalde nuevo, un nuevo gabinete y los mismos viejos problemas, más graves cada día. Veo a Galán con su traje de campaña, sus buenos propósitos y su sonrisa cordial (todavía) dándonos la bienvenida como si fuera un profe recién graduado que llega a dirigir una correccional sin posibilidad de corrección, sin esperanzas, y me pregunto a quién representa o quién lo inspira (o quién mueve los hilos), y qué piensa realmente que puede hacer en esta ciudad inmanejable.

Esta ciudad que nos desborda y cuyos males se han –o hemos– desparramado ya por toda la región y sus alrededores, desde Chía hasta Tunja o Girardot, afronta una crisis de movilidad que hoy la hace inviable e inhumana y que es el resultado no de la última alcaldía, aunque también, sino de muchas anteriores, con tantas obras prioritarias que en su momento no se construyeron, y tantos estudios técnicos que fueron archivados, y con una planeación que cada alcalde, desde que nos alcanza la memoria, se pasó por la faja, con su poder y sus alianzas y su mirada puesta en otro puesto. Si una ciudad, además de ser nuestra casa y la de nuestros seres queridos, es un hecho económico y político, conviene recordar que puede convertirse (no digo que siempre, pero casi) en un botín. O en un fortín.

Aunque nos hayamos creído el mito de una Bogotá independiente, que funciona con votos de opinión, conviene preguntarse sobre los hilos de poder que pueden ocultarse, por ejemplo, en la tardanza excesiva de un metro cuya primera línea debería haber estado lista en 2020, según las recomendaciones técnicas de firmas como Jaica, y que se eludió para centrar la apuesta en un sistema privado como TransMilenio. O sobre las razones de la postergación de una avenida como la ALO, que, desde antes de comenzar el milenio, se había considerado urgente para descongestionar el tráfico pesado de la autopista Norte y cuyos predios habían sido comprados paulatina y lentamente durante administraciones disímiles, hasta que Claudia López aprobó un proyecto inmobiliario de alta densidad, según lo acaba de exponer la revista Cambio, aderezado con universidades y manzanas del cuidado, que se le atraviesa al trazado de una de las vías cruciales previstas para descongestionar la entrada a la capital de todo un país.

Por tratarse de un lugar que nos concierne, es importante comenzar la relación ciudadana con esta alcaldía haciendo públicas ciertas preguntas que no le hemos hecho sistemáticamente a Bogotá. Así como se han revelado poderes y “dueños” de ciudades como Barranquilla, es importante preguntarse y preguntarle al alcalde (a este y a los de antes y a los que llegarán) a quién pertenece Bogotá para saber de quién es la responsabilidad sobre el colapso en el que estamos. Más allá de respuestas publicitarias, pregunto por los grandes intereses económicos y políticos que han hecho cambiar los POT, los trazados de rutas, los sistemas de transporte, los planes parciales, las prioridades técnicas y la política urbana que tiene –o debería tener– una capital de este tamaño.

Si Bogotá ha sido desde siempre el peldaño a la presidencia, ¿qué tienen que ver las decisiones técnicas con la financiación de las campañas para haber llegado a la alcaldía y proseguir el avance? ¿Qué aportan las urbanizadoras, los vendedores de transporte, los dueños de las tierras, las firmas de obras públicas y cuál es el costo que pagamos los ciudadanos? Además de exigir un plan de tráfico, indispensable para afrontar las pesadillas de movilidad que nos esperan, conviene preguntar quiénes son los que gobiernan en cuerpo ajeno a Bogotá.

YOLANDA REYES

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Galán en Bogotá

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08.01.2024

Después de los festejos que enmarcan el tránsito entre un año y el siguiente, Bogotá nos espera hoy como un cuaderno limpio, eso creemos, con un alcalde nuevo, un nuevo gabinete y los mismos viejos problemas, más graves cada día. Veo a Galán con su traje de campaña, sus buenos propósitos y su sonrisa cordial (todavía) dándonos la bienvenida como si fuera un profe recién graduado que llega a dirigir una correccional sin posibilidad de corrección, sin esperanzas, y me pregunto a quién representa o quién lo inspira (o quién mueve los hilos), y qué piensa realmente que puede hacer en esta ciudad inmanejable.

Esta ciudad que nos desborda y cuyos males se han –o hemos– desparramado ya por toda la región y sus alrededores, desde Chía hasta Tunja o Girardot, afronta una crisis de movilidad que hoy la hace inviable e inhumana y que es el resultado no de la última alcaldía, aunque también, sino de muchas anteriores, con tantas obras prioritarias que........

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