Venimos de una economía que durante dos décadas (los 70 y 80) estuvo imbuida por el pensamiento cepalino, que lidero Raúl Prebish, por aquellas calendas secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Su influencia en la región se tradujo en un modelo económico que propendía por la industrialización, utilizando como estrategia la protección de la producción doméstica y la diversificación de las exportaciones. En Colombia llegó a su clímax con la expedición del Decreto 444 de 1967, mediante el cual se estableció el régimen de cambios internacionales y de comercio exterior.

Posteriormente soplarían con mucha fuerza los vientos del Neoliberalismo, inspirados en el Consenso de Washington, que privilegiaba al mercado sobre la intervención del Estado en la economía. Se le desbrozó el camino para la instauración de este nuevo modelo a través de las llamadas “reformas estructurales”, entre las cuales se destacan la libertad cambiaria, la privatización de activos del Estado, la desregulación de la actividad económica y financiera, y sobre todo la apertura comercial. Fue en la administración del presidente César Gaviria cuando se le dio rienda suelta a las mismas. Hizo carrera el despropósito, como paradigma, de que la mejor política industrial era no tener política industrial, dejando la economía a merced del mercado o mejor dicho, al capitalismo salvaje.

Ello condujo a la reprimarización de la economía, tornándose cada vez más vulnerable a factores exógenos, dada su extremada dependencia con respecto a la producción y exportación de productos primarios (petróleo, carbón y ferroníquel, especialmente). Las cifras hablan por sí solas: al cierre del 2010 la participación en el PIB de la minería se igualó con la del sector agropecuario (7%), después que aquél participaba con sólo el 2% y este último llegó a representar el 22% en la década de los 70, y 21% durante el período 1985 - 1995; entre tanto, la industria que participaba en el PIB con el 24% bajó de manera intermitente hasta el 14%, en el cual está anclada actualmente. Y esta tendencia se ha mantenido en la última década.

Como afirma Alicia Bárcena, exsecretaria ejecutiva de la Cepal, refiriéndose a Latinoamérica: “Nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados. Nos estamos asociando con China, que será la primera economía del mundo en el 2016, con un modelo en el que vendemos materia prima e importamos manufacturas. Así nos será muy difícil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”.

Así arribamos a la situación actual, en donde la actividad extractiva, fundamentalmente la industria de los hidrocarburos y el carbón, representan el 6,4% del PIB, el 56,2% de las exportaciones totales, el 34,9 de la inversión extranjera directa (IED) y por consiguiente son la principal fuente de divisas del país, US $18.724 millones y US $11.700 millones, respectivamente, en 2022. Como si lo anterior fuera poco, le aportaron al fisco, tanto de la Nación como de las entidades territoriales, por concepto de impuestos, regalías y dividendos en el caso de Ecopetrol, en su orden, US 4.650 millones y US $2.400 millones.

*Miembro de Número de la ACCE.

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¿De dónde venimos?

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25.02.2024

Venimos de una economía que durante dos décadas (los 70 y 80) estuvo imbuida por el pensamiento cepalino, que lidero Raúl Prebish, por aquellas calendas secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Su influencia en la región se tradujo en un modelo económico que propendía por la industrialización, utilizando como estrategia la protección de la producción doméstica y la diversificación de las exportaciones. En Colombia llegó a su clímax con la expedición del Decreto 444 de 1967, mediante el cual se estableció el régimen de cambios internacionales y de comercio exterior.

Posteriormente soplarían con mucha fuerza los vientos del Neoliberalismo, inspirados en el Consenso de Washington, que privilegiaba al mercado sobre la intervención del Estado en la........

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