Una Constitución es un contrato. Un acuerdo al que llega un grupo de personas que se enseñorea de un territorio y que decide gobernarse mediante los compromisos contenidos en un papel que dice qué se puede hacer y, por exclusión, qué no se puede hacer. Ese es el origen del bicho: la Constitución entendida como un acuerdo por el que se limita el poder político y se organiza una sociedad desde el acuerdo y no por la imposición, desde el sometimiento a la ley y no por la fuerza bruta. Esto se concreta en la regulación de una serie de poderes políticos del Estado y la garantía de los derechos de los ciudadanos. Poco más. Con el paso del tiempo y, en mi opinión, de un modo terriblemente equivocado, las Constituciones, sin abandonar esta raíz, pero relativizándola bastante, se han ido convirtiendo poco a poco en una especie de proyecto de futuro en el que se plantea un plan de transformación social, una serie de objetivos políticos para construir una sociedad de uno u otro tipo.

Esta segunda parte de la Constitución es la que acostumbra a generar más frustraciones, pues, si se escribe en el contrato social vamos a hacer esto y vamos a hacer lo otro y después, por los motivos que sea, no se hace, la gente se frustra y llega a la conclusión de que la Constitución ha fracasado y que, por tanto, toca desecharla y hacer una nueva. Les acabo de resumir la historia política de no pocos países, entre ellos Colombia, en las últimas décadas. Convertir un manual de instrucciones en una carta a los Reyes Magos.

Cuando los Reyes no te traen los regalos que pediste, y dado que tú estabas convencido de que la carta era un contrato vinculante, es inevitable concluir que toca hacer una carta nueva. Lo de que los Reyes no existen -o que no están para traerte regalos- y que en el mundo real más vale comprarse uno mismo sus propios regalos no es algo que se suela concluir, tristemente.

Y así, una vez tras otra, se hacen nuevas constituciones. Y, una vez tras otra, vuelve a pasar la mismo. Y, una vez tras otra, todos se dicen la próxima será la definitiva. Y no lo es. Y por el camino se pierde la estabilidad jurídica y la seguridad jurídica y todo lo que acabe en jurídica e implique una sociedad próspera que genere paz y riqueza. Por eso, cuando escucho decir que lo que Colombia necesita es una nueva Constitución, lo que se me ocurre decir es: pero, hijos míos, ¿y por qué creéis que esta vez os saldrá mejor que las anteriores?

*Universidad Autónoma de Barcelona.

QOSHE - ¿Qué es una Constitución? - Alfredo Ramírez Nárdiz
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¿Qué es una Constitución?

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26.03.2024

Una Constitución es un contrato. Un acuerdo al que llega un grupo de personas que se enseñorea de un territorio y que decide gobernarse mediante los compromisos contenidos en un papel que dice qué se puede hacer y, por exclusión, qué no se puede hacer. Ese es el origen del bicho: la Constitución entendida como un acuerdo por el que se limita el poder político y se organiza una sociedad desde el acuerdo y no por la imposición, desde el sometimiento a la ley y no por la fuerza bruta. Esto se concreta en la regulación de una serie de poderes políticos del Estado y la garantía de los derechos de los ciudadanos. Poco........

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