La fiesta de Fin de Año. Tu vestido plateado. Los zapatos de tacón de aguja con los que apuñalas la noche y mi corazón. La brisa suave y cálida que agita tus cabellos y despeina mi frente nevada. Tantas cosas como quedan ahogadas en salsa, en música, en el baile en el que no puedo seguirte y apenas soy capaz de descubrirte descalza y ondulante frente a mí, a mi cuerpo rendido, a mi alma enamorada. Pasa una noche, pasa una docena y la Luna costeña ilumina nuestro girar abrazados, mis besos furtivos, tu boca que no me atrevo a mirar cuando uno mis labios a los tuyos. Se va una vida, vuela una eternidad, morimos mil veces y resucitamos frente a un árbol iluminado con estrellas doradas y regalos brillantes. La oscuridad se desvanece y la música me lleva a los cielos de los que quisiera nunca más bajar, jamás renunciar a tocar el horizonte en el que mar y noche se unen y tú y yo nos volvemos un mismo ser, un destello que se pierde en los recuerdos de otra Navidad que ya se fue, otro año que se volvió memoria del amor.

Cierro los ojos. Los abro y te encuentro en el agua templada de una piscina deslumbrada por el sol del mediodía. Sentado, con un libro en las manos, no soy capaz de evitar mirarte cuando flotas en el caldo tibio. Espío al agua que se oculta en los pliegues de tu piel. Envidio al líquido que se niega a abandonar la curva de tu espalda. Te veo girarte y sonreírme feliz. Alegre bajo el sol que te da la vida. Te deslizas entre las ondas y las líneas de texto se deshacen entre mis dedos, el libro se desvanece y mis manos sueñan con tu piel empapada, tu contorno que me hace perder la cabeza en la eterna música que suena en este cuento perpetuo que es la vida a tu lado.

Yazgo en la cama viéndote junto a la ventana desde la que observas tu ciudad escondida entre las cortinas. Qué hermosa es mi tierra, dices cuando un rayo de sol se cuela entre las finas telas e ilumina tu sonrisa blanca asomada al mundo que habita allí abajo, a unos pocos pisos, a una eternidad que es la Costa siempre presente, el Caribe estático, inmóvil, detenido desde que hace quinientos años el mundo fue nombrado y las identidades se apoderaron de nosotros. Nos volvimos hombres y mujeres cuando antes no éramos más que suspiros exhalados por el espíritu de la nada. Destinados a vivir un momento, ¡pero qué momento! Aquel que llamamos vida. Una historia de la que no recordamos el comienzo y que deseamos que no tenga final. No mientras estemos juntos, Bri.

*Universidad Autónoma de Barcelona.

QOSHE - La necesidad de la Costa - Alfredo Ramírez Nárdiz
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La necesidad de la Costa

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09.01.2024

La fiesta de Fin de Año. Tu vestido plateado. Los zapatos de tacón de aguja con los que apuñalas la noche y mi corazón. La brisa suave y cálida que agita tus cabellos y despeina mi frente nevada. Tantas cosas como quedan ahogadas en salsa, en música, en el baile en el que no puedo seguirte y apenas soy capaz de descubrirte descalza y ondulante frente a mí, a mi cuerpo rendido, a mi alma enamorada. Pasa una noche, pasa una docena y la Luna costeña ilumina nuestro girar abrazados, mis besos furtivos, tu boca que no me atrevo a mirar cuando uno mis labios a los tuyos. Se va una vida, vuela una eternidad, morimos mil veces y........

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