Siendo pelaos, un grupo de amigos fuimos a la Plaza de Toros, a tendido de sol por supuesto, donde se concentraba el perrateo. Uno de nosotros se separó momentáneamente del grupo y, casualmente, acabó sentado con otros jóvenes mayores, los que estaban a cierta distancia nuestra.

Al rato, pasados 30 minutos más o menos, le vimos atolondrado, con los ojos un tanto desorbitados, queriendo tirarse al ruedo a torear, mascullaba palabras inentendibles, fui a buscarlo y, por accidente escuché a uno de los mayores diciendo a otro: “Marica, por qué le dieron de la bota de licor ‘envená’ a este pelaíto, lo sollaron”.

Por esos mismos días, iniciando el año, mientras dormía en mi cuarto, me desperté por un fuerte tirón en el dedo gordo del pie; salté de la cama brincando cual cojo sin muleta y, saltando por toda la casa, agarrándome el dedo para que no se tronchara, exclamé a todo pulmón, “Hijeputa suelten ya”. La noche anterior, había dejado en la puerta principal de la casa, a modo de despertador, un cordel amarrado a un palito, para que mis cómplices de pilatunas la utilizaran en la madrugada e ir a La Popa, donde los caminitos tramposos nos esperaban.

Las anteriores historias..., para recordar tiempos idos en los últimos 40 años. Las tradiciones arraigadas en Cartagena se están yendo. Cómo no recordar la emblemática subida al Cerro de La Popa, la Feria Taurina, el Festival de Música del Caribe, el Reinado Nacional de Belleza, y otros más.

Estos eventos han ido perdiendo su esencia en el tiempo, o se acabaron, no sabemos por qué. Quedan como recuerdo el cadillo, el icaco, la uvita de playa, los lobitos de solares, al igual la voz de Ñojusto en las mañanas.

Esta pérdida no puede atribuirse a un solo culpable. Los gobiernos de turno y la comunidad comparten responsabilidades. La falta de apoyo y la indiferencia de sus habitantes hacia su herencia cultural contribuyeron a este fenómeno preocupante.

El sentido de pertenencia hacia nuestras festividades se está perdiendo. En Cartagena existen muchos “cacheteros” queriendo perpetuarse a gratuidad, lo que es un obstáculo para la sostenibilidad en esos eventos, ¡hay que pagar!

Debemos entender que la preservación de las tradiciones conlleva costos que deben ser asumidos por las autoridades y los ciudadanos. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos revertir el preocupante declive de las festividades, que son nuestra identidad y da color a nuestra heroica ciudad.

En vez de estar recordando con amor tiempos lejanos, ojalá, con el gobierno actual sea posible recuperarlos; es hora de revivir ese romance perdido con nuestras raíces culturales y trabajar unidos para restaurar el esplendor de nuestro folclore que hacen de Cartagena ‘La Fantástica’.

*Escrito desde Manizales ante la usencia de toros.

QOSHE - Historias y tradiciones - César Angulo Arrieta
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Historias y tradiciones

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13.01.2024

Siendo pelaos, un grupo de amigos fuimos a la Plaza de Toros, a tendido de sol por supuesto, donde se concentraba el perrateo. Uno de nosotros se separó momentáneamente del grupo y, casualmente, acabó sentado con otros jóvenes mayores, los que estaban a cierta distancia nuestra.

Al rato, pasados 30 minutos más o menos, le vimos atolondrado, con los ojos un tanto desorbitados, queriendo tirarse al ruedo a torear, mascullaba palabras inentendibles, fui a buscarlo y, por accidente escuché a uno de los mayores diciendo a otro: “Marica, por qué le dieron de la bota de licor ‘envená’ a este pelaíto, lo sollaron”.

Por esos mismos días, iniciando el año, mientras dormía en mi cuarto, me........

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