No sabia que aquella clase del colegio en 1978, al ser nombrado en la comisión para revisar el acta de una asamblea, la primera que asistí como un proyecto de clases de español, iba a marcarme para el resto de mi vida, pues me gustó esa función. Por avatares de la vida, terminé estudiando Contaduría Pública; era bueno para los números de la plata, pero muy regular para el álgebra. Como revisor fiscal, en la experiencia de los años, he revisado innumerables actas.

El punto es que, por estos días en Colombia, se celebran las asambleas de las sociedades, corporaciones y edificios. En marzo se vive un ambiente peculiar y en ocasiones hasta divertido en lo que en torno a ellas ocurre. En las asambleas de sociedades y corporaciones, generalmente todo parece ir sobre ruedas, con decisiones rápidas y eficientes. Se discuten términos económicos, si hay pérdida o ganancia, se llega o no a la distribución de utilidades y ¡listo! Todo resuelto en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, en las asambleas de edificios y copropiedades la cosa se pone un poco más complicada y, por qué no decirlo, entretenida.

Imaginen a los copropietarios discutiendo acaloradamente sobre si el color elegido para pintar el edificio es el adecuado. Algunos argumentan que el azul marino es más elegante, mientras que otros defienden a capa y espada el color mamón o verde limón como la mejor opción. La discusión se intensifica cuando se aborda el tema de las toallas dejadas al descubierto en los balcones; algunos consideran que es un desorden visual inaceptable, mientras que otros simplemente no le dan importancia.

Pero la verdadera comedia comienza cuando se menciona al perro del decimotercer piso que no para de ladrar. Los propietarios entran en un debate acalorado sobre quién es el culpable y cómo solucionar el problema. Alguien sugiere clases de adiestramiento canino, otro propone instalar vidrios anti ruidos y así, sucesivamente. No podemos olvidar las quejas sobre el vecino del último piso que organiza fiestas ruidosas todas las semanas. Algunos lo consideran un alma libre que solo busca divertirse, mientras que otros lo ven como el enemigo número uno del descanso y la paz en la copropiedad.

En medio de esta locura comprendí que los egos no tienen precio; por eso, las reuniones demoran más ante estos debates interminables. Como revisor fiscal me he visto obligado a sacar mi lado de psicólogo para intentar calmar los ánimos y llegar a algún tipo de consenso. ¡Quién diría que la contabilidad también incluye una parte sentimental!

En resumen, las asambleas son un compendio de decisiones, donde se mezclan temas financieros con hechos espirituales y debates existenciales sobre situaciones que repercuten a todos. Bienvenidas las asambleas de marzo.

QOSHE - De asambleas y otras cosas - César Angulo Arrieta
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De asambleas y otras cosas

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23.03.2024

No sabia que aquella clase del colegio en 1978, al ser nombrado en la comisión para revisar el acta de una asamblea, la primera que asistí como un proyecto de clases de español, iba a marcarme para el resto de mi vida, pues me gustó esa función. Por avatares de la vida, terminé estudiando Contaduría Pública; era bueno para los números de la plata, pero muy regular para el álgebra. Como revisor fiscal, en la experiencia de los años, he revisado innumerables actas.

El punto es que, por estos días en Colombia, se celebran las asambleas de las sociedades, corporaciones y edificios. En marzo se vive un ambiente peculiar y en ocasiones hasta divertido en lo que en torno a ellas........

© El Universal


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