Estas navidades estuve en Colombia quince días. Sin embargo, no me acerqué a Cartagena. ¿Por qué no lo hice? Cualquiera que me conozca sabe que, durante los años que viví en Colombia, me era muy habitual desplazarme a la Fantástica. Con la excusa de dar clases de postgrado, participar en algún congreso o mostrar la ciudad a familiares o amigos que viniesen desde España, iba a Cartagena cuatro veces al año como mínimo. Siempre me alojé en la Ciudad Amurallada, pues ni las playas, ni la vida nocturna de Bocagrande me llaman mucho la atención, ni me parece sensato salir de lo verdaderamente alucinante que tiene Cartagena, esto es, una ciudad colonial española en el Caribe. Para mí, ver anochecer desde las murallas en las que luchó Blas de Lezo, sentarme a beber en las terrazas inundadas de calor y música, sentir en la frente la brisa nocturna que te alivia la ardiente humedad cartagenera y perderme en unas calles que llegué a conocer tan bien que era yo quien orientaba a los taxistas, fue algo siempre superior a cualquier experiencia que pudiese vivirse en otro barrio de la ciudad.

A mí no es que me guste Cartagena, yo la amo. Es mi ciudad favorita de Colombia y uno de los lugares más fascinantes que he conocido en todo el mundo. Y algo he viajado. Entonces, ¿por qué no fui estas navidades? Porque Cartagena, para mi tristeza, se ha convertido en una trampa para turistas. Y yo, aunque ya no lo soy al haberla vivido tanto, tengo apariencia y acento de serlo. Siendo sinceros, mis últimas experiencias en Cartagena fueron multitudes agobiantes, precios desorbitados y grupos de vendedores y animadores callejeros que poco menos que asaltan al foráneo. No son ni una, ni dos, las veces en que he optado por cenar en el interior de un restaurante y no en la terraza porque sé que por allí pasará algún grupito supuestamente ofreciendo música en vivo, cuando lo que realmente hacen es poco menos que extorsionar a los turistas.

Estas consideraciones jamás las escribiré en un diario español. Nuestras miserias son cosa nuestra (ya ven que me incluyo entre los locales) y no interesan a nadie más que a nosotros. Pero debemos ser conscientes de ellas para corregirlas. Cartagena no tiene tantos museos y se ve en dos días. Lo que la hace excepcional son sus calles y su carácter abierto, amable y acogedor. Si eso se pierde en nombre de la explotación y abuso del turismo de masas, podemos dar por muerta a nuestra ciudad.

*Universidad Autónoma de Barcelona.

QOSHE - Por qué no fui a Cartagena - Alfredo Ramírez Nárdiz
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Por qué no fui a Cartagena

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30.01.2024

Estas navidades estuve en Colombia quince días. Sin embargo, no me acerqué a Cartagena. ¿Por qué no lo hice? Cualquiera que me conozca sabe que, durante los años que viví en Colombia, me era muy habitual desplazarme a la Fantástica. Con la excusa de dar clases de postgrado, participar en algún congreso o mostrar la ciudad a familiares o amigos que viniesen desde España, iba a Cartagena cuatro veces al año como mínimo. Siempre me alojé en la Ciudad Amurallada, pues ni las playas, ni la vida nocturna de Bocagrande me llaman mucho la atención, ni me parece sensato salir de lo verdaderamente alucinante que tiene........

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