Realmente en febrero es cuando comenzamos a concretar las promesas hechas en el fin de año, pues en enero seguíamos de rumba. Con la promesa mental que hacemos: “Este año sí”, buscamos siempre mejoras en la autoestima, tratando de controlar los entornos excesivos que nos rodean en lo espiritual y material para lograr el cambio deseado.

Este escrito procura hacer una regresión sobre lo que muchos buscamos para encontrar la felicidad, que sería verdaderamente el sentido principal de la vida. Para lograrla, los más sabios aconsejan buscar una prudencia en nuestros actos que nos permita alcanzar la plenitud; la moderación es una virtud que parece haber caído en el olvido. Vivimos en una era de extremos, donde el lema implícito es “más es mejor”. Se nos incentiva constantemente a trabajar más, consumir más, producir y adquirir más posesiones materiales, sin pausa. Esta mentalidad del exceso es la raíz de muchos males que aquejan al mundo: ansiedad, depresión, agotamiento, deudas impagables, desigualdad económica, obesidad, daño ambiental y un largo etcétera.

Cuando nos fijamos metas, debemos buscar cosas cumplibles. En mi humilde concepto, el pecado es el exceso, hasta de algo que se considere bueno. La etimología de la palabra pecado proviene del latín peccatum, término que usaban los romanos como sinónimo de tropiezo o equivocación, sin las connotaciones religiosas actuales. Para los griegos era “fallo de la meta, no dar en el blanco”.

La idea de que el pecado reside en los extremos, incluso en aquello que se considera socialmente aceptable e incluso virtuoso, tiene una larga tradición filosófica y religiosa. Ya Aristóteles postulaba que la virtud se halla en el punto medio entre dos vicios: el defecto y el exceso.

Incluso Jesús mostró misericordia por las trabajadoras sexuales y los recaudadores de impuestos, no dejó de denunciar los peligros de la avaricia y la hipocresía de los líderes religiosos de su tiempo. No porque el trabajo, el éxito material o la devoción religiosa sean negativos, sino porque llevados a un extremo pernicioso, se pudren y dan amargos frutos.

En nuestra querida ciudad, la sociedad esta dominada por el afán desmedido de posesiones, estatus y placeres. Haríamos bien en recuperar la noción clásica de moderación y “justo medio”. Esto no significa renunciar a los goces de la vida, sino cultivarlos de una manera sostenible y con equilibrio.

Es hora de rescatar el espíritu del “justo medio” que se ha ido perdiendo; de lo contrario, nuestra noción basada en el “más es mejor” está destinada al colapso económico, social y ambiental. La moderación y el equilibrio, en cambio, pueden encauzarnos hacia una sociedad más próspera, equitativa y sostenible para los cartageneros.

Ahora sí, se inició 2024.

QOSHE - Los excesos y el justo medio - César Angulo Arrieta
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Los excesos y el justo medio

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03.02.2024

Realmente en febrero es cuando comenzamos a concretar las promesas hechas en el fin de año, pues en enero seguíamos de rumba. Con la promesa mental que hacemos: “Este año sí”, buscamos siempre mejoras en la autoestima, tratando de controlar los entornos excesivos que nos rodean en lo espiritual y material para lograr el cambio deseado.

Este escrito procura hacer una regresión sobre lo que muchos buscamos para encontrar la felicidad, que sería verdaderamente el sentido principal de la vida. Para lograrla, los más sabios aconsejan buscar una prudencia en nuestros actos que nos permita alcanzar la plenitud; la moderación es una virtud que parece haber caído en el olvido. Vivimos en una era de........

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